Qué nos dice el precio del dólar
Estamos transitando una situación de cada vez mayor deterioro general de la economía nacional y, por ende, de la situación social de millones de familias.
Es imposible recomponer las cosas aplicando medidas parciales o, como algunos dicen, con parches.
En economía, todo tiene que ver con todo y si aplicamos algunas medidas aisladas, estas repercuten en todo el espectro económico. Nuestra imperiosa necesidad es un plan realista total y coherente, abrazado por un clima de confianza.
En estos días, observamos y nos preocupa el vertiginoso aumento en la cotización de las monedas extranjeras, en especial del dólar estadounidense, que es el que tiene más impacto en el ahorro de los argentinos.
La gente con alguna posibilidad de prevenir el futuro ha estado defendiendo el poder adquisitivo de sus fondos mediante la posesión de plazos fijos, por las altas tasas de interés ofrecidas, pero debido a la elevada inflación, a la posibilidad del atraso cambiario y a la incertidumbre electoral que estas épocas traen aparejada, ha comenzado a desprenderse de los plazos fijos y demandar monedas extranjeras, y por la infalible ley de oferta y demanda, el precio de dólar sube de manera vertiginosa.
No es cierto que la cotización del dólar haga incrementar los valores del resto de la economía; más bien diremos que es la inflación la que empuja a la suba las cotizaciones. El dólar es una mercadería más, y en la medida que exista inflación, esta repercute en el valor o la cotización de la divisa
Las subas en las cotizaciones, normalmente, tendrían que responder a las pérdidas del poder adquisitivo de la moneda local. Es decir que si la inflación del país fuera de un 120% anual y la inflación de la moneda a comparar –en este caso del dólar– en el país de origen, léase Estados Unidos, fuera del 5%, lo lógico y justo sería una devaluación del peso en el orden del 115% anual. Si se reprime por cualquier medio, en algún momento la moneda recupera su real valor.
A menudo ha ocurrido en la Argentina que para evitar subas en los precios internos se ha tratado de anclar el valor de la moneda estadounidense mediante artilugios erróneos. Pero al corto o mediano plazo, frente a alguna situación extrema social o económica, la moneda extranjera recupera su nivel, y a veces de manera exagerada, lo que pronto se normaliza en los valores exactos correspondientes.
Lo que esta sucediendo es este fenómeno: una divisa atrasada artificialmente, que recupera su verdadero valor ante una situación de incertidumbre que genera temor en la población, y esta busca refugiarse en una moneda más fuerte.
Esto incrementó la demanda de la divisa, y por esa ley de oferta y demanda, que hemos mencionado, las cotizaciones aumentaron de modo considerable.
La falta de reservas en el Banco Central, las consecuencias de restringir las importaciones, que disminuyen la producción nacional, la incertidumbre de default y el enigmático futuro político generan el miedo colectivo y el desprendimiento de la moneda local.
Pero quiero llevar a la población una pequeña tranquilidad frente a tanta angustia social: no habrá ningún riesgo en cuanto al pago y la devolución de los importes de los plazos fijos en pesos, tanto del pago de los elevados intereses como de las amortizaciones del capital correspondiente, sencillamente por la existencia legalizada y exagerada de la emisión de moneda, ya que su impresión ha pasado los límites nacionales y, ante la imposibilidad de imprimir las cantidades exigidas por el abultado déficit fiscal, afectado también por la falta de billetes de mayor denominación, se ha contratado a varios países vecinos y hasta imprentas chinas, pues las nuestras no dan abasto.
El problema no estaría entonces en la devolución en los ahorros en pesos; el mayor inconveniente radica en la tenencia de las cantidades necesarias de las monedas extranjeras con que se negocian nuestras importaciones, para poder cumplir con las obligaciones públicas y privadas extranjeras y el aprovisionamiento de insumos imprescindibles para desarrollar la producción nacional.
La inflación no es producto sólo del déficit fiscal, financiado por emisión monetaria; esa es una parte del problema. La otra parte, y muy importante, es la producción de bienes y servicios.
Tanto es así que si emitiéramos el doble de medios de pagos y a su vez se produjera el doble de bienes y servicios en la economía, no habría inflación alguna. Por eso es muy importante que nos demos cuenta de la importancia de la inversión, del trabajo, de la producción y, más que nada, de la productividad, para poder salir adelante y que todos podamos estar un poco mejor. Evitaríamos así el sufrimiento de tantas familias que en este momento se hallan en la pobreza o en la indigencia, un padecimiento vano pues hemos recibido por herencia divina un territorio con todas las posibilidades.
Es cuestión, entonces, de hacer un cambio hacia el patriotismo, el orden, la profesionalidad y la decencia política. Allí hemos estado y muchos países lo han logrado. Es decir, es factible.
* Contador, licenciado en Ciencias Económicas y exprofesor adjunto de la UNC
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