Urgen medidas contra el hambre infantil
Los informes que se difunden de manera periódica sobre pobreza e indigencia en Argentina refrescan la memoria respecto de la indefensión en la que se encuentra la niñez frente a un derrumbe social y económico que impacta sobre una de las necesidades más elementales: la alimentación.
Mientras la dirigencia política y los gobernantes en general parecen estar enredados en otras discusiones, los informes sobre las privaciones de distinto orden que sufren los más chicos son abrumadores. La insuficiencia llevada al extremo, por la estrechez económica de sus progenitores.
Para tomar nota de la gravedad del problema, basta con repasar el informe difundido días atrás por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). El organismo internacional alertó que en Argentina hay un millón de niños y niñas que dejaron de ingerir alguna comida al día por falta de dinero en el ámbito familiar.
Y es aquí donde se repite aquello de que el círculo de la pobreza vuelve al punto de partida. Al respecto, Unicef advierte que, en siete de cada 10 hogares donde se manifiesta este fenómeno alimentario, los mayores a cargo de los chicos cuentan con un empleo informal y de bajas remuneraciones.
Los poderes de turno o sus comunicadores oficiales suelen desacreditar las encuestas que no son de su autoría y que pintan panoramas sombríos sobre la pobreza. Pero el citado informe es elocuente en el sentido de que grandes franjas de la niñez vulnerada pasan hambre o no reciben la alimentación y los nutrientes adecuados para su sano desarrollo.
Es así como la organización dependiente de las Naciones Unidas enumera que 10 millones de niños, niñas y adolescentes consumen menos carne y leche que en 2023. Y que la crisis se agudiza en un contexto en el que los ingresos de más de la mitad de los hogares no llegan a cubrir gastos de alimentación, de salud y de educación de los menores.
Lo más desalentador del caso radica en que no se observa una mejoría de la situación, pues, en un informe publicado en 2022, Unicef había revelado datos estadísticos similares a los actuales.
Es decir, y para despabilar conciencias, que en Argentina millones de menores y adolescentes empujados junto con sus familias a las orillas del sistema dejaron de ingerir alguna comida diaria, como desayuno, almuerzo, merienda o cena.
Ello explica el exponencial desarrollo de los comedores populares en zonas sacudidas por la pobreza. Centros de asistencia que en la mayoría de los casos cuentan con algún aporte provincial y municipal, mientras en otras circunstancias todo se hace en virtud de donaciones particulares.
Algún candidato o candidata en campaña electoral levantó alguna vez la voz para pronunciar una frase icónica: “Con los niños, no”. Pero las buenas intenciones suelen quedar en la tribuna proselitista.
Lo lacerante del tema es que transcurren los años y seguimos relatando y lamentando que en Argentina (y en el mundo) hay niños que pasan hambre.
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