La Voz del Interior @lavozcomar: Día del Docente Universitario: “Se trata de mover”

Día del Docente Universitario: “Se trata de mover”

“Enseñar sin saber cómo funciona el cerebro sería como diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”. Esta es la icónica frase de la gran pionera en neuropedagogía Leslie Hart, que viene muy a cuento en el día que celebra la función del docente universitario.

Pero ¿qué es la docencia? Por mucho tiempo se consideró al docente como una figura de supuesto saber, de total autoridad y a la que nada se le discutía. Además, por ser esto así, debía el alumno adaptarse al docente, “dejar sus emociones afuera”, porque al aula “venimos a aprender, no a sentir”.

Al menos, así era el criterio antes de que las neurociencias y la experiencia nos dijeran algo más.

Si bien es cierto que en parte nuestra tarea docente consiste en impartir conocimientos, también lo es estar continuamente actualizados respecto del objeto sobre el cual estamos trabajando. A saber: el cerebro y sus funciones; el cerebro y las emociones; el cerebro y la percepción de la realidad; el cerebro y la memoria; el cerebro y la curiosidad. Esto explica, en parte, el rol del cerebro como eje gravitante del aprendizaje.

Y esto ha sido así a lo largo de la historia. Justamente, los años 1990 se los reconoce como la década del cerebro; fue ese el momento en que emergieron las neuroimágenes, con las cuales se lograron percibir los procesos que ocurren, así como también la zona específica utilizada y afectada. Esto no es menor, dado que todas las vivencias –dentro y fuera del aula– tienen un determinado proceso mental.

Conocer el cerebro

Hay algunos datos muy relevantes sobre el cerebro que incumben directamente a la docencia, y nada mejor que este día para tenerlos presentes. Por lo pronto, el del humano es la estructura biológica más avanzada de la naturaleza y puede percibir varios estímulos en simultáneo, lo que también se llama percepción multisensorial. A esto se suma que es el único órgano consciente de sí mismo y que puede programar su propio “software”, lo que lo hace plástico, flexible.

Entonces, y siguiendo nuevamente a Leslie Hart, nos preguntamos si podemos ser buenos docentes y diseñar nuestros programas de clase sin conocer nada menos que el órgano específico del aprendizaje. La respuesta no debería hacerse esperar: claramente es imposible concebir la docencia y al mismo tiempo ignorar el cerebro.

Nos enfrentamos, por lo tanto, al desafío de crear una educación que necesariamente debe ser “cerebrocompatible”. Citando al psicólogo y periodista Daniel Goleman, esto sería “la capacidad para crear un ambiente positivo, seguro, en el que todos los participantes pueden dar lo mejor de sí”.

Nuestra tarea docente es descubrir el potencial de cada alumno, y para lograrlo necesitamos de la motivación. Al respecto, no es casualidad que las palabras “motivación” y “emoción” provengan de un mismo vocablo en latín, que significa “mover” o “movimiento”. Ahora bien, no sería posible mover algo que no despierte ninguna reacción en el otro. Por esta misma razón es que esa moción, ese movimiento, debe ser encauzada por quien imparte el aprendizaje.

Si tenemos en cuenta que un conocimiento será mejor recordado cuando existen procesos emocionales involucrados, es hora de poner en escena las emociones. Uno jamás se olvida de ciertos momentos de la autobiografía en los que hubo algo afectivo profundo; lo mismo ocurre con el aprendizaje. Por otro lado, la evidencia neurocientífica nos aporta todavía algo que sin duda es relevante: requerimos la mayor cantidad de sentidos posibles para que el aprendizaje sea mejor retenido. Y, más aún, cada alumno tiene una predominancia de hemisferios, un canal preferido de aprendizaje y ocho tipos distintos de inteligencias, con diferentes grados de influencia en sus procesos cognitivos.

A la luz de todo esto, ¿bastaría sólo la clase expositiva? ¿O, más bien, ya es hora de dar lugar a otros medios y canales de aprendizaje más inclusivos para la mayoría de los alumnos?

Quienes somos mediadores de aprendizaje; quienes enseñamos a aprender; quienes buscamos despertar interés y sobre todo dar aliento para preguntar e investigar, aliento para no tomar pasivamente lo que se imparte sin retarlo, sin interpelarlo críticamente con espíritu científico, estamos llamados a considerar vivamente estos aspectos. El triunfo de la tarea del docente es que el alumno quiera saber, que tenga urgencia por conocer. Eso, y no la acumulación indiferente de conocimientos, es el aprendizaje.

Que esta jornada nos encuentre juntos en la misión de despertar y acompañar. En otras palabras, se trata de mover, de no dejar nada como estaba.

* Docente de la Licenciatura en Psicología de Uade

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