Pese al rechazo del DNU, la política siempre deja un puente para cruzar
El rechazo al DNU de desregulación económica que plasmó el Senado la semana pasada no fue el inicio de una nueva guerra legislativa. De la misma manera, el voto negativo de Martín Lousteau no implica una ruptura con la UCR ni mucho menos. Este contexto es importante a la hora de evaluar cómo sigue la hoja de ruta libertaria, ya que Javier Milei
tiene margen de recomponer la situación. Depende de la capacidad de negociación de su equipo y de que los gobernadores perciban que a medida que pasan los meses, el flujo de recursos que recibirán será cada vez más limitado. Depende de la capacidad de negociación de su equipo y de que los gobernadores perciban que a medida que pasan los meses, el flujo de recursos que recibirán será cada vez más limitado.
A la Casa Rosada no le cayó bien que la vicepresidenta Victoria Villarruel agendara el tratamiento del DNU en la sesión pasada (que en los hechos, fue la primera reunión ordinaria del año). Ya es público. Pero el resultado no hubiese sido distinto, ni antes ni después. La relación de fuerzas en el Senado es muy desfavorable, y la capacidad de resistir la convocatoria a sesionar, también. En consecuencia, solo había que elegir el momento en el que se iba a producir.
Ahora, la relación interna en la Cámara alta no estaba rota. Tuvo poca trascendencia, pero los legisladores votaron ese día la ley antilavado, que fue sancionada por unanimidad. Era urgente que la UIF recibiera un nuevo marco legal, porque la Argentina está siendo examinada ahora mismo por el GAFI. Y no contar con esta norma hubiese sido más gravoso que la batalla que, previsiblemente, se perdió por el DNU.
El voto Lousteau es todo un capítulo, pero tiene que verse también con los lentes de la interna radical. El senador porteño quiso mantener un perfil propio, para no quedar lejos del votante que reivindica los valores progresistas de la UCR y no simpatiza del todo con Milei. Fue una jugada a mediano plazo, en la que sabe que su capital político irá de la mano de la gestión de Milei. Si al Presidente le va bien, subirá el posicionamiento de gobernadores como Alfredo Cornejo o Gustavo Valdés (que criticaron su movida). Si le va mal, haber sido crítico en los inicios le habilitará un camino propio.
El punto que vale en este contexto es que los aliados de Milei no pueden votar afirmativamente todo los que les pide el Gobierno (porque se desdibujan como partido, el riesgo que corre el PRO) ni todo en contra, porque se vuelven kirchneristas. Tienen que ir por un sendero de apoyos racionales, sin llegar a ser incondicionales.
Esto significa que después de la primera guerra de la Ley Bases y el rechazo al DNU, el bloque dialoguista tiene más espacio para acompañar al gobierno en esta ronda. El puente que cruza ambas posiciones quedó en pie. Si todos hacen lo que corresponde, cruzarlo no debería ser un problema.
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