Se puede alquilar como turista la casa que habitó Mujica Láinez en La Cumbre
El afamado escritor argentino Manuel Mujica Láinez (1910-1984) quedó enamorado de La Cumbre en su primer viaje a este “paraíso” de las sierras, en el norte del Valle de Punilla.
En el afán de que otros vivieran lo que a él se le había revelado, Manucho promocionó al incipiente destino turístico entre la elite cultural y literaria argentina de su época. Desde la década de 1960 comenzaron a llegar en forma a la localidad que alguna vez se llamó San Gerónimo, antes de la llegada del ferrocarril y de los ingleses, que también la eligieron como destino de sus días.
En uno de sus paseos vacacionales por las arboladas callecitas de la villa, Manucho divisó un cartel que anunciaba “El paraíso”, un caserío en la zona de Cruz Chica, en el enlace entre La Cumbre y su vecina Los Cocos.
Dicen que cuando vio esas casonas no dudó en iniciar todos los trámites para comprar las propiedades. Eran varias casas vecinas.
Tras su muerte, en 1984 y en esta residencia de La Cumbre, su esposa Anita decidió montar un museo en su honor, en el edificio principal. Ese museo está abierto al público desde entonces.
El sitio es una visita obligada para los turistas que llegan a este punto en el mapa que le debe a Mujica Láinez buena parte de su fama de pueblo de artistas, pintores, escritores y amantes de la cultura.
Pero ahora, además de la conocida casa-museo, otras dos casonas se abrieron para el turismo que llega durante todo el año. Uno puede habitar y alojarse en la casa de Manucho.
La Voz estuvo en una de esas casonas y en el aire que se respira puede adivinarse el sentido que tuvo en Mujica Láinez la fascinación por este paisaje, su aroma a hierbas, los colores que cambian según la estación, ese encanto serrano pero de estilo señorial aquí.
Alejandra Lapacini es una de las encargadas de recibir a la gente en el museo y advierte que la idea de la Fundación Mujica Láinez es que el acceso a las casas sea un espacio de recreación en el marco de lo que significa este sitio para la cultura argentina.
El museo fue declarado Monumento Nacional, pero los problemas financieros para sostenerlo no se hicieron esperar. Si bien hubo ayuda de benefactores solidarios, la decisión de poner en alquiler temporario dos de las casas que forman parte de la propiedad va en esa línea.
“Teníamos casitas preparadas para futuros estudiantes que podían haber llegado a visitarnos o a estudiar y a realizar investigaciones, pero eso fue cambiando y se decidió abrirlo al público en general”, detalla Alejandra. Y agrega: “Empezamos a alquilar en forma permanente a la casa de Anita, que era la esposa de Mujica Láinez, y a otra propiedad lindante”.
Historias para contar
“La Cumbre fue muy relevante para el escritor y su mujer porque venían desde muy jóvenes. Había hoteles importantes en donde las familias se alojaban durante los tres meses del verano”, relata Alejandra. La casa principal, que finalmente se transformó en museo, fue construida en 1922 con finalidad de veraneo.
“La familia que la construyó se alojaba tres meses, se mudaban totalmente a La Cumbre. Y durante el resto del año se cerraba y había caseros que quedaban a cargo”, cuenta. Era el tipo del turismo reservado a las aristocracias de entonces.
La casa pasó a una segunda familia propietaria, que a su vez decidió venderla en la década de 1950. Nadie la compró hasta que, unos 10 años después, Mujica Láinez encontró el cartel de una propiedad que lo enamoró.
“Era octubre de 1968, venía por unos días con Anita y con unos amigos. Salieron a caminar y entre la maleza le aparece un inmenso cartel que decía que se vendía “El Paraíso”. Comenzó a imaginarse cómo iba a mudar todo lo que tenía en Buenos Aires. La casona estaba encerrada en una maleza que parecía el bosque encantado de la Bella Durmiente”, relata la encargada del museo.
Así fue que Mujica Láinez torció el destino de esa propiedad que transitaba hacia un destino de hotel sindical o de clínica privada. Se la dieron a pagar en cuotas. Y no dudó.
Las casonas de El Paraíso estaban bastante deterioradas y fue una tarea compleja ponerlas en valor.
De aquella gran propiedad sólo una parte quedó para la Fundación Mujica Láinez: el resto se fue vendiendo.
El escritor decidió finalmente quedarse a vivir en La Cumbre cuando estaba por jubilarse de su puesto en el diario La Nación, en el que escribió columnas durante casi cuatro décadas.
“Él decía que a la Argentina había que vivirla, disfrutarla, padecerla, pero no abandonarla. Y por eso eligió una provincia que no era su ciudad natal, Buenos Aires, donde él se sentía ya invadido. Era un personaje muy conocido, un escritor de best sellers y buscaba más tranquilidad que en el barrio porteño de Belgrano”, sintetiza Alejandra ahora.
Antes de recalar en La Cumbre, había visto una casona similar a un monasterio en la también cordobesa localidad de Nono, en Traslasierra. Pero esa necesitaba aun de más tareas de restauración.
Lo que compró en La Cumbre era, en realidad, una enorme propiedad de siete hectáreas con una casa principal y otras seis casas vecinas.
Un excéntrico en el pueblo
A Manucho lo venía a visitar la crema y nata de la sociedad de Córdoba, de Buenos Aires y del país. Y a él le gustaba relacionarse también con vecinos y lugareños.
“Era muy adelantado para el momento y la gente que lo frecuentaba también era, en buena parte, excéntrica. Sin embargo, también lo visitaban sus vecinos del pueblo”, expresa Alejandra.
La casa-museo está abierta al público para ser visitada todo el año. Y para además saber sobre las que se alquilan se puede consultar a la Fundación en https://www.instagram.com/alquilermuseomujicalainez?igsh=MW5xcDZ0MTlpcmZ0NQ%3D%3D
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