Conflicto Ecuador-México: lo infranqueable ya no lo es
El principio básico de pacta sunt servanda, que sostiene que los pactos deben ser cumplidos, está perdiendo cada día más su fuerza. Nos enfrentamos a la posibilidad de que llegue un momento en el que este principio ya no tenga relevancia alguna. Esta realidad se manifiesta en el estado de crisis total en el que se encuentra el orden internacional liberal surgido tras el final de la Segunda Guerra Mundial, que parece estar ingresando en un período de anarquía.
El artículo 22 de la Convención de Viena de 1961 establece que “los locales de la misión son inviolables” y que “el Estado receptor no entrará en ellos sin consentimiento del jefe de la misión”. La Convención de Viena surgió en un momento crucial de la historia, cuando el mundo estaba emergiendo de las sombras de la Segunda Guerra Mundial y buscaba establecer un nuevo orden internacional basado en el respeto mutuo, la soberanía nacional y la cooperación entre estados.
En este marco, la inviolabilidad de las embajadas se erigió como un pilar fundamental para el funcionamiento efectivo de las relaciones diplomáticas. Esto no es simplemente una formalidad, sino una garantía vital para la seguridad y el bienestar de los diplomáticos y ciudadanos extranjeros en territorio extranjero. Su importancia trasciende lo meramente práctico: simboliza el respeto mutuo entre naciones soberanas y el compromiso con las normas y valores del derecho internacional.
Cambio en la dinámica política
En el pasado, el planeta estaba guiado por potencias que ejercían cierto papel de “policía del mundo”. Durante décadas, la Unión Soviética y Estados Unidos compartieron esta responsabilidad entre 1945 y 1989, y luego Estados Unidos asumió este rol en solitario desde 1991 hasta 2001. Sin embargo, hoy en día, las dos principales potencias económicas globales, China y Estados Unidos, no están en condiciones de asumir esa posición. La dinámica geopolítica ha cambiado y ello se percibe con claridad.
Es interesante recordar casos históricos que han puesto a prueba este principio. Desde la entrada de los soviéticos a la embajada británica en Moscú en 1918, hasta incidentes como el secuestro de la maestra Elena Quinteros del patio de la Embajada de Venezuela en Uruguay en 1976 o la quema de la embajada española en Guatemala en 1980, que tuvo lugar en medio de la guerra civil del país centroamericano y dejó 37 personas asesinadas.
Lo “novedoso”, si se quiere, de los acontecimientos en la embajada mexicana en Quito es que se trata de dos gobiernos democráticos. Si bien desde Ecuador se acusa al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de haber interferido en asuntos internos del país al haberle otorgado asilo a un dirigente político acusado de delitos de corrupción, el gobierno mexicano defiende que estaba protegiendo a un perseguido político.
Esta postura se vio reforzada por las declaraciones del embajador mexicano y de la canciller del gobierno, Alicia Bárcena, quien comunicó el inmediato rompimiento de las relaciones diplomáticas con Ecuador hasta tanto se solucione la situación.
México tiene una larga historia de asilo y su diplomacia ayudó a salvar miles de vidas a lo largo del siglo 20. El viernes 5 de abril fue víctima de un atropello sin precedentes. Lo cierto es que hoy el mundo tiene cada vez menos reglas intocables. Lo que parecía una línea infranqueable ya no lo es.
* Magister en Relaciones Internacionales; becario doctoral del Conicet
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