La Voz del Interior @lavozcomar: Fin de la intriga, no de la incertidumbre

Fin de la intriga, no de la incertidumbre

Argentina eligió este domingo un nuevo presidente. Y aunque esta vez el resultado estuvo dentro de lo esperable, hacía tiempo que una elección no generaba tanta incertidumbre.

La consagración de Javier Milei terminó sólo con la intriga de quién sería el elegido. Pero no agota la incertidumbre. Y quizá la potencie. El primer test será mañana, cuando abran los mercados tras el fin de semana largo.

Será clave, no obstante, la madurez que demuestren el Gobierno actual y el equipo que debe asumir el 10 de diciembre, para acordar una transición ordenada. Si se quiere contribuir a que el país salga del marasmo económico y social, los tiempos de chicanas y golpes bajos deben quedar en el pasado.

A la hora de buscar adjetivos para calificar al larguísimo ciclo electoral que este domingo terminó en la Argentina, podríamos hablar de agobiante, estresante, pauperizante. Y lo de pauperizante no aplica sólo al potencial que este período de confrontación tuvo para acentuar la pobreza que afecta a casi la mitad de la población. El dispendio de recursos alentó la inflación hasta ubicarla arriba del 140% interanual.

Pero la contienda refleja, además, otra pobreza no menos preocupante: la institucional.

Dirigentes oficialistas y opositores mostraron su costado menos edificante, más negativo.

Un presidente que pareció acogerse a una jubilación anticipada para dedicar sus días a viajes que tuvieron más de turísticos que de aportes a las relaciones internacionales.

Una vicepresidenta que eligió el ostracismo y que sólo en ocasiones abrió las puertas del Senado, aunque no para debatir los graves problemas que afectan a la sociedad, sino para intentar cerrar las causas judiciales que son su única preocupación.

Un ministro de Economía que confundió candidatura presidencial con razón de Estado y dilapidó billones de pesos para intentar el milagro de llegar al poder desde las profundidades del averno inflacionario.

Una oposición que priorizó rencillas, chicanas y hasta denuncias de alto voltaje contra rivales internos antes que diseñar un plan de gobierno alternativo al que legítimamente cuestionaba.

El discurso de Milei como flamante presidente electo pareció comprender la necesidad de un cambio en la dinámica política. No abundó en definiciones; en realidad, reiteró una y otra vez sus clichés campaña, como el de “volver a abrazar la idea de la libertad” para terminar con “la decadencia argentina”.

Pero en respuesta al desafío de Sergio Massa de que el nuevo presidente será responsable de lo que ocurra a partir de mañana, Milei advirtió que los actuales gobernantes deben hacerse cargo hasta terminar su mandato. Y anticipándose a eventuales movilizaciones sindicales y sociales a los “drásticos cambios” que se propone aplicar desde diciembre, subrayó que será “implacable con quienes quieran usar la fuerza para defender sus privilegios”.

Y agregó: “Si no avanzamos rápido hacia los cambios, nos dirigiremos a la peor crisis de la historia”.

Buena parte de los más de 14 millones de votos que el domingo recogió apostaron al cambio, aun cuando no coincidieran con muchas de sus audaces propuestas de campaña. Pero la inmensa mayoría llegó a las urnas con la certeza de que esa esperanza, esa apuesta al cambio es, en todo caso, de difícil cumplimiento.

La urgencia de dar respuestas será el mejor camino para evitar una nueva frustración colectiva.

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