Milei: cómo seducir a 688.600 cordobeses en 40 minutos
El pasado jueves 27 de julio, Javier Milei estuvo en Córdoba. Su visita se anunció casi en secreto, con una difusión mínima entre sus seguidores. Conseguir datos de la agenda del libertario fue infructuoso. “Los tengo, pero no estoy autorizada a decirlos”, se justificaba María Celeste Ponce, la precandidata a diputada nacional de la Libertad Avanza en la provincia.
Horas después, Milei llegó en un motorhome, primero pasó por Alta Gracia y luego llegó a la Capital. Su campaña duró 40 minutos y fue un caos. Caminó 30 metros, saludó a seguidores, se sacó selfies y se fue.
Este domingo, consiguió más de 688.600 votos en Córdoba, se convirtió en el precandidato más votado en la provincia (aun por encima del gobernador Juan Schiaretti) y provocó un shock emocional nunca antes visto en las fuerzas políticas tradicionales de todo el país.
En Córdoba, lo logró a pesar de que su armado político fue caótico, con divisiones desde el inicio del año electoral. Los dirigentes que decían representarlo no lograron la unidad y, primero en la provincia y luego en la Capital, se dividieron y quedaron en el fondo de la tabla en sus respectivas elecciones.
Milei les negó su apoyo y hasta les prohibió usar su imagen y su nombre para las campañas.
Pero los dirigentes locales siguieron con el objetivo final de presentar lista para las nacionales. Sin trayectoria en la política tradicional, su único contacto con el juego grande fueron los 40 minutos mencionados al comienzo. Lograron un par de fotos con Milei y se entregaron a la suerte del “León”. Y por lo visto ayer, los números les auguran varias bancas en el Congreso de la Nación.
Una infancia dura
Niño golpeado, arquero de fútbol frustrado, rockero stone y economista universitario, Milei es la figura política más explosiva de los últimos años en la Argentina. Su irrupción, incluso, no tiene siquiera una figura que se le parezca en el derrotero de la democracia moderna.
Podría ser la expresión argentina de fenómenos como el de Volodimir Zelensky en Ucrania; el de Donald Trump en Estados Unidos, o el de Jair Bolsonaro en Brasil. Personajes cuyas trayectorias entrelazan destreza mediática, discursos incorrectos y un desprecio por la política tradicional.
Porteño de nacimiento, vivió en el Gran Buenos Aires muchos años. Se probó, y quedó, en Chacarita cuando dejaba la adolescencia, hasta que decidió estudiar economía en la universidad.
Sus años de formación fueron un tormento. Milei contó que su padre le pegaba, y mucho. “¿Vos te imaginás la diferencia entre un nene de 11 años y un gigante de 1,90 y más de 100 kilos? Lo que te puedo decir es que desde ese momento no le tuve miedo a nada más”, dijo hace un par de años en una entrevista con Perfil. Y remarcó la complicidad de su madre en ese infierno.
En aquellos años, se aferró a su hermana Karina, a quien llama “el Jefe”. La única persona en la que el libertario confía. Y en sus “hijos”, que son “los hijos de cuatro patas” (sus perros, con el can Conan a la cabeza, nacido en Córdoba).
La casta
“Hace 10 años, cuando empecé a salir en televisión, ser liberal era motivo de insulto…”, dijo anoche, en su discurso de victoria. Se refería a su nacimiento a la política, cuando Alejandro Fantino comenzó a invitarlo para opinar sobre la marcha de la economía.
Milei era, por entonces, un personaje de un raro peinado nuevo, que trabajaba para Eduardo Eurnekian desde 2008 (calculaba los riesgos que tenían las grandes inversiones que hacía su jefe).
No está claro cuándo empezó a usar la palabra “casta” (el término para descalificar a la política tradiciones fue elegido por los españoles de Podemos, que lo usaron como mantra desde 2014). Pero es seguro que desde ese momento sintonizó con el estado de ánimo de más de cinco millones de personas que ayer lo votaron.
Fue una poderosa síntesis que captó el espíritu de época también en Argentina. “Los políticos no son la solución, son el problema”, repitió una y otra vez, hasta lograr conformar una alianza política a la que llamó La Libertad Avanza.
Una alianza que lo llevó al Congreso de la Nación, primero, y que luego lo convirtió en precandidato a presidente.
Defensor de la libertad individual incluso hasta para sostener la idea de la venta de órganos, nunca moderó su mensaje. Y aunque en muchas ocasiones llegó a maltratar e insultar a periodistas y a oponentes, quienes lo rodean aseguran que es parte de su energía desbordante (su bebida preferida es Monster Energy).
Opina que el papa Francisco es “un personaje nefasto”, pero cree en Dios. Es más, incluso dice que habla con Él. “Milei cree que se comunica con Dios y que Dios lo eligió, como a Moisés”, contó el periodista Juan González en la biografía El Loco.
“Se convenció de que el perro era su hijo y por eso lo mandó a clonar”, reveló el escritor, quien además publicó que el libertario “empezó a hablar a través de una médium con el perro muerto y después con Dios”.
Menos místico, a nivel político su propuesta es dolarizar la economía. Dice que es “recontrafácil” hacerlo y que si gana en octubre tomará la decisión en diciembre. A los 52 años, está dispuesto a todo, y anoche la elección dejó en claro que está en condiciones de hacerlo.
Muchos lo miraban azorados; otros, conformes. El tiempo dirá.
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