Ale Orlando: Es muy dura la vida del actor, no sólo en Córdoba
–¿Qué te dejó tu paso por la escuela de curas? ¿Recuerdos o secuelas?
–Un puñado de amigos de la vida, la alegría de haber encontrado la vocación por la actuación y la certeza de que a los curas, ni en pintura.
–¿Qué le dirías a un padre que quiere mandar a su hijo a una escuela confesional?
–Que si quiere que su hijo salga de ese bendito colegio, descreído de casi todo lo relativo a la fe y a la religión, que lo mande nomás.
–Si en vez de haber ido a esa escuela te hubieran mandado a otra, ¿de qué hablarías en tus obras?
–Seguramente de las falencias que hubiese detectado en esa escuela, siempre me resultó más inspirador escribir sobre lo que falta o está mal; y si puedo hacerlo con humor, mucho mejor.
–¿Por qué te interesa tanto la Biblia?
–Porque es una “ficción” estupendamente escrita; de hecho, no es casual que sea el libro más vendido en la historia de la humanidad.
–Quisiste ser bailarín clásico. ¿Llegaste a practicar algo? ¿Te compraste esas zapatillas?
–No, por favor, nunca quise serlo, si estoy inhabilitado para bailar cualquier cosa desde mi nacimiento. Sólo dije alguna vez que si Dios bajara a la tierra, cosa que es bastante probable, y me preguntase: “¿Ale querido, en que querés que te convierta ahora mismo?”, yo le contestaría y sin dudarlo: en bailarín clásico. Quiero aclarar que este loco anhelo está ligado directamente a mi infancia y es porque mi mamá fue bailarina y en la casa donde me críe ella tenía una academia de danzas. Desde chiquito, me pasaba horas a su lado viéndola dar clases; y desde esa época y hasta hoy, me quedó esa nostalgia.
–Como futbolista, ¿a dónde hubieras llegado?
–Imposible saberlo, porque cambié desde muy chico las canchas por las tablas. Pero en pos de imaginar, me imagino jugando en el Boca de Bianchi y, como buen “5″, me visualizo recuperando, pero también tirando paredes y alguna que otra asistencia, para que definan tranquilamente Juan Román, el Mellizo o el Titán.
–Fuiste socio de tu hermano en una fábrica de ropa. ¿Te tuvo paciencia?
–Demasiada, un crack “el Negro”, porque eso era lo más parecido a una sala de ensayo de las distintas obras que hacía yo por aquellos años; pero por suerte, para él y para mí, un día decidí no trabajar de otra cosa que no sea como actor y de verdad tuve algo así como 10 años muy malos económicamente hablando, pero jamás me aparté ni un minuto de la profesión. Hoy, a la distancia, me doy cuenta de que fueron años imprescindibles para mi formación.
–¿Por qué no te gusta estudiar teatro?
–No, todo lo contrario, amo estudiar. De hecho, todos los días veo, leo, escribo, adapto, ensayo y, sobre todo, hago teatro. Imaginate: acabo de terminar la primera temporada de La Mesías, estoy por reponer Más allá del mar y Los Iluminados y por estrenar El sueño de los farsantes, La importancia del agua en la navegación y Una magnum 44. Y esto, sin lugar a dudas, es para mí la mejor escuela de todas, porque nunca se acaba y sobre todo porque nunca te recibís de nada. Pero soy autodidacta, así que hago todo eso, pero lo hago a mi manera, como Frank Sinatra. También es cierto que siempre me aburrieron mucho los talleres de teatro y es porque están más pendientes de otras cuestiones que de formar verdaderos actores; y ni te cuento la paja que me dan los teóricos del teatro, que abundan por todos lados.
–¿Alguna vez discutiste con un profesor de teatro?
–No tuve ni tiempo, porque fue muy breve mi paso por algún que otro taller de teatro.
–¿Qué le dirías a alguien que está empezando a hacer teatro?
–Cada vez hay más gente empezando y haciendo teatro en Córdoba, cosa que me da mucha alegría, pero la realidad es que casi la totalidad de esas personas no viven de la actuación. Viven de otra cosa; y yo, la verdad, a esa gente no puedo decirles nada; pero sí me interesa hacerles llegar algunas palabras a quienes aspiran como “primera opción vivir de la interpretación”: quiero decirles que hay que ser muy valientes, porque es muy dura la vida del actor, no sólo en Córdoba, en cualquier parte del mundo. Estoy convencido de que sólo se puede llevar adelante cuando se tiene una “verdadera vocación por la profesión”, porque hay que estar dispuestos a no tener jamás ningún tipo de estabilidad laboral y, por ende, económica. Pero entendiendo esta pequeña dificultad, les aseguro que se van a levantar todos los días de sus vidas a ejercer el oficio más hermoso del mundo.
–¿Estás harto de que a cada rato te pregunten “qué pasa con Los Modernos”?
–Sí.
–¿Qué pasa con Los Modernos?
–Me encanta que me lo preguntes, jejeje. Hoy no pasa nada, pero en diciembre viene el Pedro de España, donde está viviendo desde hace ya varios años, y vamos a hacer una temporada en Córdoba y ahí sí van a pasar cosas muy hermosas, “como cada vez que salimos a escena, a quitarles, a robarles una pena, un Pierrot, un Arlequino, Marlon Brando, Al Pacino, no, un uruguayo y un argentino”; porque si hay algo que nos enorgullece, es que Los Modernos hemos envejecido de puta madre artísticamente.
–¿Cómo definirías a Pedro Paiva?
–Como un amigo, pero también como una de las personas más lúcidas y talentosas que he conocido a lo largo de este largo camino.
–¿Cómo creés que él te definiría a vos?
–Creo que como un atorrante fino.
–¿Es verdad que cuando se conocieron, se tomaron unos vinos? ¿Alguna vez no lo hacen cuando se juntan?
–Es verdad, y fue inolvidable porque fue en el viejo y querido Sorocaba y hasta muy tarde, pero también es verdad que, años después, presentamos un vino de alta gama en Mendoza y tomamos vino todo el día, durante varios días seguidos; y a partir de ahí el Pedro se volvió casi abstemio, así que desde esa época no me dejó otra opción que tomarme esos vinos por los dos.
–¿Qué es Córdoba para vos?
–Todo, porque nací, me crie, porque acá vive mi familia y mis amigos, pero sobre todo porque me dio la oportunidad de desarrollarme artísticamente. Y a juzgar por el respeto y el cariño que recibo de la gente, puedo decir, con total humildad, que de alguna manera me siento profeta en mi tierra.
–La Córdoba de hoy, ¿te hace acordar a tu época de escuela de curas?
–No, para nada, han pasado ya muchísimos años y por suerte hemos evolucionado como sociedad.
–¿Alguna vez te dieron ganas de ir al baño en medio de una obra?
–Es imposible que me pase eso, porque apenas piso el escenario, entro definitivamente en otro estado y las necesidades fisiológicas, cualquier malestar y hasta los problemas más graves que pueda tener ese día, desaparecen por completo, durante el tiempo exacto que dura la función.
–¿Alguna vez discutiste con alguien del público?
–Jamás.
–Si te encargaran una obra sobre Milei, ¿cuál sería el título?
-No aceptaría el encargo.
–¿Qué te critican tus hijos?
–Más que criticarme, mis hijos se me ríen todo el tiempo, porque en casa vivo hablando solo e interpretando las escenas de los distintos personajes mientras estudio los textos.
–¿Seguís andando en bicicleta?
–No, cambié el hábito, ahora camino.
–¿Sos un buen cocinero?
–En absoluto, pero hago los mejores asados del condado.
–¿Fernet, vino o cerveza?
–Tinto. Siempre.
–¿Con quién te gustaría trabajar en una obra, que nunca hayas podido?
–Con Mario Mezzacapo.
–¿Hay actores o directores con quienes no volverías a trabajar nunca?
–Sí. Nunca más.
–Viajaste con tus obras por varios países del mundo: ¿algún público en especial te despierta más simpatía?
–El mejicano, un delirio total, éramos Lennon y McCartney con el Pelado.
–Una obra de teatro para recomendar…
–Urtain, de la compañía española Animalario, que se acaba de agregar en Teatrix.
–Un libro.
–El que tiene sed, de Abelardo Castillo.
–Una película.
–Todos somos extraños, de Andrew Haigh.
–Una serie.
–Peaky blinders.
–Un lugar en el mundo.
-Córdoba y, ahí nomás, París.
–Una (sola) obra de Ale Orlando. Y por qué esa elección.
–Mi vida con Robert, porque disfrutaba como un niño interpretando a ese cordobés que triunfó en Hollywood y que era, entre otras cosas, el mejor amigo de Marlon Brando (el único actor que amo) y amante de Marilyn Monroe; tuve la suerte de interpretarlo muchos años y obvio que Robert Zander cada tanto vuelve, porque las estrellas de Hollywood nunca mueren.
–¿Por qué había (y habrá) que ver “La Mesías?
–Porque plantea un humor políticamente incorrecto y superempático con el espectador, pero a la vez la historia de vida de María José es muy conmovedora, así que no sólo se van a reír, sino que también se van emocionar y además se van a ir del teatro reflexionando sobre la realidad del colectivo trans en nuestra ciudad.
De vender cerveza a los escenarios del mundo
Alejandro Orlando nació en Córdoba en 1969. Se hizo mundialmente conocido junto a Pedro Paiva, con quien conforma desde 2003 el dúo Los Modernos. Se destaca en el teatro humorístico y también en obras dramáticas.
Acaba de terminar la primera temporada de La Mesías y está por reponer Más allá del mar y Los Iluminados, y por estrenar El sueño de los farsantes, La importancia del agua en la navegación y Una magnum 44.
También recuerda sus comienzos, cuando, por ejemplo, trabajaba como vendedor de cerveza y no dejaba de probar la mercadería: “Mal que me pese, esa era mi especialidad y fueron años maravillosos, porque podía compatibilizar el teatro, con la venta de la cerveza mejicana Sol. Así que, a la salida de las funciones, recorría los bares y los boliches de la ciudad, cuidando mucho el producto, pero muy poco mi salud, así que con cierto dolor –de hígado– lo tuve que dejar”.
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