La política argentina es adicta a la caja fácil de las retenciones
Hoy en el centro de escena del debate público argentino se encuentra el tratamiento de la Ley ómnibus enviada por el Gobierno al Congreso, que busca esencialmente construir un nuevo régimen económico anclado en el equilibrio fiscal.
Es un cambio de paradigma para Argentina pensar en un régimen de equilibrio luego del desastre de los últimos cuatro años. Sin embargo, es interesante ver cómo, aunque sea de forma transitoria, este gobierno de fuerte perfil liberal también abusa del uso de las retenciones para sanear el desgobierno del gasto heredado.
La política argentina y hasta la sociedad se han hecho adictas a la imposición de este tipo de impuestos que ahoga al productor agropecuario, pero que por otro lado es altamente eficiente como caja recaudatoria. En consecuencia, la dirigencia política nunca asume los errores de sus decisiones al taparlas con la caja de las retenciones, pero se llena la boca hablando de la necesidad que tenemos de producir más y exportar más. Palabras al viento…
Javier Milei y Lula da Silva: volver a empezar
Al pensar en esto, recordé uno de mis últimos viajes a Brasil, donde en una animada conversación con un grupo de empresarios paulistas, junto a algunos productores agropecuarios del centro oeste brasileño, estaban discutiendo sobre la reforma tributaria que quiere llevar adelante el gobierno Lula. También debatían sobre los grandes problemas que enfrenta Brasil con relación a la decisión del gobierno actual de seguir aumentando el gasto y bancar este gasto con más impuestos, bajo pretexto de mantener el equilibrio fiscal. Desde ya, todos en esa ronda se quejaban de la altísima presión impositiva que sufren en Brasil, y mucho dudaban del beneficio que podría traer a la sociedad, la instauración del IVA en 27%, reemplazando al ICMS estadual, siendo este IVA uno de los más altos del planeta.
En este contexto, uno de los asistentes recordó cómo hace más de 20 años atrás, el gobierno del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso, luego de lograr la estabilización de la economía con el Plan Real, empujó una reforma tributaria extraordinaria que eximió de impuestos a todos los productos exportados por Brasil, y luego en el 2003 dicho espíritu se plasmó en la constitución mediante una enmienda constitucional.
Promulgada en 1996, la Ley Complementaria 87/1996 -conocida como Ley Kandir por su autor, el entonces diputado federal y economista Antonio Kandir- estableció la exención del pago del ICMS a las exportaciones de productos o servicios primarios y semielaborados. La ley no apareció por casualidad y fue parte de un marco legal que permitió la estabilidad económica brasileña a partir de 1994, cuando se instauró el Plan Real.
Para que se consolidara el nuevo plan económico de Cardoso, el cual poseía como una de sus anclas antinflacionarias un formidable retraso cambiario, que ya en 1995 comenzó a generar un fuerte déficit comercial, fue necesario buscar crear superávits en la balanza comercial para brindar mayor sustentabilidad al Plan Real. Por esta razón, se promulgó la famosa Ley Kandir, eximiendo de impuestos a las exportaciones de productos básicos o semimanufacturados. Con este estímulo fenomenal, Brasil inicia un proceso de crecimiento de las exportaciones a partir del momento que deja de exportar impuestos distorsivos. La Ley estimuló los sectores exportadores, incrementó la balanza comercial positiva, y se convirtió en un importante beneficio para los productores rurales brasileños. Proporcionó beneficios sociales y desarrollo a todas las regiones del país.
Debe reconocerse que la Ley Kandir permitió que los productos agrícolas brasileños ingresaran al mercado internacional de manera competitiva, convirtiéndose en uno de los sectores más dinámicos de la economía nacional, y uno de los principales proveedores de alimentos para el mundo. Sin ella, el país retrocedería 30 años en el mercado internacional, donde Brasil sufriría por la reducción de las exportaciones y el superávit en la balanza comercial que sigue siendo hasta hoy un pilar fundamental del Plan Real.
Por su parte, la Confederación de Agricultura y Ganadería de Brasil, elaboró un estudio sobre los impactos que traería una posible derogación de la Ley Kandir para la economía brasileña, y para los productores rurales en el marco de la reforma tributaria. El resultado muestra que la competitividad de los productos brasileños en el mercado internacional se desplomaría, con una caída de los precios al productor del orden del 25% y, en algunos casos, haría inviables las exportaciones (cualquier similitud con Argentina es pura coincidencia).
Javier Milei, Jair Bolsonaro y los protocolos
Pese a los beneficios claros para el sector privado, en Brasil al igual que en la Argentina, la voracidad por el gasto y la presión impositiva, han buscado demonizar este marco regulatorio por haber desfinanciado en parte las arcas de los estados. Pero, cabe destacar que Brasil en los años ’90, tomó una decisión fundamental para transformar su economía al no caer en la tentación de la aplicación de retenciones, una formula fácil para recaudar casi siempre aplicada de forma transitoria que como vemos en el caso argentino ya se transformó en una institución intocable para todos los colores políticos. La Ley Kandir junto a la aprobación de la enmienda constitucional, estableció una barrera infranqueable para la política oportunista, que protegió al empresariado brasileño, y principalmente al agronegocio de la implementación de abusos con las retenciones e impuestos distorsivos, y eso desembocó en una industria, en un agronegocio y una economía en general mucho más dinámica y pujante que en Argentina. Este ejemplo nos llama a la reflexión, para preguntarnos si como sociedad ¿estamos convencidos que nuestra salida es el mercado global para genera mayor prosperidad? Si es así, entonces debemos ser coherentes con nuestro deseo, y apoyar el difícil proceso exportador y no sofocarlo como lo hacemos con el agronegocio mediante esta droga a la cual somos adictos que son las retenciones.
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