La Voz del Interior @lavozcomar: Vivir copiando: cómo es el libro “Galería de copias”, de Leticia Obeid

Vivir copiando: cómo es el libro “Galería de copias”, de Leticia Obeid

Asociado al plagio, al robo, al aprovechamiento de un supuesto “original” frente al cual habría que arrodillarse y rezar, el acto de copiar resulta muchas veces conducido al calabozo de las conductas reprochables. La copia es un fruto prohibido, una flor del mal (y del menor esfuerzo), un espejamiento degradado. Falso como besito de suegra. Así resulta al menos para quienes piensan en términos de blanco o negro, de sustancias y accidentes, y así se lee la copia en ciertos ámbitos artísticos y sociales.

No es el caso de la artista y escritora cordobesa Leticia Obeid. Su Galería de copias, una colección de ensayos breves, recorre e ilumina una galaxia de versiones, covers, réplicas, citas sin comillas, imitaciones y remakes que se traman para darle pulso a eso que llamamos cultura, arte, pero también a un conjunto de acciones vinculadas a eso que llamamos vida.

Partiendo de su propia práctica en el campo del video y de la escritura (su obra Dictados, por ejemplo, incluía copiar a mano la “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar, un documento de sorprendente actualidad), Obeid hace coincidir el mapa de la copia con el mapa de la existencia. Aprendemos copiando. Vivimos copiando. La copia es tan ubicua como el micelio.

La galería incluye imágenes, películas, voces, música, escrituras, gestos: versiones de King Kong, la industria del doblaje mejicano que acarició los oídos de varias generaciones, karaoke, la recaptura que hizo Taylor Swift de sus propios discos vueltos a grabar, fantasmas y médiums, el aprendizaje torcido de los movimientos de cadera en clases de danzas árabes, perros que parecen replicados.

La artista se incrusta con frecuencia en el catálogo, dotándolo de un delicioso susurro autobiográfico. En la entrada “Galería de copias”, que da nombre al libro y que suma imágenes de textos manuscritos (de Mario Levrero, de Lewis Carroll, de Alfonsina Storni, de Louis May Alcott, la autora de Mujercitas), anota: “La primera vez que intenté escribir algo, creo que a los ocho o nueve años de edad, empecé con una descripción de cuatro hermanas, una de las cuales tenía las manos muy hermosas y se llamaba Margarita. Fui censurada inmediatamente, por copiona”.

Copiar es entregarse, rozarse. Un gesto delicado es el modo en que la colección de ensayos de Obeid se deja perforar, invitando a otras voces (¿transcripciones?) a la conversación, deshilachando la idea rígida de autoría. Luis Obeid recuerda las tareas de falsificación de documentos de identidad que la columna Sabino Navarro, escindida de Montoneros, llevaba a cabo a principios de la década de 1970. Ana Gallardo le pasa el trapo a los mandatos y al polvo patriarcal que cubren el sistema artístico. Laura Benech radiografía la escena de los NFT y la posibilidad de certificar copias en el mundo digital. Fátima Pecci Carou, artista que fue injustamente acusada de plagiaria, de copiona, explica su trabajo apropiacionista sobre el manga.

Desertar del mandamiento que dice que copiar no vale es una operación sostenida en una tesis. Esa tesis enfatiza que la copia, lejos del aprovechamiento, es un método amoroso de entrega y de búsqueda por vía del tacto, del contacto. Una caricia, como la del lápiz sobre el papel, para reinventar lo que ya existe.

Galería de copias. Letica Obeid. Ripio Editora. 168 páginas. $ 18.500.

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