La Voz del Interior @lavozcomar: Luces y sombras de otra jornada histórica

Luces y sombras de otra jornada histórica

La ciudad de Córdoba eligió ayer nuevo intendente. Y a diferencia de la elección provincial, apenas pasadas las 9 de la noche el candidato perdedor había reconocido ya su derrota, en un gesto de madurez política reconocido anoche por el gobernador Juan Schiaretti. Fue un dato positivo en el final de uno de los procesos electorales más tensos de las últimas cuatro décadas, cargado de golpes bajos e irregularidades.

Lo paradójico, y que reavivó el papelón institucional del pasado 25 de junio, es que al momento en que Rodrigo de Loredo admitía haber sido vencido por Daniel Passerini, no había aún un solo dato oficial.

Triunfadores y derrotados apelaron por tres largas horas a los números de sus mesas testigo, ante la evidente inoperancia de un sistema electoral que urge una reforma en profundidad. No sólo por las demoras de la carga de votos o por las confusiones que sigue generando la boleta única (un sistema con el que Córdoba fue pionera en el país, pero que terminó siendo alterado por necesidades políticas), sino por la absurda contradicción de que las autoridades electorales, tanto de la Provincia como del municipio, hayan recordado la obligatoriedad del voto, pero con la aclaración de que no se impondrían multas a quienes no sufragaran.

Esta increíble incitación a no votar fue un impulso más para el bajísimo porcentaje de participación en ambas jornadas electorales. El piso histórico de ayer (apenas superior al 60%) es una señal de alarma en las vísperas de los 40 años de democracia.

La escasa concurrencia a las urnas no resta legitimidad a las nuevas autoridades. Estas asumirán respaldadas por una clara mayoría, que optó por la continuidad y por una relación fluida entre Provincia y municipio. Pero la falta de participación ciudadana es sin duda un desafío para la dirigencia política en su conjunto.

Para superar la fragmentación partidaria y la apatía ciudadana, habrá que apelar a la participación, al diálogo y a la cohabitación (en términos de la política francesa). No para terminar con las diferencias ni para propiciar un partido único, sino para integrar miradas y proyectos de una sociedad crecientemente compleja y muchas veces no adecuadamente representada. Eso fortalecerá la institucionalidad y hará que cada elección sea un debate de ideas antes que una lucha a todo o nada, como pareció plantearse en esta breve pero intensa campaña.

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