La Voz del Interior @lavozcomar: Rusia pone en jaque el Tratado Antártico

Rusia pone en jaque el Tratado Antártico

El diario británico The Telegraph reveló el hallazgo de reservas de petróleo por parte de un buque ruso en la Antártida. Esta noticia sacudió el tablero global y confirió a la geopolítica un lugar protagónico. La lucha de los estados por los recursos estratégicos del planeta es una práctica antigua como el viento. Territorios, petróleo, agua, gas, litio, minerales, pasos interoceánicos son algunos de los elementos que suscitaron y suscitan controversias internacionales.

Repasemos el vínculo del petróleo con el poder. Los orígenes de la industria del petróleo se remontan a mediados del siglo XIX, con el descubrimiento del primer pozo de petróleo comercialmente viable, en EE.UU. Esto tuvo lugar en un contexto en el que la tecnología creó nuevos productos con base en el petróleo. Uno de ellos, el querosén, se hizo muy popular como combustible barato para iluminar las casas.

La demanda de “oro negro” se aceleró en 1885, con la invención del automóvil, a cargo del ingeniero alemán Karl Benz. Este auto funcionaba con un subproducto barato de la producción de querosén, llamado gasolina. El consumo de gasolina creció abruptamente en 1908, cuando Henry Ford creó un auto popular: el Ford T.

La crisis del canal de Suez, en 1956, hizo que los países de Medio Oriente advirtieran la dependencia de los gobiernos occidentales respecto del petróleo y exigieran mejores contratos con compañías petroleras occidentales. En 1973 se produjo la primera crisis mundial de petróleo, cuando la Organización Árabe de Países Exportadores de Petróleo impuso un embargo de petróleo contra Occidente por el apoyo de EE.UU. a Israel en la guerra de Yom Kippur, cuando ese país fue atacado por Egipto y Siria. El suministro de petróleo escaseó y los precios se cuadriplicaron, lo que hizo tambalear la economía mundial.

En 1990, la Guerra del Golfo fue el corolario de una larga disputa entre Irak y Kuwait por territorios y pozos petroleros. Tras la invasión de Irak a Kuwait, las fuerzas iraquíes prendieron fuego a 700 yacimientos petrolíferos. Luego, una coalición militar liderada por EE.UU. intervino “por la paz”.

Nuevas luchas de poder

Los datos recientes del hallazgo ruso en la Antártida sostienen que las cantidades de petróleo encontradas equivalen al doble de las reservas de Arabia Saudita y a 30 yacimientos Vaca Muerta. Desde Moscú, el gobierno de Vladimir Putin comunicó al Gobierno argentino que el descubrimiento se produjo hace cuatro años, en el marco de actividades científicas que no vulneran el Tratado Antártico.

Este acuerdo internacional firmado en 1959 prohíbe, en su artículo 1, el accionar militar en el continente blanco, salvo que sea por fines de investigación. Su preámbulo reza: “Reconociendo que es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional…”.

Es sabido que los tratados internacionales descansan en el principio de buena fe, que establece que son firmados para ser cumplidos de buena fe. Pero la historia demuestra que cuando suceden acontecimientos como estos, los países más débiles respetan el derecho internacional, mientras que los poderosos apelan a diversos argumentos para internacionalizar los recursos hallados, y luego hacen prevalecer su poderío militar, económico y diplomático. Una de las razones que habilita este modus operandi es el proceso de adopción de decisiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el órgano encargado de velar por la paz y la seguridad internacionales.

Este organismo se compone de 15 miembros: cinco permanentes con derecho de veto (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China) y 10 elegidos con un criterio de equidad geográfica. Las decisiones se toman con nueve votos afirmativos, entre los cuales deben estar incluidos los cinco votos de los miembros permanentes. Si uno de los cinco miembros permanentes no aprueba una iniciativa para actuar contra una amenaza a la paz global, esta queda sin efecto. Un ejemplo de esto fue la Guerra de Malvinas, cuando el Reino Unido y EE.UU. vetaron propuestas en la ONU.

El lugar donde los rusos hallaron las reservas de petróleo inserta el episodio en la cuestión Malvinas, porque ocurrió en la porción antártica comprendida por el Polo Sur hasta la Península Antártica y el Mar de Weddell. Esa franja territorial es pretendida por Argentina, Chile y Reino Unido.

El politólogo Robert Gilpin, exponente de la corriente realpolitik, dio cobertura teórica a las invasiones territoriales mediante una línea de pensamiento que plantea que los estados intentan conquistas territoriales hasta que los costos marginales de ese accionar sean iguales o superiores a los beneficios marginales.

Las preguntas que se formula la comunidad internacional hoy son: ¿qué hará Rusia? ¿Priorizará su interés nacional o respetará el Tratado Antártico? Se trata nada más ni nada menos del país con mayor extensión territorial del mundo, que ya cuenta con la mayoría del territorio del Polo Norte y nada hace suponer que despreciará esta porción territorial en el Polo Sur.

El petróleo dejó de ser un recurso potencial en la Antártida para convertirse en una riqueza real, en cantidades oceánicas. Hace muchos años que la figura de terra nullius no aplica en materia de relaciones internacionales, porque no quedan lugares sin dueño en el planeta, pero hay recursos estratégicos pendientes de ser encontrados, que serán fuentes de nuevas luchas de poder.

Así las cosas, la perspectiva es sombría. Los avances tecnológicos y los intereses nacionales de los estados poderosos pondrán en jaque el Tratado Antártico. Cuando los costos de exploración y de explotación de los recursos disminuyan merced a la innovación y los progresos científicos, el tratado será letra muerta.

* Internacionalista especializado en la Universidad Nacional de Defensa de Washington; docente universitario

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