La Voz del Interior @lavozcomar: Miradas opuestas a Bebé reno, la serie basada en hechos reales que es la más vista de Netflix

Miradas opuestas a Bebé reno, la serie basada en hechos reales que es la más vista de Netflix

A favor: El coraje de la verdad

Jesús Rubio

Más allá de los evidentes méritos narrativos y actorales que llevaron a Bebé reno, la serie de Netflix, a estar entre lo más visto y comentado, la historia tiene algo más que la hace genial y singular: el coraje de la verdad, como para citar en otro sentido al profesor Michel Foucault (a quien le hubiese encantado la serie), es decir, el coraje de Richard Gadd (actor y guionista) de confesar la espeluznante situación de acoso y violación que vivió.

La manera en que Donny (Gadd) vive el acoso de Martha (Jessica Gunning) es tan particular como patológica.

Pocas veces se vio (al menos en una serie mainstream) que la víctima busque a su victimario, que lo acepte, que vuelva a él una y otra vez por ternura, lástima o porque el victimario le da lo que no tiene (Jacques Lacan también la hubiese disfrutado).

Gadd tiene la valentía de no hacer una serie para denunciar o para señalar con el dedo inquisidor a un supuesto culpable. En medio de la cultura woke reinante en las plataformas de streaming, Gadd es sutil y muestra la situación sin ponerse en el lugar de la militancia acrítica.

No milita su drama tontamente ni lo hace para que lo tomen de ejemplo, sino que desnuda su psicología y muestra su proceso traumático.

Gadd se da cuenta de que contar con honestidad y con humor lo que le sucedió es más efectivo que recurrir a la gravedad del drama militante, y de que eso es lo mejor para sentirse bien consigo mismo.

El actor no cae en el victimismo progre, va más allá y desafía la simplicidad reduccionista de la corrección política.

Gadd trata de comprender a quien lo abusa y lo viola (y no solo a Martha), momento de la serie decisivo, no solo por lo que significa una violación, sino porque el atroz episodio lo lleva a replantearse su sexualidad.

Y lo hace en una serie que se ve de un tirón, por lo adictiva que es su narración, por su guion, por sus situaciones plagadas de humor retorcido y personajes inolvidables, y, sobre todo, por las actuaciones de los protagonistas, a quienes deberían darles todos los premios.

En contra: Los límites de la exposición

Por Juan Manuel Pairone

Bebé reno tiene todo lo que querría cualquier showrunner. Por un lado, la crítica especializada ungió a la serie creada y protagonizada por el comediante escocés Richard Gadd como uno estrenos más destacados de 2024. Y en paralelo, desde que sus siete capítulos se pusieron a disposición, esta producción original de Netflix escaló rápidamente hasta convertirse en lo más visto de la plataforma en varios países.

No obstante, Bebé reno también es noticia por lo que sucede más allá de las pantallas. Luego de que su apasionante trama y los giros de su historia de acoso y abuso se convirtieran en tema de conversación global, el bagaje real de toda la cuestión pareció darle una lección inesperada a su creador.

Aunque la serie presenta y desarrolla con empatía los complejos temas que atraviesan a Gadd y su enfermiza relación con la mujer que lo acosó, el morbo que despierta el personaje de Martha (con la brillante actuación de Jessica Gunning) hizo lo suyo. En una época en la que no son pocos los espectadores que miran un producto audiovisual con su teléfono a mano listo para googlear, el nivel de exposición planteado por el protagonista y guionista se volvió en su propia contra.

Así, a sólo unas semanas de que la serie se estrenara, una mujer escocesa llamada Fiona Harvey se identificó como la referencia tangible de lo narrado en Bebé reno y aseguró incluso que fans de la serie la habían amenazado.

A su vez, el productor Sean Foley empezó a recibir amenazas por su parecido físico con el actor Tom Goodman-Hill (que interpreta al productor televisivo que abusa del protagonista). De hecho, Gadd tuvo que aclarar que Foley no era la persona en cuestión y pidió que las especulaciones al respecto cesaran.

Ese efecto boomerang era, sin embargo, más que esperable en el contexto hiperconectado en el que vivimos. Obviamente, Gadd tenía todo el derecho a exponer su historia en pos de una narrativa que evidentemente ha dejado una marca en nuestro presente. El problema es que no pareció tomar los suficientes recaudos a la hora de pensar lo que podría hacer el público con su fascinante relato.

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