Inmuebles, autos y maquinaria agrícola: los que le ponen fichas a la reactivación con el blanqueo
“Me siento estúpida por haber blanqueado mi plata”. La frase pertenece a la actriz y conductora televisiva Susana Giménez quien con su conocido lenguaje directo resumió hace cuatro años lo que no pocos argentinos sintieron tras haber puesto a la luz dinero soterrado.
Claro que en país donde la literalidad a veces es más fuerte que los hechos concretos, aquellas expresiones de la conductora levantaron polvareda e inclusive repudio. Pero en la Argentina la historia se repite y el país está a las puertas de un nuevo blanqueo, el impulsado por Javier Milei.
Durante la semana, el Gobierno remitió al Congreso el paquete de leyes fiscales que forman parte de la estrategia política denominada como “ley bases”. Allí se sitúan las reformas en el impuesto a las Ganancias, Bienes Personales y también el blanqueo de bienes, tanto dólares como propiedades.
Sacar la plata de abajo del “colchón” o de las cajas de seguridad entusiasma a no pocos sectores de la economía real que ven en la formalización de esos fondos una posibilidad para hacer negocios.
Quizá los dos rubros más entusiastas son el inmobiliario, ligado al desarrollismo o la venta de tierras, y el relacionado con la comercialización automotriz o la maquinaria agrícola, por ejemplo.
Premisas inevitables
Pero antes de llegar a esa situación, que los dólares ocultos conozcan la luz del sol, el blanqueo debe generar confianza y ser un éxito. Para eso “debe reunir varias condiciones”, advierte el tributarista César Litvin.
“Primero, la confianza en el rumbo del país; segundo, que tenga alícuotas atractivas; y tercero, que baje el peso de Bienes Personales”, enumera ante la consulta de LA VOZ.
De más está decir que el primer punto es el que corta la torta. “El dinero y el patrimonio se ocultan no tanto por un tema fiscal sino por protección patrimonial”, remarca el especialista, con oficinas también en Córdoba.
Pasó con Macri, blanqueo en el que entró la “Su”, donde se exteriorizaron U$S 116.700 millones, hasta ahora la moratoria más exitosa de los últimos 20 años. Néstor Kirchner, que también lo intentó en su gobierno, obtuvo solo U$S 4.300 millones, y Cristina Fernández apenas recogió U$S 900 millones, con una operatoria que incluía el uso de Cedin.
El segundo requisito, vinculado con la alícuota, estaría cumplido de aprobarse el proyecto, indica Litvin. Hasta el 30 de septiembre, ese cargo será “cero” para quienes exterioricen hasta 100 mil dólares, y pagarán solamente un 5% sobre la diferencia, cuando la suma declarada sea mayor. “Más barato que con Macri”, agrega.
En cuanto a la baja de Bienes Personales, la tercera condición, el análisis es básico. “Nadie va a querer entrar en un régimen de regularización si después lo matan”, dijo Litvin. El mismo argumento que graficó Susana para mostrar su indignación. “Es un país que nos está ahogando con los impuestos”, dijo en su momento.
Ese carga ahora será baja y para quien decida pagar cinco años, apenas fija una alícuota de 0,35% por año.
Litvin le vaticinó resultados promisorios al blanqueo. “No va a llegar a los números de Macri, porque en ese momento mucha gente ya entró y ese dinero está en blanco, pero será más exitoso que los de Néstor y Cristina”, estimó.
Ahora bien, ¿puede impactar en la economía real? Litvin le puso fichas. “Va a mover, en la medida que tenga éxito”, acotó. Si no se opta por dejar “estacionados” los fondos en una cuenta bancaria para pagar menos alícuota, esos dólares podrían volar hacia otras actividades.
Aunque falta la ley y su reglamentación, los dólares deben primero ser depositados en una cuenta bancaria con una declaración jurada y luego se podrán extraer libremente para realizar operaciones, explica el tributarista. “Paso primero por el banco y después lo extraigo para comprar lo que quiera”, afirma.
A los ladrillos
Roque Lenti, presidente de la Cámara de Desarrollistas Urbanos de Córdoba (Ceduc) afirmó: “No tengo duda de que el blanqueo va a ser uno de los motores fundamentales para varias actividades, actividades caídas”.
Desde el lado de la comercialización, el corredor inmobiliario Martín Dahan convalida ese criterio. “Los departamentos se van a mover todos, nuevos y viejos”, subrayó. Juega también en ese criterio el efecto “Coeficiente de Equidad Inmobiliaria”, entendió.
¿Qué significa? La página oficial de Rentas explica. “El Coeficiente de Equidad Inmobiliaria busca equilibrar la carga tributaria del Impuesto inmobiliario y asegurar que el monto final del impuesto no supere ni quede atrasado con respecto los índices de actualización de los precios”. Traducido, que una propiedad no pueda ser declarada muchísimo más barata de lo que vale realmente.
En los hechos, una persona con dinero en negro no podía cerrar una operación porque el CEI le impedía poner más plata de la que tenía formalizada. Ahora, de aprobarse la norma y con todo en blanco, podrá avanzar en la operación sin temer a más castigos que la alícuota.
Lenti observa “muchas chances” de que una persona que blanquee U$S 100 mil, se incline luego por comprar una vivienda o realizar una inversión inmobiliaria. “Será una buena alternativa para volcar dinero en la actividad económica, pese a que hay una fuerte suba de precios en todos los rubros de la construcción”, alerta.
“Algunos (proveedores) están fuera de contexto y tendrán que bajar. Otros quizás no. Pero ahora también aparece la posibilidad de importar para mejorar la competitividad, veremos”, señala.
Existe un factor adicional cuya dimensión es difícil de medir. Numerosas empresas acumulan divisas adquiridas en el mercado secundario al calor del excedente de pesos que generaba la mayor emisión. Hay allí, probablemente, proyectos de inversión esperando.
El campo y los autos
También el campo podría mostrar una reacción, en la compra de tierras o la adquisición de bienes de alto valor, como maquinaria.
Sebastián Parra, presidente de la Acara Regional Córdoba, que aglutina a los concesionarios, prefirió esperar “la letra chica” de la nueva ley antes de sumar entusiasmo al impacto del blanqueo. “Si se fija que se puede transaccionar libremente y entre los bienes están los vehículos, seguramente va a tener impacto”, expresó a este medio.
Lo positivo de todo este esquema es que hay fechas por delante. A la inversa de lo que sucede en la economía, donde la aparición de los “brotes verdes” es objeto de debate entre economistas. De salir aprobada la Ley, en octubre ya habrá resultados. A menos que la política depare pésimas noticias.
Cara chica, cara grande o azules
Un detalle que parece menor pero no lo es, pasa por cómo funcionará el mercado con las distintas versiones de billetes de dólar que circulan en el mercado. Aunque las normativas nada dicen sobre esto, lo legal es que en las transacciones sean admitidos por su valor nominal todos los billetes: los “cara chica”, los “cara grande” y los “azules”.
Martín Teicher, titular del Grupo Elyon, desarrollista, apunta las dificultades existentes a la hora de concretar operaciones para hacer circular todo aquel billete que no sea la última versión del dólar norteamericano.
Nadie sabe con precisión desde cuándo una persona guarda dólares por lo que bien podrían aparecer billetes de la primera denominación, impresos entre 1914 y 1996. Los “cara grande”, entre esa fecha y 2013, y la última versión, azulada, que circula desde ese año.
Teicher señala que los bancos son muy remisos a recibir cualquier otro dólar que no sea este último y en las transacciones se ponen reservas para recibir no solo las versiones “viejas” sino también los dólares sellados, manchados o con alguna marca. “Es algo que no corresponde y máxime en un contexto de debilidad económica como el actual. Es como si en el medio del desierto, alguien te ofrece agua y vos le pedís una gaseosa”, grafica.
La Reserva Federal ya aclaró en su momento que todos valen igual pero también dijo que no puede intervenir en las decisiones de mercados ajenos a Estados Unidos. En una transacción de, por ejemplo, U$S 70.000 para un propiedad, una penalidad del 5% “significa una fortuna”, dice Teicher. “Deberíamos entender que el dólar no es para coleccionar sino para usarlo”, concluye.
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