Cultura y nuevas masculinidades: productos que exponen con humor, reflexión o militancia el rol del varón
“Me llamo Santi y soy machista. Yo me llamo Luis y también soy machista. Yo soy Pedro y se ve que soy machista. Yo me llamo Raúl (duda) y no sé que coj… hago aquí, ¡los espero en el bar!”. Esa escena de Machos alfa, la serie que estrenó Netflix a principio de año, resume el estado actual de ciertas masculinidades.
La ficción española, aunque con muchas falencias, vino a traer un tema espinoso a los consumos culturales masivos de la actualidad. Así como Machos alfa, en el último tiempo han surgido libros, documentales, canciones e intervenciones artísticas que pretenden leer el momento actual de crisis en la que se encuentran las masculinidades al perder parte de sus privilegios de género frente a los movimientos feministas que desde hace ya varios años vienen bregando por igualdad de derechos.
En la ficción española, el disparador de una especie de terapia grupal para machistas es cuanto menos cómico y pretende poner en cuestión un tema ríspido, dejando expuestas las contradicciones humanas en una época en la que es muy difícil llegar a acuerdos entre discursos polarizantes.
Esa serie no es la única de Netflix que ahonda en el tema. Con una mirada un poco más sagaz, más actualizada y apuntada a un público más joven (y por ende, más permeable a los avances en materia de género), Sex education muestra cómo adolescentes y adultos abordan con mayor o menor naturalidad el desafío de replantear los modelos tradicionales de los varones.
Uno de los ejemplos es el personaje de Otis Milburn, hombre hetero-cis que puede sentir muchas inseguridades distintas, pero dejarse vestir llamativamente por su amigo gay Eric o acompañar a este a fiestas LGTBIQ+ no es una de ellas.
Por otro lado, Michael Groff deberá dejar de lado su rol de padre de familia tradicional, duro e inabordable si quiere no solamente descubrir qué disfruta realmente en esta vida, sino salvar la relación con su esposa y, sobre todo, su hijo, a quien ha alejado en su trato de padre distante, exigente e inflexible.
Unos y otros, jóvenes o grandes, deberán trabajar con sus miedos y sus sensibilidades para enriquecer su vida y aprender a ser vulnerables.
Documental
Días atrás, la directora cordobesa Lucía Lubarsky presentó en Córdoba su documental El silencio de los hombres, una película que ya ha dado vueltas por varios festivales y que explora cómo se paran los varones en la actualidad frente a los procesos sociales.
“Si te digo la palabra ‘varón’, ¿qué se te viene a la cabeza?”, se escucha como disparador de varias entrevistas a hombres en el tráiler del documental. Una de las respuestas sintetiza la mirada de una época: “¡No sé! Está todo medio raro ahora”.
Consultada sobre por qué fue una mujer la que decidió hacer un documental sobre los hombres, Lubarsky arranca haciendo una aclaración: “Los directores varones que se me vienen a la cabeza que trabajan con estos temas son homosexuales, con lo cual no dejan de ser minorías o disidencias sexuales los interpelados por esta indagación que siempre nace desde una incomodidad, de una sensación de distancia”.
Agrega que a las mujeres hace años que “nos está atravesando todo esto y nos surge preguntarnos dónde están los varones, qué está sucediendo con ellos”. Lubarsky esboza una respuesta: “Es posible que para muchos varones hetero-cis, más cercanos a lo que podría ser una masculinidad más normativa o hegemónica, habitar esos discursos implica romper un montón de códigos o de lugares de complicidad en los que hay que ver si nosotras no los estaríamos criticando o tildando de ‘aliados’”.
Y cierra: “Hay que ver hasta qué punto un varón se puede autoobservar de esta manera, cuando toda la vida la sociedad les dijo que ellos son la foja cero. Los varones tienen que llegar a replantearse los roles de género, los privilegios, lo que implica para ellos es un esfuerzo artificioso. Para nosotras, cuestionar eso casi que se nos viene dado porque hay una sociedad que muchas veces nos desplaza, nos invisibiliza y nos violenta”.
Libros
Al menos dos libros muy distintos editados recientemente ponen en cuestión el tema en estos tiempos de cambios. Por un lado, la ficción Querido comemierda, de Virginie Despentes, presenta los pensamientos de un escritor cancelado por acosador; y por el otro, De chicos a hombres se presenta como un libro de herramientas pedagógicas para padres que crían a varones en estos tiempos de cambio.
Sobre Querido comemierda, es interesante contar cuál fue el momento que disparó el interés de la escritora francesa para presentar a Oscar, uno de los personajes de la novela.
“Hace unos tres años, tuve una cena con algunas amigas lesbianas, feministas, todas del mundillo editorial. Y una nos contó que sabía que un señor que conocíamos todas iba a ser denunciado en el marco del #MeToo. Lo conocíamos todas, era el típico borracho y cocainómano supergracioso, pero al que también sabíamos capaz de todo tipo de tonterías. Al final, no pasó nada porque la chica no lo denunció y tampoco volví a verlo. Pero, durante toda aquella cena, recuerdo que nos preguntábamos qué íbamos a hacer: ¿llamarlo para preguntarle qué había hecho? ¿Vamos a insultarlo? ¿Vamos a defenderlo o a acusarlo? ¿Podremos seguir trabajando con alguien que sabemos que no es el peor de todos, pero que es, sin dudas, parte de esta manada que puede destruirle la vida a alguien?”, dijo Despentes en una entrevista reciente a Télam.
Y agregó: “Me sedujo el desafío literario de meterme en la cabeza de un hombre, no sólo porque siento que los conozco muy bien (…) tengo muchos amigos así y no entienden mucho lo que está pasando con las mujeres”.
Lo interesante del libro es que la autora explora la situación desde sus bordes, desde los grises de la cancelación, sin quitar responsabilidades, pero tampoco bajando una línea unidireccional en las culpas.
Con la excusa de exponer el pensamiento del acosador, se despliegan una serie de preguntas ineludibles pero cuyas respuestas requieren procesos y de acuerdos conjuntos.
Por otro lado, ya no desde la ficción, sino desde el ensayo y la pedagogía, De chicos a hombres se adelanta al problema y propone soluciones para repensar las masculinidades en formación.
Al respecto, la editorial anuncia: “Aprendieron (les enseñamos) que debían ser fuertes, valientes, protectores y proveedores. Que las emociones no se muestran. Pero la realidad cambió, y ahora les exige reconocer sus privilegios y hacerse cargo de las violencias que conllevan”.
Y agrega: “A veces con alivio, otras con enojo y frustración, tienen que desaprender reglas que no inventaron y responsabilizarse de una herencia que no pretendían. Mientras lidian con mandatos y eluden prejuicios, chicos y adolescentes de hoy van descubriendo cómo hacerse hombres en este mundo de verdades que tambalean. Son tiempos de redes, escraches, protocolos, en los que las chicas asumieron un protagonismo novedoso y a veces inquietante”.
Música
La música es, sin dudas, un terreno fértil para repensar procesos y exponer un estado de situación. Sin embargo, con demora, la música mainstream hasta el momento sólo se está abriendo a los feminismos y, desde sus demandas, las mujeres han conseguido avances, como la ley de cupo femenino en festivales. Sin embargo, no se avizoran obras musicales masivas en las que, desde la industria del entretenimiento, los varones replanteen sus roles sociales, como ocurre con películas o series.
Pese a eso, ha habido artistas que desde sus espacios han plantado bandera sobre el asunto, sobre todo en géneros como el tango o el folklore, dos espacios preponderantemente masculinos.
En el tango, quienes están replanteando los roles de género son mujeres que, como en el caso de Virginie Despentes o de Lucía Lubarsky, exponen al varón frente a sus contradicciones e incomodidades. Lo hacen modificando las letras de los clásicos o proponiendo nuevos discursos sobre el “compadrito”.
Por el lado del folklore, un varón viene manifestándose abiertamente sobre las nuevas masculinidades: Juan Iñaki. Una vez más, se trata de un referente de la comunidad LGBTIQ+, quien, consultado al respecto, dice que “las disidencias no piensan masculinidades nuevas, las disidencias las habitan, las van haciendo al andar, las van construyendo con el cuerpo, con los trabajos, con las experiencias”.
En ese sentido, Iñaki presentará este sábado por la noche en Sindicato de Maravillas (Libertad 326) un show llamando Relatos y canciones de putos del interior, en el que junto con el actor Martín Cabrera evocan, entre canciones y relatos, algunas historias de lo que ellos llaman “los putos del interior que habitan nuestro maravilloso y diverso país”.
Y en referencia a por qué cuesta tanto que los varones repiensen estos roles y los manifiesten en obras de arte, Iñaki es muy contundente: “Los varones hetero-cis tienen que ponerse a pensar cómo ser otros varones hetero-cis. Es un ejercicio muy diferente para el que necesitan sentarse con otros chongos, hablar, decir fútbol sí, fútbol no, porno sí, porno no. No digo que no sea angustioso y conflictivo, y es un lugar en el que no quisiera estar en este momento el de las nuevas masculinidades. Los hombres están necesitando elaborar cátedras para resolver lo que la disidencia ya integró, porque integró el de cero, porque integró lo que somos. Entonces es lógico que sean las disidencias quienes marquen esa directriz, porque son quienes construyen, pero no quienes enseñan”.
El músico asegura además que el “mundo hetero-cis está a años luz todavía” de replantearse las cosas profundamente, aunque dice que “hay buenas semillas plantadas”.
Es interesante mirar hacia el futuro, como propone Iñaki, pero también repensar qué pasó en estos últimos años desde que, por ejemplo, él se manifestó públicamente sobre su sexualidad en un medio históricamente machista y muchas veces conservador y tradicional. ¿Hubo cambios? ¿Se están repensando las masculinidades en el folklore?
Iñaki dice que en el medio pasaron muchas cosas, pero la pandemia, sin dudas para él, ha dejado huella. Y agrega: “El pensamiento sobre nuevas masculinidades es algo que empezó hace ya un tiempo largo, y que felizmente va a ser cada vez más grande y no va a cesar”.
Y para cerrar, dice que para todo hay un contexto: “La música es un contexto. Lo folklórico es un contexto dentro de la música, y uno de los más hostiles, de los más duros de ablandar. Y hablo a todos los niveles: a nivel público, convivencia, a nivel trabajo entre compañeres. Hay cada vez hay más propuestas que suben la causa al escenario y que deciden encarnarlo así. No es donde yo me siento ubicado, pero siento que es una manera válida, posible y respetable, y además es una manera de dar la lucha. Todavía está muy tenso ese territorio, pero esas propuestas no encuentran lugar en las grillas, no encuentran lugar en los espacios, aunque sí en las grandes ciudades, pero no en la coyuntura folklórica”.
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