Comentario de La primera profecía, una película cinco estrellas: las babas del diablo
La primera profecía es cinco estrellas de acá a la China. Ni el diablo se hubiera imaginado que saliera tan bien. Trataremos de explicar por qué la opera prima de Arkasha Stevenson, precuela del clásico de 1976 de Richard Donner con Gregory Peck, es tan buena y, por momentos, tan brillante y genial.
Lo primero que hay que decir es que demuestra un conocimiento exhaustivo de la tradición en la que se ubica y mucho amor por las películas que cita (el momento Isabelle Adjani de Possession es uno de sus puntos más altos) y por los subgéneros que aborda, como el nunsploitation (películas con monjas), las sectas religiosas y los rituales satánicos, articulados con fluidez narrativa y con actuaciones tremendas, como la de la protagonista, Nell Tiger Free, una actriz potente y talentosa, capaz de hipnotizar con su fotogenia y de transmitir las complejidades de su personaje.
La historia se desarrolla en 1971, cuando la joven estadounidense Margaret (Tiger Free) es enviada a Roma para iniciar una vida al servicio de la Iglesia y, en el orfanato donde se hospeda, empiezan a suceder cosas raras, siniestras, con niñas que están como enajenadas y situaciones oscurísimas en los pasillos y en las habitaciones, en las que se realizan partos clandestinos con las monjas de cómplices, lideradas por la temible hermana Silva, interpretada por la gran Sonia Braga.
Que se ubique en la década de 1970 es toda una declaración de principios cinematográficos y estéticos, ya que, en esos años (tanto en el cine norteamericano como en el europeo), se hicieron grandes películas que marcaron a las posteriores generaciones de espectadores y de cineastas.
La trama se desenvuelve no sólo como una película de esa época, sino también como un homenaje que se nutre de los códigos y de la libertad de ese cine. Y este es el otro mérito de la directora, quien, en la primera hora, se toma toda la libertad del mundo para desarrollar al personaje de Margaret y la historia de terror en la que se ve envuelta.
Cuerpos femeninos y libertad
El momento del boliche, con la protagonista bailando liberada, es de una fuerza inusual en el cine mainstream. Allí reside su potencia política. Porque, en definitiva, de lo que se trata es de la liberación femenina. El cuerpo es la clave y el filme muestra cómo la Iglesia siempre quiso tener su control.
Para que se den una idea: las chicas del orfanato son violadas por el Diablo, porque la Iglesia quiere traer al mundo al Anticristo para que la gente vuelva a creer en Dios.
El contexto es de manifestaciones estudiantiles en contra de las autoridades de Roma. Y la Iglesia no quiere perder poder y está dispuesta a hacer lo peor.
La decisión de puesta en escena es inteligente porque, cuando aparece el Diablo, se lo muestra con sugerentes planos detalles, y los efectos especiales son otro acierto, ya que se parecen a los que se hacían en la década de 1980, sobre todo en su plasticidad.
La osadía de la directora es la gran virtud de la película, quien no olvida que también es una película de terror comercial y que, por eso mismo, tiene que cumplir con ciertos giros de fórmula, logrando una conjunción casi perfecta de cine arte y cine clase B.
Para ver
La primera profecía (The First Omen, Estados Unidos/Italia/Reino Unido, 2024).
Terror.
Calificación: excelente.
Dirección: Arkasha Stevenson.
Guion: Tim Smith, Arkasha Stevenson y Keith Thomas, basado en los personajes creados por David Seltzer.
Elenco: Nell Tiger Free, Ralph Ineson, Sônia Braga, Tawfeek Barhom, Maria Caballero, Bill Nighy, Nicole Sorace, Andrea Arcangeli, Ishtar Currie Wilson, Charles Dance, Dora Romano, Anton Alexander y Guido Quaglione.
Fotografía: Aaron Morton.
Música: Mark Korven.
Duración: 120 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.
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