La Voz del Interior @lavozcomar: Otra vez una división de la UCR favorece al peronismo

Otra vez una división de la UCR favorece al peronismo

Es irrelevante debatir si la historia se repite. Y, en su caso, si lo hace como comedia o como tragedia. Respecto de los radicales, desde sus orígenes en la última década del siglo XIX hasta hoy, sus divisiones y enfrentamientos forman parte sustancial de su naturaleza.

Por eso a nadie debe extrañar que, para los comicios presidenciales de este domingo 19 de noviembre, algunos radicales apoyen a Sergio Massa y otros voten por Javier Milei. De este modo repetirán el error, el grave error cometido en 1946, en la elección que consagró como presidente al entonces coronel Juan Domingo Perón.

Es un lugar común (y una falsedad histórica) decir que Perón haya triunfado limpiamente. La verdad es que contó con los enormes recursos del Estado controlado por los militares que depusieron al gobierno civil el 4 de junio de 1943. Pero no fue el único instrumento del que se valió para imponer su candidatura. Hubo, además, dos factores decisivos que le permitieron sumar 1.478.000 votos y superar de ese modo los 1.215.000 de la coalición de partidos políticos que se llamó Unión Democrática.

Uno de esos factores fue el pronunciamiento de la Iglesia Católica. Todos los obispos –con excepción de monseñor Miguel de Andrea– instruyeron a los fieles para que votaran por Perón, porque este había prometido que mantendría en las escuelas públicas la enseñanza de la religión católica.

La célebre ley 1.420 (que consagró la escuela obligatoria, gratuita, común y laica) había sido derogada en diciembre de 1943 por la dictadura militar, y la Unión Democrática estableció en su programa que la primera medida por adoptar sería la de restablecer la plena vigencia de esa histórica ley. Además, la Iglesia Católica prohibió a sus fieles que votaran a los partidos que propiciaran el divorcio vincular, que fue otra propuesta de la coalición antiperonista.

Un error descomunal

El otro factor que tuvo enorme gravitación en las urnas fue el descomunal error cometido por la Unión Cívica Radical al negarse a que se incorporaran a la Unión Democrática los partidos y grupos liberales de las provincias. Sobre la necesidad de formar un frente que impidiera el triunfo de Perón, quien nunca ocultó su adhesión al ideario del fascismo, la UCR antepuso sus antiguas rivalidades con esos partidos provinciales.

Ofendidos por la actitud del radicalismo y profundizadas así las heridas históricas, los grupos antifascistas se fracturaron. La mitad de sus adherentes apoyó a la Unión Democrática y la otra mitad, al peronismo. Para que se tenga una idea siquiera aproximada de la incidencia de la actitud dogmática del radicalismo, debe decirse que la mayoría de los antirradicales de la provincia de Buenos Aires, con la casi totalidad de sus dirigentes, se sumaron a las filas de Perón. Y, con ellos, miles de sufragios.

En nuestra provincia, el tradicional Partido Demócrata, el de Ramón J. Cárcano y José Aguirre Cámara (para mencionar sólo a dos de los dirigentes políticos más cultos que tuvo nuestro país), se sumó desinteresadamente a la alianza democrática, pero la mayoría de los católicos afiliados a ese partido se sumó al peronismo.

Basta este dato para medir la incidencia del error radical en el resultado: en 1940, en la elección provincial para gobernador, el Partido Demócrata obtuvo unos 100 mil votos. En cambio, en la elección de 1946, su fórmula para gobernador y vice sólo obtuvo 70 mil votos, y el resto, formado por militantes católicos, votó por el candidato peronista Argentino Auchter, quien triunfó por apenas 180 sufragios.

Luego de asumir el poder en junio de 1946, Perón dispuso la disolución de todos los partidos y grupos políticos que lo apoyaron y los reemplazó por el Partido Único de la Revolución, que lo tenía como autoridad suprema. En simultáneo, comenzó a designar como “enemigos” a los adversarios políticos y lanzó su cruel consigna: “Para los enemigos, ni justicia”.

Destituyó a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, exigió a los magistrados judiciales su afiliación al partido del que era jefe supremo y se hizo otorgar facultades extraordinarias por el Congreso.

Desapareció la República, sus instituciones fueron suprimidas o reemplazadas por corporaciones empresariales y sindicales, y las provincias y sus gobiernos feudales se convirtieron en dependencias del poder central. Hoy las autoridades del radicalismo (quienes seguramente ignoran el pasado antes resumido) se aprestan a repetir ese grave error.

Razón tenía el sociólogo italiano Gaetano Mosca –uno de los primeros que ya en 1926 denunció que el gobierno de Benito Mussolini llevaría a Italia a la guerra y a la dictadura– cuando explicó en su obra que no bastaba que una nación contase con ríos y lagos, con tierras fértiles, con armada mercante, con sembrados, en fin, con riquezas materiales para que su Estado garantizase la libertad y el progreso de la población. Para que el Estado cumpla su misión de proteger el interés general – explicaba Mosca–, es necesario que esté conducido por una clase política preparada, capacitada, culta, que no se deje corromper… En fin, parece que el sociólogo italiano estaba pensando en nuestro país cuando lo escribió.

En síntesis: los radicales se pelean entre sí no porque tengan rivalidades insuperables o ambiciones condenables. Lo hacen porque carecen de preparación, porque ignoran la historia argentina, porque no están informados ni capacitados para comprender que hay decisiones políticas que pueden provocar graves daños al país.

* Abogado

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