Empiezan a aparecer las etapas de un plan que solo se habla con el FMI
El documento que difundió ayer el Fondo Monetario para comunicar la aprobación de las metas del primer trimestre de 2024 no vale tanto por lo que números que ya conocemos como por el sendero que insinúa. El Gobierno sigue enfrentando cuestionamientos por la falta de un plan de estabilización. Pero a juzgar por lo que revelan los técnicos del organismo, el problema no es su ausencia, sino su falta de discusión a nivel local.
Javier Milei le responde a sus críticos con cifras contundentes. La baja de la inflación, la acumulación de reservas y la reducción de la base monetaria en términos reales son piezas de un plan de estabilización. Pero a los que toman decisiones de inversión les gustaría conocer más sobre cómo sigue el camino.
El oficialismo no termina de blanquear si la meta final es la dolarización o no. Pero el Fondo ayer por lo menos puso en negro sobre blanco que el Gobierno camina en una transición hacia un nuevo régimen monetario, con competencia de monedas.
Es un primer avance sobre el que debería empezar a construirse un debate. Es cierto que puede resultar apresurado cuando todavía no están garantizadas las reformas que le den sostenibilidad fiscal al programa. El Fondo reiteró que el tiempo de la motosierra y la licuadora debe ser reemplazado por una política fiscal de mayor calidad y por una ecuación impositiva más equilibrada. Y ese es el objetivo de la Ley Bases y el paquete de alivio. Pero a la luz del ritmo que muestra el Congreso, la vigencia de esas normas llegará en junio.
Hay un esfuerzo evidente por construir certidumbre alrededor de la política cambiaria actual, que el equipo económico busca aislar de cualquier proyección futura. No quiere nuevos ruidos y por eso rechaza discutir si es sostenible el crawling peg de 2% o no. Reconoce distorsiones de precios en dólares pero repite a quien quiera escuchar que hay que prepararse para un horizonte de apreciación cambiaria.
No obstante, en algún momento la transición debe dejar de serlo, y el régimen monetario actual tendría que empezar a acomodarse a un esquema nuevo.
Milei y Caputo probablemente no tengan cerrados ni los tiempos ni las escalas de ese camino, ya que depende de variables que el Gobierno no tiene aseguradas al 100%. Esperan que haya más reservas, más ingresos, más actividad y más confianza en lo hecho antes de abrir el juego a lo que viene. Lo que queda raro es que ese debate ya haya comenzado en Washington y todavía espere el momento adecuado en Buenos Aires.
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