Maquinaria agrícola: un apagón tecnológico y una demanda insatisfecha
“Esto es día a día”. Así describió un ejecutivo de una empresa global de maquinaria agrícola la situación por la que atraviesa la producción del sector, a partir del comportamiento restrictivo del Sistema de Importaciones de la República Argentina (Sira) para la autorización del ingreso de componentes.
Además de la incertidumbre que genera el cepo para poder mantener la actividad en las fábricas, las compañías multinacionales que operan en el mercado nacional se lamentan de la pérdida de oportunidades para mejorar las ventas.
Si bien el nivel de demanda de tractores y de cosechadoras en lo que va del año está en baja en relación con 2022, las empresas sostienen que hay un nicho de equipamiento –en especial, tractores de alta potencia y cosechadoras por encima de la clase 8 (de 375 a 410 CV)– por el que el productor manifiesta interés y que no está ingresando al país.
Ante la imposibilidad de acceder a esos equipos, decide no invertir en otros más chicos, por lo que se genera una demanda insatisfecha de tecnología.
Hasta agosto, los registros de patentamientos a nivel nacional (que son un indicador parcial de las ventas domésticas) mostraban una caída de 30% en la registración de cosechadoras y de 11% en la de tractores, con una participación cada vez más reducida de los equipos fabricados en el exterior.
En los últimos cinco años, la importación de cosechadoras al país muestra una tendencia a la baja.
En 2018, las compras al exterior fueron de 63,2 millones de dólares, precisamente la mayor cifra en los últimos cinco años.
El 2022, el ingreso de estos equipos requirió de 12,59 millones de dólares, 80% menos, según los datos del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés), organismo mixto de cooperación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) y la Organización Mundial del Comercio.
Brasil sigue siendo el principal proveedor de cosechadoras al mercado nacional. El 93% de los envíos son de ese país. El resto proviene de Estados Unidos, y en menor medida de Europa.
En tractores, sucede algo parecido.
En el segmento de potencia de hasta 100 CV, los ingresos de unidades se redujeron de un valor de U$S 20,14 millones en 2018 a U$S 6,30 millones en 2022, lo que representa una caída de 69%. Se trata del nicho de tractores más pequeños, con fuerte incidencia en economías regionales y producciones más intensivas.
Aun a pesar de su pequeña dimensión, China, Brasil e india son los principales abastecedores.
En tractores de entre 100 CV y 175 CV (los de mediana potencia), el achicamiento de las importaciones es aún mayor. Las compras externas durante el año pasado por un valor de U$S 4,66 millones representaron una caída de 84%, en relación con los U$S 29,19 millones de 2018.
En el último año, y en referencia al origen de las importaciones, se repitió el podio de los tractores más pequeños: Brasil, China e India fueron sus mayores proveedores.
El apagón tecnológico tiene mayor dimensión en los tractores de mayor potencia, de más de 175 CV.
En 2018, las importaciones de este segmento de vehículos totalizaron U$S 113,17 millones, lo que representó la mayor cifra en los últimos cinco años. A partir de ahí, la disminución fue en caída libre. En 2022, las compras medidas en dólares cayeron a 10,1 millones, lo que representa una disminución de 91%.
Brasil, con el 70% de las importaciones, Estados Unidos y Alemania encabezaron el año pasado el ranking de exportadores de tractores de alta potencia al mercado nacional.
En lo que va del año, la tendencia sería a una nueva reducción de las cifras, a partir de una proyección que indica una vuelta más sobre el torniquete que contiene las importaciones.
La posibilidad de sustituir estos faltantes (tractores de alta potencia y cosechadoras con mayor capacidad de trabajo) con producción nacional no es fácil para las empresas globales con plantas en el país.
El desarrollo de proveedores, muchos con componentes electrónicos, no es una tarea sencilla y demanda tiempo. Mientras tanto, el atraso tecnológico queda evidenciado en un parque de tractores y de cosechadoras en el cual la mayoría de las unidades ronda los 15 años de antigüedad.
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