La Voz del Interior @lavozcomar: Regular como medicamentos los protectores solares

Regular como medicamentos los protectores solares

Con las altas temperaturas producidas por el calentamiento global, se ha vuelto imprescindible incluir, entre los enseres para una jornada en una playa o en una piscina o simplemente para salir a la calle a horas en que golpea el sol, un protector solar con fundadas propiedades para el cuidado de la piel.

Es decir, no se trata de un producto meramente cosmético, sino que está destinado a la prevención de enfermedades producidas por la exposición a la radiación solar; entre ellas, el cáncer de piel.

Es aconsejable escuchar a la comunidad médica especializada en dermatología cuando advierte que un protector solar debe ser usado casi a tiempo completo, incluso fuera de la época estival. Es la forma de evitar el impacto de los rayos ultravioletas.

En resumen, y conforme a la opinión que dejaron profesionales en dermatología para un informe que publicamos días atrás, hay que modificar la vieja regla que en la Argentina determina que los protectores solares son productos “estéticos “y no medicamentos.

Y, como consecuencia directa, no tienen cobertura de las obras sociales, muchas de ellas más dispuestas a poner escollos que a dar soluciones.

Los especialistas médicos y sectores políticos parlamentarios a escala nacional bregan desde hace años para que estos artículos de uso indispensable para el cuidado de la piel sean considerados medicamentos y, en función de ello, incorporados como prestación al Programa Médico Obligatorio.

A estos avatares se agrega la exponencial suba de precios que han mostrado durante los últimos tiempos los protectores solares (como así también los remedios en general) atados a la trepada del dólar y a la inestabilidad económica por una inflación galopante. Todo parece anclado en la incertidumbre, en la especulación y en las infaltables avivadas.

Uno de los testimonios aportados a la nota periodística es elocuente: en un año, el protector solar que valía $ 7.000, ahora cuesta $ 15 mil y el más caro trepa hasta los $ 30 mil, contó un usuario. Vale la reiteración: se trata de personas con patologías dermatológicas a las que se les prescriben productos específicos para su tratamiento. Y, en muchos casos, a “precio dólar”.

Será complicado llegar a la meta de gratuidad del artículo en cuestión para pacientes con antecedentes de cáncer de piel, pero no se puede demorar la sanción de una reglamentación a escala nacional que contemple la cobertura de las obras sociales. Es un deber del poder político dar respuestas a la comunidad, más aún tomando en cuenta que en este negocio de precios dolarizados y primeras y segundas marcas hay de por medio casos de dermatología pediátrica.

Las prevenciones y buenos consejos se extienden a los veraneantes que van a exponerse a los rayos solares en los destinos turísticos o en la pileta casera. Ya no es relevante si el bronceado caribe ha perdido el auge y la moda de décadas atrás.

Se trata de la precaución individual para evitar riesgos sanitarios. Y los formadores de precios y el Estado no pueden permanecer indiferentes.

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