Clima enrarecido y película con final abierto
el país.
En las diagonales señalan que la política baila sobre una delgada cuerda que sostienen Mauricio Macri de un lado, y Cristina de Kirchner del otro. Fueron los dos grandes ganadores de las recientes PASO. Macri ganó, porque en la elección general de octubre tiene dos jugadores “propios” sobre el tablero de juego que podría definir el escenario electoral a nivel nacional.
“Uno es (Javier) Milei y la otra es (Patricia) Bullrich, sumados ambos tienen el 60 % del electorado. Y ambos se referencian y sostendrán las ideas de él”, explican desde Juntos por el Cambio.
Cristina Kirchner también ganó, porque logró que Sergio Massa ande lo suficientemente bien como para no arrastrar hacia abajo la fórmula bonaerense de Axel Kicillof, que ganó y se encamina a la reelección en la provincia, desde donde espera encarar la “resistencia a la derecha”.
Otro mérito para la vicepresidenta fue pronosticar meses atrás que las elecciones primarias serían “de tercios”, cuando sostuvo que lo que más importaría serían los “pisos para entrar al balotaje”.
Es probable también que CFK -que decidió invisibilizarse durante la campaña- haya advertido que la poca satisfacción ciudadana por la crisis que no pudo (o no supo) aquietar el presidente Alberto Fernández, las feroces internas del oficialismo y la falta de perspectivas ciudadanas desembocaron en esta suerte de “voto bronca” que, en gran parte, fue a parar a la boleta de Milei.
Esa síntesis podría explicar, en parte, el posterior “desastre electoral” que le propinó el movimiento libertario tras fracturar aquella polarización de años entre el kirchnerismo y los amarillos del PRO. En definitiva, Milei se instaló como tercera alternativa con chances de entrar al balotaje.
Es innegable que el diputado libertario no guarda las formas más clásicas dentro del sistema, aunque ahora aparezca “moderado”. Pero también es real que la desconfianza con gran parte de la dirigencia fue creciendo los últimos años como otra pandemia, junto a los evitables “discursos de odio” como forma de construcción social.
Tiempo atrás, la exgobernadora María Eugenia Vidal planteó como metáfora que “la política es un circo sin gente», marcando una desunión entre la cúpula dirigencial y la agenda social. Ese discurso “antipolítica” ha caracterizado siempre la identidad del PRO macrista. Incluso, muchas de las críticas que suelen escucharse sobre el crecimiento de los cargos políticos dentro del plantel estatal tienen un fuerte componente de antipolítica.
En el caso de la Provincia si se repitieran los resultados de las PASO, podría darse una peculiar situación que además podría tener consecuencias sobre la gobernabilidad “futura”.
Es que Milei fue el candidato presidencial más votado de manera individual para agarrar el bastón presidencial de la Rosada, mientras que Kicillof se consolidó como la carta fuerte del peronismo bonaerense. “Están en las antípodas. Es como mezclar el agua y el aceite”, dicen en calle 6, ante la posibilidad de una futura convivencia política.
En medio del enrarecido escenario que dejó el escrutinio provisorio, el gobernador sabe que salió fortalecido y quedó bien posicionado para sostener su ansiado plan de ser reelecto por 4 años más.
En principio, logró ponerse a salvo del rugido de Milei y además superó en la sumatoria de votos a los dos precandidatos del PRO. No es poca cosa cuando cargaba sobre la mochila electoral el peso del deteriorado plan económico del Gobierno nacional.
“Cuando nos hablan de vouchers (educativos), de dinamitar el Estado y del plan motosierra, lo que nos están diciendo es que piensan condenar a una vida peor a millones de bonaerenses”, dijo el gobernador saliendo al cruce de los dichos de Milei.
Más allá de cualquier revisión puntual electoral, el mandatario provincial sentó casi de inmediato a su gabinete para repasar la “gestión en cada municipio” y analizar la agenda de trabajo “militante” para los próximos meses.
Creen que desde la PBA todavía pueden empujar la candidatura de Massa ante una elección por la banda presidencial aún con “final abierto”, pese al fuerte desempeño electoral de La Libertad Avanza y de la aspiración macrista con Patricia Bullrich a la cabeza.
La parcelación bonaerense del arco opositor es otra cuestión en análisis. Por un lado, JxC quedó como segunda fuerza competitiva pero tiene por delante algunos desafíos. El sector que representa Bullrich -donde el vencedor interno resultó Néstor Grindetti- tendrá que trabajar en contener a los votantes del larretista Diego Santilli.
“Eso permitiría hacer crecer a JxC buscando el voto útil hacia octubre y desinflando a Carolina Píparo, aun cuando se subió a la ola triunfal después de abrir los ojos ante el arco iris que logró provocar Milei”, indican.
Casi en silencio, y sin hacer demasiados esfuerzos, otro de los grandes ganadores dentro de JxC fue el jefe máximo de la UCR bonaerense, Maxi Abad, quien participó del armado triunfador junto a Bullrich y Grindetti. Es que en un solo movimiento se sacó de encima el fantasma de la oposición interna encabezada por Evolución, y el possismo.
Los primeros comienzan a desinflarse poco a poco, tras la derrota de su líder en la interna por la jefatura de Gobierno porteña, Martín Lousteau; y Gustavo Posse entró en su tramo final de carrera, luego de perder el bastión familiar de San Isidro después de medio siglo de mantenerse en el poder, que fundó el patriarca de la familia, Melchor Posse.
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