Vladimir Putin, tras el récord de Pedro el Grande en el poder ruso
Las elecciones presidenciales se celebrarán en Rusia en marzo. Es inevitable que gane el actual presidente, Vladimir Putin.
Putin ha estado en el poder (ya sea como presidente o como primer ministro) desde 2000. Si vuelve a ganar, y cumple su mandato completo de seis años, habrá estado en el poder durante 30 años, más que cualquier líder ruso o soviético desde el zar Pedro el Grande (que murió en 1721).
Los candidatos viables de la oposición en estas elecciones brillan por su ausencia. Algunas figuras simbólicas, en su mayoría leales a Putin, han anunciado que también se postulan.
De estos, sólo el líder del Partido Comunista, Nikolai Kharitonov, es probable que obtenga muchos votos. En las últimas elecciones presidenciales de 2018, el candidato comunista quedó en segundo lugar detrás de Putin (12% de los votos frente al 77% de Putin).
¿Candidatos de la oposición?
A algunos candidatos potenciales que querían oponerse a Putin –y en concreto a la guerra en Ucrania–, se les ha denegado, por dudosos motivos burocráticos, el permiso para hacerlo. En este sentido, se destaca la activista por la paz Yekaterina Duntsova. Pero es un candidato valiente el que podría tratar de oponerse al presidente en funciones en estas elecciones.
En el pasado, las principales figuras de la oposición en la Rusia de Putin que se enfrentaron a él y que cuestionaron su autoridad han tendido a ser tratadas con dureza.
El liberal Boris Nemtsov fue asesinado, por ejemplo, en 2015 a las afueras del Kremlin (supuestamente por agentes vinculados al FSB de Putin). Y otros destacados críticos de Putin, como Alexei Navalny y Mijail Jodorkovsky, han sido enviados a la cárcel en Siberia.
Navalny sigue encarcelado, pero Jodorkovsky está ahora exiliado en Londres. Por lo tanto, es mejor para el interés de la salud de Duntsova que su nombre no aparezca en ninguna papeleta de votación.
¿Elecciones libres?
Aunque Putin podría sin duda participar en algunas artimañas electorales para asegurarse ser reelegido con una amplia mayoría, buscará, sin embargo, ser respaldado por un mandato significativo. Quiere que las elecciones parezcan libres y justas.
Necesita que las elecciones sean vistas como “limpias” como un medio para cimentar su legado como líder estatal ruso. No quiere que la historia lo recuerde como un líder que sólo pudo permanecer en el poder como un dictador.
Y parece que será reelegido por una clara mayoría del pueblo ruso. Como líder, Putin ha gozado con frecuencia de un gran apoyo popular. Recientemente, tuvo un índice de aprobación del 80%.
La advertencia es, por supuesto, que los medios de comunicación rusos patrocinados por el Estado siempre han respaldado a Putin y lo han pintado bajo una luz muy halagadora. Además, en los últimos años, y especialmente desde que comenzó la guerra de 2022 en Ucrania, cualquier medio de comunicación que criticara a Putin o, más ampliamente, a la política estatal ha sido severamente reprimido o incluso expulsado del país. Rusia tiene unos medios de comunicación que ahora están totalmente en manos de Putin.
Ganar con holgura
Putin también necesita ganar, y ganar holgadamente, para protegerse de cualquier desafío a su gobierno desde dentro de su supuesta base de poder. Desde que llegó a la presidencia, ha desarrollado una importante red de vínculos clientelares que involucran a personas de los diversos “ministerios del poder” y a figuras políticas de alto rango, oligarcas y líderes militares.
En esencia, todos ellos confían en sus propias posiciones de liderazgo –y de creación de riqueza–, ayudados por la firme mano de Putin sobre el timón del Estado.
Pero si el electorado parece decidir que Putin no goza de apoyo popular –y que, por lo tanto, es un líder débil–, entonces un número significativo de esas personas en posiciones de poder –los “siliviki” (hombres fuertes)– pueden sentir la necesidad de actuar. Es posible que quieran derrocarlo para mantener la estabilidad de un Estado que sirva a sus intereses.
El futuro de Putin
Lo que no querrán es nada parecido a lo que sucedió después de las elecciones presidenciales bielorrusas de 2020. El presidente Alexander Lukashenko estuvo a punto de ser derrocado por una ola de protestas callejeras a raíz de lo que parecía ser una “farsa” electoral.
De hecho, el propio Putin recibió un duro golpe en 2011, cuando ocurrió lo mismo en Rusia. Miles de manifestantes salieron a las calles de Moscú y de San Petersburgo después de unas elecciones aparentemente fraudulentas. Putin estaba conmocionado. La estabilidad del Estado estaba amenazada.
No puede permitir que vuelva a suceder lo mismo. Así que, a pesar de todas las tentaciones, necesita mantener estas próximas elecciones presidenciales lo más “libres” y justas posible.
Si bien Putin parece disfrutar ahora de un alto grado de popularidad en Rusia (aunque en gran medida diseñado por los medios de comunicación), esto puede no durar. La guerra en Ucrania se prolonga y exigirá pérdidas continuas tanto de sangre como de tesoros rusos. Más específicamente, la guerra requerirá el compromiso de más y más hombres rusos.
Es inevitable otra ola de movilización, profundamente impopular.
Los enormes costos de la guerra ejercerán presión sobre el gasto en bienestar social. Y los impuestos subirán, al igual que la inflación. El régimen de sanciones impuesto a Moscú por Occidente servirá para socavar gran parte de la economía rusa. Los tiempos se volverán más difíciles para los rusos comunes e inevitablemente se culpará a Putin.
Es posible que gane estas elecciones presidenciales en marzo, pero puede ser incierto cuánto tiempo puede permanecer en el poder, dadas las demandas inevitables de los próximos meses.
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