Seguros: por pocos se pone en duda a todos
Los oportunistas siempre se hacen notar, para bien o para mal. Cuando lo hacen positivamente agregan valor a la comunidad: emprenden, crean tecnologías y generan cambios trascendentes. Pero también hay «vivillos» que usan las circunstancias sólo a su favor: son los oportunistas negativos. Decrecen valor y luego salen en los medios desacreditando a toda la industria a la que pertenecen. Es lo que vimos recientemente en seguros, por unos pocos se ponen en duda a todos.
Hace 30 años soy periodista especializada en seguros y economía. Esta profesión ha permitido investigar grandes o insólitas acciones en el mercado. Algunas de mis investigaciones han sido mencionadas recientemente en los casos que se conocieron hace unas semanas.
Unos pocos organizadores de seguros, sociedades que administran a productores individuales y que se hacen llamar brokers, que confunden su rol profesional y tergiversan el mandato que han recibido de sus clientes, han echado un manto de sombra sobre una actividad (la del «seguro») que nace en la Argentina de la mano de Manuel Belgrano. Es este prócer quien promueve en 1796 una «Compañía de Seguros Marítimos y Terrestres para proteger el comercio de un país agricultor».
Hoy en 2024, y lejos de ese andar perjudicial que mencionamos más arriba, podemos decir que el mercado de seguros argentino ha atravesado todas las crisis económicas de nuestro país y sus profesionales probos han siempre apoyado la industria, el comercio y el crecimiento sostenido de las economías regionales.
Basta ver las noticias para dimensionar los enormes peligros que acechan a los países. Crisis económica global, que también es una crisis energética en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, pandemia COVID, cibercriminalidad en ascenso, cambio climático, guerras entre naciones, extremismos religiosos o regímenes dictatoriales, al igual que crecimiento del populismo, mesianismo o cualquier otro intento de imponer el poder.
El nuevo mensaje es que hay que protegerse contra todos esos riesgos y el seguro es la mejor opción. El seguro aporta capital contingente a un costo mínimo (la prima) y la sociedad toda se beneficia con una mayor eficiencia ininterrumpida en la cadena de producción, transmisión, distribución de bienes y servicios. Mucho más cuando «no hay plata», porque un daño enorme o una gran pérdida pueden desestabilizar las finanzas de cualquiera, aun las que parecen más solventes.
Hoy está en el tapete los aumentos desmedidos de las prepagas y su supuesta «cartelización». Mucho más sencillo hubiera sido de haber existido un «seguro de salud» comercializado por aseguradoras profesionales. Aseguradoras que tienen capital y reservas suficientes para hacer frente a las prestaciones médicas y hasta a las desviaciones actuariales.
De hecho, no hay mucha diferencia en el servicio de una ART (Aseguradora de Riesgos de Trabajo) y una Prepaga. Ambas tienen cartillas de prestadores, atención ambulatoria e indemnizaciones dinerarias.
Nuestros médicos y el ejercicio de la medicina en la Argentina son de primer nivel mundial. Los que mudan su futuro a otro país, dejan activa la posibilidad de asistirse en la Argentina. En el mundo la salud «privada» es provista por aseguradoras o entidades reguladas dentro del marco asegurador.
Pero, como siempre, nuestro país es una excepción, producto de un oportunismo en un momento político de nuestra historia. También quizás esto debería revisarse con la misma lente que se está utilizando con otros oportunistas.
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