La guerra por la herencia del banquero más rico del mundo: los millones en juego
Mientras a fines de 2019 el banquero más rico del mundo guardaba reposo, mareado por los efectos de una fuerte medicación y aquejado por la reaparición de tumores cerebrales, supuestamente se ponía en marcha una trama para modificar su testamento.
Joseph Safra, el brasileño de origen libanés heredero de una venerable prosapia de financistas, estaba perdiendo el dominio sobre su imperio mundial de US$ 25.000 millones con bancos, propiedades e intereses en agronegocios que había construido de manera persistente durante decenios.
El enigmático magnate murió justo al año siguiente, a los 82 años. Fue poco después de que el hijo del medio, Alberto Safra, supiera que había perdido la herencia que le correspondía por acción de su madre y dos hermanos.
Esa es al menos la versión de los hechos que divulgó Alberto, de 43 años, en una serie de explosivas demandas judiciales presentadas contra otros familiares, quienes se esforzaron por negar cualquier irregularidad.
En documentos legales presentados a comienzos de este año ante un tribunal del estado de Nueva York, Alberto alega haber sido privado equivocadamente de la herencia luego de las disputas con su hermano menor, David, que desembocaron en su partida de la administración de la casa de préstamos que había formado Joseph. Sostiene que, acosado por dolencias físicas y neurológicas, su padre no estaba en condiciones médicas de firmar documentos relevantes.
El resto de la familia Safra rechazó enérgicamente las acusaciones. Afirman que Joseph era «plenamente competente» y que desheredó a Alberto por haber creado una empresa rival y llevarse parte de sus talentos, en rechazo a las invitaciones que le hicieron para que se quedara. Fue esa «traición» la que llevó al banquero a modificar el testamento, indican las presentaciones de abogados de la viuda, Vicky.
Luego de la disputa, Joseph llegó a prohibir que Alberto entrara en la sede de su principal banco en Brasil, señaló el abogado de un miembro de la familia.
«La familia niega las acusaciones y lamenta el camino que escogió Alberto, quien primero atacó a su padre mientras estaba vivo y ahora lo hace con su memoria», declararon en un comunicado en respuesta a la acción judicial.
Como gran parte de la fortuna de Joseph fue transferida a su esposa e hijos mientras estaba con vida, ellos sostienen que también Alberto recibió unos US$ 3600 millones en activos antes de la muerte del patriarca.
Antes de diciembre los Safra deben presentar sus argumentos en favor del rechazo de la demanda, después de lo cual un juez de Nueva York determinará si debe seguir adelante con un proceso que promete llamar la atención.
Todo forma parte de una disputa legal multijurisdiccional, que se desarrolla en despachos y salas de audiencias de Nueva York a Suiza pasando por San Pablo y Londres. El caso arrojó luz sobre una marca comparable a la de los Rotshchild o los Lazard e igual de famosa por su discreción, una característica propia de los servicios de banca privada que ofrece a algunas de las personas más acaudaladas del mundo.
Las presentaciones judiciales, algunas de las cuales fueron fuertemente censuradas, revelan una agria contienda en el seno de la dinastía y una lucha por poder y riqueza que evoca a la serie Succession.
En uno de esos documentos Alberto denuncia que su madre y hermanos contrataron sin su consentimiento a un experto médico para que confirmara que su padre mantenía sus aptitudes mentales. También alega que otros familiares le impidieron participar en discusiones referidas al cuidado de Joseph y prohibieron que lo visitara.
«Es una familia de banqueros respetada en todo el mundo -aclara Rafael Schiozer, profesor en la Fundación Getulio Vargas-. Por supuesto que todas estas disputas podrían dañar su reputación».
De Aleppo a San Pablo
La herencia bancaria de la familia Safra -el apellido significa amarillo, el color del oro- se remonta unos 180 años atrás a la ciudad de Aleppo, en el norte de Siria. Desde aquel centro del comercio en la época otomana financiaban caravanas de camellos y cambiaban divisas, hasta que se expandieron a Constantinopla y Alejandría.
Pero el motor financiero actual tiene sus orígenes en el Beirut de la década de 1920, cuando el padre de Joseph, Jacob, fundó el banco que habría de manejar la riqueza de la próspera comunidad sefardí de la ciudad.
En 1953 Jacob trasladó su familia a San Pablo, que entonces era un metrópolis en rápido crecimiento con población sirio-libanesa y emigrados judíos.
Junto con sus hermanos mayores Edmond y Moise, Joseph siguió a su padre hasta Brasil. Edmond tuvo una carrera brillante fuera de América del Sur, mezclando a Wall Street con la mística de los bancos privados suizos, pero murió trágicamente en 1999 al incendiarse su departamento de Monte Carlo.
Joseph y Moise edificaron sobre los cimientos que había dejado su padre en Brasil hasta hacer del Banco Safra un importante prestamista comercial, un banco de inversiones y un guardián confiable de los secretos financieros de los súper ricos. A eso le siguió la expansión internacional y desde su cuartel general de 24 pisos en la famosa Avenida Paulista de San Pablo, la entidad insignia del grupo es, por activos, el quinto banco más grande del sector privado de Brasil.
Llamado afectuosamente Seu José (Señor José) por sus empleados, Joseph Safra era conocido por su atención a los detalles y sus reglas exigentes. «Son una cultura de ganadores. Son muy serios y trabajan mucho, a diferencia de otras familias que se hacen ricas y les gusta disfrutar de la vida», afirma uno de los 10 empleados actuales o retirados que hablaron con el Financial Times.
Empleados que empezaron desde abajo hablan con cariño de ese aprendizaje. Pero si bien algunos profesionales experimentados llegados de otras firmas se quedaron durante años, a otros les resultó difícil adaptarse, comentan antiguos trabajadores.
«La norma de Safra en cuanto a sus directivos ha sido siempre la de quedarse con los mejores y los estratégicos, y mezclar juventud y experiencia», señalan en el Banco Safra.
Aunque cerró operaciones de relevancia como la compra en 2014 del edificio «Gherkin» en Londres por 726 millones de libras y una participación en la mitad del productor de bananas Chiquita, Joseph no cortejaba la notoriedad. Filántropo reconocido por sus donaciones a hospitales, escuelas y causas judías, el difunto banquero rechazaba la atención pública y rara vez concedió entrevistas.
«No era el tipo de persona que quería ser visto en Davos», cuenta una persona cercana a la familia, aludiendo a la reunión anual de las elites en Suiza como parte del Foro Económico Mundial.
El Grupo Safra fue hecho a su imagen. Tiene la reputación de ser conservador y de eludir riesgos, lo que lleva a los rivales a bromear que Joseph sólo les prestaba a los que no lo necesitaban. Ninguno de sus bancos cotiza en Bolsa, eligieron mantenerlos como entidades privadas.
Joseph y su esposa de origen griego, Vicky Sarfaty, tuvieron tres hijos -Jacob, Alberto y David, todos formados en la prestigiosa escuela de negocios Wharton de los Estados Unidos- y una hija, Esther, quien no está implicada directamente en la empresa familiar. Cuando se aproximaba el momento en que debía asumir el poder la nueva generación, las tensiones ya se estaban acumulando.
Guerra de hermanos
Según la minuciosa planificación sucesoria de Joseph, el hijo mayor Jacob fue designado a cargo de las operaciones fuera de Brasil, lo que incluía a J Safra Sarasin, un destacado banco privado europeo con sede en Basilea.
Los dos hermanos más jóvenes fueron ubicados como codirectores del Banco Safra. Alberto se ocupaba de la banca empresaria y David, el más joven del trío, quedó a cargo de la banca individual y de inversiones.
Internamente no era un secreto que había diferencias de opinión entre ellos, indican exempleados, antes de que las cosas finalmente llegaran a un desenlace. «Es una historia que se repite», opina una figura de las finanzas brasileña refiriéndose a una anterior disputa interna.
En los 2000, la negativa de Moise a vender a Joseph su parte en el negocio familiar impulsó al hermano menor a crear una filial competidora, J Safra, que estaba cruzando la calle frente al Banco Safra en San Pablo. Su objetivo eran los clientes existentes del banco hasta que Moise finalmente cedió y vendió su parte en 2006, con lo que le otorgó el control total del grupo.
Las presentaciones judiciales de Alberto indican que su hermano David «nunca aceptó el papel que le había asignado nuestro padre» y «quería incrementar su dominio sobre sectores del banco de los que yo era el responsable».
«(Su) ambición de más poder e influencia llevó a desavenencias profesionales y personales sustantivas», agregan.
Sus disputas contaban con la mediación de Joseph hasta que el declive en la salud le impidió intervenir en los temas empresarios cotidianos, indica el relato de Alberto. Al ver que su propio poder decaía, Alberto renunció al directorio en octubre de 2019.
En un documento elevado al tribunal de Nueva York, abogados del resto de la familia calificaron la salida de Alberto como «un acto de ingratitud y deslealtad» que causó «profunda tristeza» a su padre.
El documento también lo acusa de abusar de su «posición de confianza para sabotear documentos de recursos humanos, robar decenas de empleados y apropiarse de datos bajo protección legal».
Luego del cisma, Alberto alega que su padre y sus hermanos conspiraron para reducir drásticamente su herencia, y que actuaron para convencer a Joseph de que modificara el testamento a pesar de que el octogenario «estaba en aquel momento impedido cognitivamente y, o bien no lo aprobó ni lo firmó, o lo hizo bajo la influencia indebida (de la familia)».
Alberto también denuncia que tras la muerte de Joseph su madre y hermanos siguieron tomando acciones para perjudicar sus intereses en diferentes empresas de Safra.
Sin embargo, el resto de la familia responde que fue el propio Joseph quien, perturbado por la deslealtad de su hijo, «pronto tomó medidas para reducir la participación (de Alberto) en el negocio familiar».
Expertos legales sostienen que Alberto enfrenta la dificultad de probar que Joseph se hallaba bajo una influencia indebida. Sus abogados tendrán que apelar a «emails, relatos personales de lo que sucedió y apoyarse en el hecho de que (Joseph) era vulnerable», comenta Cori Robinson, abogada de herencias y fideicomisos activa en el estado.
«Es una gran carga -aclara-. Poner en duda la comprensión y la influencia indebida y quién persuade a quién siempre es desgraciado, es doloroso y francamente muy difícil de probar».
La causa en el tribunal del estado de Nueva York se vincula con SNBNY, la casa matriz del Safra National Bank of New York, cuya oficina principal está en la Quinta Avenida de Manhattan. Un exempleado del Grupo Safra dice que la institución es «una de las joyas de la corona…es como una vitrina para Safra».
La demanda de Alberto sostiene que su madre y hermanos, junto con directores de la compañía, procedieron ilegalmente al reducir su porción en la SNBNY del 29 al 13,5 por ciento mediante la emisión de nuevas acciones a través de «maniobras contables impropias». También alega que le impidieron designar un miembro en el directorio.
«Son una cultura de ganadores. Son muy serios y trabajan mucho, a diferencia de otras familias que se hacen ricas y les gusta disfrutar de la vida».
El resto de la familia responde que el tema accionario fue una decisión de Joseph y que Nueva York no es el foro apropiado para la demanda, en vista de que la casa matriz tiene domicilio en Gibraltar. Su intención es que la causa sea rechazada.
Un tribunal diferente en Nueva York otorgó en 2022 un importante triunfo inicial a Alberto al aceptar su pedido de que se exigiera la divulgación de la historia médica de Joseph en hospitales como el Mount Sinai y el Memorial Sloan Kettering Cancer Center. Se presume que los médicos deberán prestar testimonio sobre la salud mental de Joseph en sus años finales ante autoridades de Suiza, donde el magnate tenía residencia y donde se ejecutarán finalmente su testamento y última voluntad.
De acuerdo con un fallo de 2022 Alberto pretende usar la evidencia médica para cuestionar la validez de dos testamentos radicados en el país europeo. La causa se sustanciará en un tribunal de la comuna alpina de Crans-Montana.
No tan malo para los negocios
La posibilidad de que antes de eso las partes lleguen a un acuerdo ha sido tema de conjeturas periodísticas, y hay informaciones de que Alberto está dispuesto a vender a la familia sus partes en varias compañías de Safra. También hay procesos de arbitraje que tienen lugar a puertas cerradas en Londres.
Una resolución reduciría la perspectiva de una disputa prolongada en diferentes tribunales que captaría más atención indeseada sobre los potentados de la banca brasileña.
«Es Alberto contra el mundo», afirma Robinson, quien agrega que la familia estaría dispuesta a detener la causa antes de que llegue a un jurado. A su juicio, una vez que pasa a los tribunales «el gato sale de la bolsa…No puedo imaginar que nadie quiera que sus negocios se ventilen así, especialmente personas con esta enorme riqueza y legado».
Los representantes de Alberto, al igual que los de la familia Safra, se negaron a hacer comentarios para este artículo.
De momento la pugna familiar no parece haber afectado el rendimiento de una marca famosa por su solidez. Los resultados anuales del Banco Safra muestran que en 2022 superó los 4 millones de clientes. Los ingresos netos aumentaron levemente hasta llegar a los 2200 millones de reales (US$ 424 millones), a pesar de que debieron destinar 1200 millones de reales a una cadena de venta minorista golpeada por un escándalo contable que afectó a varios otros prestamistas en Brasil. El retorno sobre el capital -una medida clave de la rentabilidad en el sector- fue de 13,6 por ciento, en baja frente al 14,8 por ciento del año anterior.
Con todo, hay escepticismo sobre la capacidad de Safra de atraer a una generación más joven de consumidores. «Su imagen no es la de un banco muy moderno, tal como se exige hoy para el crecimiento -apunta el profesor Schiozer-. Ese es su talón de Aquiles».
Directivos en el Banco Safra consideran que esas críticas obedecen a un problema de percepción e insisten en que siguen invirtiendo en tecnología e innovación, impulsados por una inyección de capital de los accionistas que el año pasado fue de 7400 millones de reales. «Confiamos en crecer con calidad y sostenibilidad», afirmó uno de ellos.
El Banco Safra sostiene que en muchas áreas de actividad «ha rendido históricamente muy por encima del promedio del mercado».
Está avanzando en la parte minorista, donde sus fortalezas son los préstamos garantizados y las inversiones de clientes acaudalados, pero algunos observadores señalan que en Brasil ese es un sector competitivo en el que los prestamistas afianzados se hallan bajo la presión de nuevos desafiantes.
Otros analistas opinan que David está renovando la entidad junto con Silvio de Carvalho, director Ejecutivo que no proviene de la familia. «Últimamente ha hecho inversiones significativas y abundantes contrataciones», señala David Panico, fundador de la consultora de negocios Orbiz Capital, quien por dos años dirigió el banco de inversiones de Safra. «Creo que la mente de David está mucho más abierta a lograr que el banco sea una plataforma completa».
Mientras tanto, Alberto prosigue con su emprendimiento personal, Asa Investments, una firma de administración de activos de estrategias múltiples. En 2022 su fondo principal derrotó a los 188 pares brasileños registrados por Bloomberg, y consiguió un retorno del 39 por ciento después de honorarios.
Arminio Fraga, fundador de Gávea Investimentos en Río de Janeiro y extitular del banco central de Brasil, sintetiza la opinión común sobre la familia y su elasticidad: «Tienen visión de largo plazo y la reputación de ser comerciantes y sobrevivientes».
La versión original de esta nota se publicó en el número 359 de revista Apertura.
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