No poner las manos encima de la patria
En el balotaje del 19 de noviembre pasado, expresé públicamente, y está documentado, que aconsejaba no votar a los dos candidatos que quedaron. Expresé que no era lavarme las manos, sino “no ponerlas sobre la patria…”.
Me preocupaba de Javier Milei su personalidad agresiva, que era lo último que necesitaba nuestra patria para emprender un camino de concordia en busca de un proyecto de nación que nos comprenda a todos.
Esfuerzo brutal
El mensaje “anticasta” se instaló con mucha fuerza, pero lo que no nos dijo Milei en su campaña era que la destrucción de la casta pasaba previamente por el esfuerzo brutal del pueblo.
Se alió con grandes exponentes de la “casta” (Mauricio Macri y Patricia Bullrich) e intenta poner en marcha un plan de ajuste operado por el riñón de Macri (Luis Caputo); y, con una política de shock, cerró la fábrica de inflación que era la impresión irresponsable de moneda, retrajo la masa monetaria, obligó a los tenedores de dólares a que salieran a cambiarlos para pagar compromisos con ahorros, bajó la cotización del dólar blue y puede mostrar esa mágica solución del déficit primario en el “mayor ajuste de la historia”, como él dice. No conforme con ello, acuerda con el kirchnerismo la composición de una Corte Suprema de Justicia benevolente con Cristina Kirchner.
Pero al mostrar lo anterior, no puede esconder que sus medidas le costaron a la Argentina, sólo en tres meses, 3,2 millones de nuevos pobres. Está claro: enfrenta primero al pueblo y, para ello, se alió a la “casta”.
No hay dudas de que puso las manos sobre la patria. Había otras formas de sanar a la Argentina, pero ni él ni sus socios de la “casta” estaban en condiciones de entenderlo.
Nadie afuera
Sólo la humildad y el servicio como norte, el diálogo franco, sumados al espíritu de concordia, pueden lograr un nuevo proyecto para una nación por construir, donde no quede nadie afuera, especialmente en nuestra patria, donde miles de niños son abortados cruelmente en virtud de disposiciones administrativas nacionales que permiten la venta en farmacias de los fármacos letales.
Lamentablemente, ese acuerdo nacional necesita de una preparación en la cultura del encuentro, casi imposible en la forma que el actual Presidente y sus variados socios de la casta se embisten para la tribuna, en una horrible búsqueda de votos, gracias al “rentismo de grieta”.
Pero no conforme con lo anterior, y como suele suceder con este tipo de personalidades, ahora pone de nuevo las manos sobre la patria al pretender que todos los argentinos entendamos su relacionamiento con el querido pueblo judío. Pero confunde al pueblo judío con las autoridades actuales y circunstanciales del Estado de Israel, que por fortuna no son lo mismo.
Si no, pregúntenles a los 25 mil civiles palestinos (miles de mujeres y niños) que, según la agencia específica de la ONU, fueron asesinados, y a los 62.681 palestinos civiles que fueron heridos en el intento de las autoridades circunstanciales del Estado de Israel para castigar a Hamas por sus horrorosos crímenes del 7 de octubre pasado.
Libertad y dignidad
Ahora bien, destruir a Hamas produciendo un brutal genocidio en Gaza, poniendo en riesgo a sus propios rehenes secuestrados, muchos de ellos argentinos, no tiene nombre ni perdón, como no tiene nombre ni perdón lo que pasó el 7 de octubre.
Si a raíz de esos complicados relacionamientos, que sólo pueden explicarse en el fuero íntimo del Presidente y no en una prudente lectura de la realidad, nuestra patria sufriera alguna nueva agresión extranjera, habrá un solo responsable. Y ese es Milei.
El artículo 219 del Código Penal se ocupa de estas situaciones, más cuando aún no se puso en marcha el Consejo de Defensa Nacional, previsto en el artículo 14 de la ley 23.554.
Lo hecho, hecho está. Ahora es nuestro Presidente. Si le va bien a él, nos irá bien a todos. Apoyar a un presidente constitucional no significa no expresarle sus errores, más cuando algunos son brutales. Esto es responsabilidad especial de quienes lo votaron. Son ellos, precisamente, quienes tienen el derecho y la obligación de requerirle las rectificaciones necesarias.
El “pacto de mayo” tiene que ser un pacto de libertad y dignidad del pueblo que vive en las provincias, pero nunca una sala de castigo donde los gobernadores entren al compás de los látigos. Si no se hace bien, jamás será un pacto para recordar: sólo será un acting más de esta devaluada dirigencia.
* Exlegislador provincial
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