Como siempre, con aroma de final: lo que se puede esperar del River-Boca en Córdoba
No se puede decir que la Copa de la Liga no sea generosa. Tuvo un cierre de fase regular inédito y espectacular, que del torrente de alternativas ofreció como valor agregado nada más y nada menos que una final en el marco de un cuarto de final, del que River y Boca, Boca y River se harán cargo en un estadio Kempes ideal, repleto, con las dos hinchadas y con las mismas expectativas que han gobernado su historia.
No sería raro que los sismógrafos emitan señales a partir de las 15.30, o quizá un rato antes, en una clara repercusión de un movimiento inusual con epicentro en Córdoba, y no en el interior de sus profundidades, sino en la textura de su superficie, a flor de piel, a la altura del césped, o más específicamente desde el primer hasta el último escalón de un escenario que estará a reventar, inflado de ansiedad, de pasión y de la búsqueda infinita del triunfo.
Ese contexto ideal, con efusividad bien argentina, podrá ser observado por televidentes de 79 países, en otra clara señal de su trascendencia y de los atractivos autóctonos que lo diferencian de tantos grandes clásicos repartidos en el mundo. “El Kempes” ya fue anfitrión de numerosas manifestaciones de este tipo. Ya está acostumbrado a sentir voces extrañas en un país que todavía tiene la deuda de hacer convivir al anfitrión con su invitado. El deseo es que todos los participantes del acontecimiento estén a la altura de las circunstancias.
¿Y qué podrá pasar en el campo de juego? Detrás de la intensidad habitual que se presenta en todo superclásico, está el interrogante sobre si River hará prevalecer sus mejores individualidades en un trabajo en conjunto. ¿Lanzini jugará por Aliendro? En ese caso, habrá otro generador de fútbol que se sumará a “Nacho” Fernández y al “Diablito” Echeverri, del que se valdrán Solari y Colidio o Borja para buscar el arco de “Chiquito Romero. River tiene como resabio de la época en que lo dirigía Marcelo Gallardo su innegociable intención de demostrar con contundencia su superioridad, algo que no ha podido conseguir aun con muchos números positivos. Es más, su vulnerabilidad se ha visto expresada claramente en el trabajo continuo que ha tenido de un tiempo a esta parte Franco Armani.
Boca le opondrá su energía renovada, tras una clasificación agónica. Un disparo en el travesaño en su propio arco en el instante final pudo acabar con 14 partidos de recorrido irregular, con más sacrificio que creatividad, con pocas expresiones sobresalientes, lo que lo llevó a sentir el aliento de la frustración hasta el último segundo. En ese plano de claroscuros, hubo dos emergentes que por su calidad lograron torcer la discreta oferta del equipo. Uno es Kevin Zenón, el del botín sutil y a la vez trabajador, constante en sus buenas actuaciones, que le dio claridad y precisión a las llegadas de su equipo. Y el otro es un Edinson Cavani redivivo, en un estado de gracia generado por la misma hinchada, que lo sostuvo y lo abrazó en sus momentos difíciles de sequía, otorgándole un respaldo acorde a la envergadura de un goleador de clase internacional. En su caso, el resultado fue el regreso a la red, con algunas conversiones dignas de su estirpe.
Este panorama adorna el partido más esperado de todos. El que paraliza al país y el que despierta el interés en cada región en donde rueda una pelota del fútbol. El deseo es simple: habrá un ganador, habrá festejos, habrá lamentos, pero que no haya otra cosa más que estás formas puras y genuinas de sentir el fútbol.
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