Argentina, un campeón que juega como campeón y tiene con qué volver a disfrutar
La selección argentina, sentada en un sillón, luce orgullosa, entre otros trofeos, la Copa América ganada en Brasil. Esa cómoda postura, al menos por lo que mostró ante Ecuador y Guatemala, lejos está de un relajamiento.
Ese gesto no es otro que el saberse satisfecho por haber logrado lo que logro, mientras otras de sus actitudes parecen advertir que estará al acecho de cualquier amenaza y que no dejará que ningún equipo le arrebate lo que tanto le costó conseguir.
Tanto en partidos de eliminatorias y en amistosos, salvo cuando fue superado por Uruguay, el equipo que dirige Lionel Scaloni se ha parado en la cancha como un campeón; casi siempre ha hecho correr la pelota sin apuros, ha esperado el momento justo para atacar y cuando pudo hacerlo, definió resultados sin distinguir instancias ni rivales.
Un detalle muy positivo que ofreció ante los ecuatorianos, y que llamó la atención por su continuidad y su energía, fue la presión que en todos los sectores de la cancha ejerció sobre sus rivales. En la primera etapa de la gestión del entrenador de Pujato, y en buena parte de esos partidos, Argentina no tenía buena marca en el medio campo, algunas veces parecía un equipo partido en dos, y así como (sobre todo a través de Lionel Messi) llegaba con vehemencia al arco adversario, su valla también pasaba momentos de zozobra.
Eso se ha visto mucho menos en los últimos tiempos. El jueves de la semana pasada, en el estadio Soldier Field de Chicago, fue común ver a una defensa bien afirmada, con Cristian Romero como abanderado, y a Leandro Paredes hacia adelante, pasando por Rodrigo De Paul y hasta Ángel Di María acercándose de inmediato al adversario que recibía la pelota. Así, Argentina quitó muchas veces el balón e inició ataques o movió la pelota de un lado a otro del campo de juego. Mientras tanto, como otras veces, Emiliano Martínez miraba el partido desde su valla sin sufrir mayores sobresaltos.
Esa disposición anímica albiceleste le impidió a Ecuador mover la pelota rápido y hacer valer la potencia física de sus futbolistas. Argentina, con su presión, le achicó espacios y lo privó de abrir caminos hacia “El Dibu” Martínez.
Ante Guatemala, Scaloni apeló al resto del plantel para darles a todos minutos en cancha. Y por esa decisión quedó evidenciada la riqueza de recursos de los campeones del mundo: Nahuel Molina, Nicolás Otamendi y Nicolás Tagliafico, en la defensa; y Exequiel Palacios, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister en el medio y más alternativas en ataque.
Además de las cualidades de cada uno de los campeones del mundo, otro elemento irrefutable que eleva el nivel de competición del equipo sigue siendo la presencia de Lionel Messi. Ya sea como titular o jugando medio tiempo, el aura del rosarino parece regir con mansedumbre los destinos de la selección. Él es la referencia, aunque esté en el banco de suplentes. Él es el equilibrio y la pujanza a partir de su propia vigencia. Él es el motor que impulsa a una máquina que, lejos de sufrir desgaste, parece aceitada y lista para continuar en marcha.
Messi regula sus incursiones a partir de su edad y su respuesta física. Seguramente ante Canadá liderada el equipo desde el comienzo. Iniciará, quizá, su última Copa América, un torneo en el que todos querrán ganarle al campeón. Un campeón que por lo que ha ofrecido hasta ahora, no parece tener muchas ganas de ver disfrutar a otros, parte del tesoro acumulado en estos últimos tres años.
Lo que hay que saber de la Copa América 2024
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