Miradas opuestas a Karol G: ¿una “bichota” con sello propio o una más del montón?
A favor: más allá de los flashes
Por Juan Manuel Pairone
Karol G viene rompiendo récords y esquemas. Recientemente, alcanzó el hito de ser tapa de la revista Rolling Stone en su edición original y se convirtió en la primera mujer latina en cerrar el festival Lollapalooza en Chicago. También alcanzó un logro equivalente en las listas de ventas, donde trepó al número 1 de las listas en Estado Unidos –y en Spotify, a nivel global- con su más reciente álbum, Mañana será bonito.
De algún modo, todo ese raid de reconocimiento mediático e industrial es una consecuencia directa de lo que viene haciendo la colombiana, que desde hace años se ha convertido en parte del star system del pop global. Aunque, eso sí, siempre en sus propios términos, como pregona en el disco en el que se dio el gusto de compartir temas con referentes como Shakira o Romeo Santos.
De hecho, Carolina Giraldo Navarro se erigió además en una referente a la hora de hablar de cuerpos reales en un medio muchas veces idílico y dañino en materia de expectativas. El video de Provenza, editado un año atrás y también presente en su cuarto álbum, es el ejemplo concreto de esa variable pero también lo son sus habituales publicaciones en redes sociales sin filtro alguno o su bandera contra la “violencia estética” de algunas publicaciones.
No obstante, sería un error plantear la trascendencia ganada por la colombiana como algo independiente de su música. Desde que en 2006 su carrera tomó impulso al participar en el reality show Factor X, la artista no ha parado de elevar su propia vara personal con canciones que, además de apetecibles para el gusto popular de su tiempo, se han evidenciado como grandes composiciones pop.
Lo anterior puede refrendarse en las versiones cuarteteras de 200 copas (la de Q’ Lokura y Vanessa Velázquez, suprema) o la relectura post punk de Bichota que hace el grupo chileno Friolento. En esos ejemplos -muy distantes entre sí- lo que se alcanza a percibir debajo de la superficie es una capacidad de generar conexión más allá de cualquier piel estética circunstancial. Ese oficio cada vez más sofisticado y pulido es el mayor logro de una artista que, por debajo de los flashes, se consolida como una compositora indispensable para entender el rumbo que ha tomado la música en español.
En contra: Atrapada en los estereotipos
Por Andrés Fundunklian
Con la explosión como nunca antes de las estrellas latinas en la música global de los últimos años, muchos de esos artistas han buscado diferenciarse de la propuesta musical y estética que impuso la industria en medio de esa reconfiguración del mercado. Eso sí, muy pocos lo han logrado.
El caso de la colombiana Karol G es paradójico: una artista nacida en Medellín, una de las ciudades en las que se cocinó la nueva oleada de la música urbana, que pudo desmarcarse de esos trillados primeros pasos luego de salir de un reality show (surgió del Factor X en 2006), hasta ir apropiándose de un discurso del empoderamiento femenino en sintonía con los tiempos que corren.
Hasta allí, nada demasiado diferente a tantas otras artistas latinas (o no) que fueron ocupando espacios de visibilidad en las últimas décadas. El problema fue que al lograr ese lugar privilegiado al que solo llegan unos pocos, su discurso y su propuesta se diluyeron como una más del montón.
Un ejemplo claro de esto fue su desembarco en la última edición del Coachella, uno de los festivales más convocantes y con mayor exposición del planeta. ¿Qué hizo allí Karol? Abrió con un medley de éxitos “latinos” de los últimos tiempos, desde Macarena y Despacito hasta algunos hits de Shakira y Ricky Martin, coronado con un cuerpo de bailarinas blancas y cuerpos hegemónicos por doquier. ¿Un lugar común más obvio no había?
Otro punto fue la posibilidad en algún momento de diferenciarse desde lo que mostraba con su propio cuerpo. Cuando por algunos problemas de salud tuvo una evidente suba de peso, no hizo demasiado mención al tema y ponderó posteriormente todo el esfuerzo que puso para recuperar su figura escultural con la que luce hoy en día. ¿Ese es el mensaje de empoderamiento?
Por último, en cuanto a lo musical, eligió como productor a Ovy on the drums, cayendo en otro lugar común de la industria. Sí, el mismo que fue criticado por todo el ambiente musical por haberse aprovechado de un joven e inexperto Paulo Londra. Aunque más allá de eso, lejos de buscar riesgos o novedades como sí lo hicieron artistas de su generación como Bad Bunny, Rosalía o Nathy Peluso, por nombrar solo tres, eligió el camino fácil y con el éxito asegurado. Ojalá pueda mostrar algo diferente por el bien de la música latina.
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