Martín Llaryora terminó de definir el poder que viene en Córdoba
Fue elegido intendente de Córdoba Daniel Passerini, pero el gran ganador de la jornada fue Martín Llaryora.
El actual intendente y gobernador electo de Córdoba encaró la batalla por la Capital con mucha más vehemencia y dedicación que las que un mes atrás había puesto en su propia candidatura provincial.
Retener la Municipalidad de Córdoba era una obsesión para Llaryora, que con el triunfo de ayer no sólo retuvo el territorio que gobierna sino que terminó de definir el poder que viene en Córdoba.
Ese poder hubiese quedado muy condicionado si Rodrigo de Loredo se consagraba ayer intendente y líder de la oposición. El resultado fue muy diferente: Llaryora tendrá al frente una oposición sin liderazgo claro.
No es difícil imaginar que tras el resultado de este domingo, para el oficialismo será mucho más fácil de lo que se presumía conseguir la mayoría legislativa que no obtuvo en la elección provincial.
Tampoco hay que hacer grandes esfuerzos para determinar que lo que viene en Juntos por el Cambio es un masivo pase de facturas y una nueva crisis interna.
Otro peronismo
Llaryora insistió con el “partido cordobés”, celebró las incorporaciones de dirigentes radicales y del PRO, pero el enfervorizado búnker de Hacemos Unidos por Córdoba le respondió con la marcha peronista. Y entre quienes festejaron el domingo había muchas presencias que no se observaban desde hace años.
Juan Schiaretti comenzó a despedirse este domingo de la conducción política del cordobesismo.
Llaryora defendió la precandidatura presidencial del gobernador con la misma vehemencia que antes había dedicado a impulsar a Passerini, y se apresta a empalmar con la campaña nacional como si el candidato también fuera él mismo: que Schiaretti logre buenos resultados se volvió central para su sucesor en la Provincia.
El poder que ayer terminó definir Llaryora en Córdoba requiere presencia en el Congreso nacional, y la candidatura de Schiaretti es la vía hacia la ampliación de la bancada propia que el oficialismo cordobés tiene en Diputados.
Todo indica que el 10 de diciembre se termina la estirpe de gobernadores de Córdoba encerrados en los límites provinciales.
El liderazgo que empieza a asomar con Llaryora es más ambicioso: buscará lazos por fuera de Córdoba y encarnará inmediatas gestiones de carácter federal. Buena parte de su discurso triunfal de ayer estuvo dedicado a reclamos contra el centralismo porteño y la extracción de recursos que la Nación practica sobre la producción de Córdoba.
El oficialismo celebró el triunfo de Passerini como una verdadera hazaña política: no sólo por los 7,7 puntos porcentuales obtenidos sobre Rodrigo de Loredo, sino por los 15 puntos que hace dos meses tenía a su favor el candidato de Juntos por el Cambio.
La elección de ayer representa el debut de Llaryora como conductor del oficialismo capitalino y su pasaporte al liderazgo provincial sin tutelas y ya sin grandes deudas políticas. También es la puesta en valor de su propia gestión municipal y, sobre todo, es el resultado que necesitaba para consolidar el poder del pos-schiarettismo. Logró todos sus objetivos.
Además, sumó el reconocimiento casi unánime a su sagacidad. Llaryora dio vuelta el resultado de Capital a pura muñeca política: maximizó los costos que pagó De Loredo por mantener en su lista a dos candidatos a concejales –ahora concejales electos– que tienen íntima relación con personas investigadas por narcomenudeo y narcotráfico; sacó provecho de la gigantesca red de vinculaciones que construyó en apenas tres años y medio de gestión capitalina, y diagramó un quirúrgico operativo de búsqueda de votos cuadra a cuadra de la Capital.
También dejó en claro que el suyo es un pragmatismo sin complejos. En el transcurso de la campaña capitalina, pasó a archivo disputas ideológicas, rescató vínculos con el kirchnerismo y capitalizó cada una de las políticas implementadas desde el municipio.
Ahora se apresta a capitalizar también el desfiladero que inician Juez y De Loredo ante una oposición que se sumerge en la impotencia.
Los dos líderes del megatriunfo legislativo de 2021 fracasaron por igual en sus apuestas ejecutivas, pese a la unidad opositora, la ola de cambio que empieza a dibujarse a nivel nacional, el respaldo de toda la dirigencia nacional de Juntos por el Cambio y el desgaste que exhibía el peronismo cordobés tras 24 años en el poder.
Igualados en la oposición
Rodrigo de Loredo perdió en la Capital ante Passerini por la misma diferencia de votos que hace un mes había perdido Luis Juez ante Llaryora en la ciudad de Córdoba. El resultado iguala a los dos dirigentes opositores.
Quién conducirá en Juntos por el Cambio es uno de los grandes enigmas que deja el resultado de ayer. Cuánto perdurará la “unidad indestructible” que supieron construir Juez y De Loredo es la otra gran pregunta.
Son muchas menos las dudas que ofrece el oficialismo. La noche en que su triunfo estaba en dudas, Llaryora ya había anunciado que una generación se retira.
Anoche ni siquiera necesitó reiterarlo: ya se produjo el recambio político en el oficialismo. Hay un nuevo liderazgo en el peronismo cordobés. Y arranca convencido de que no le debe nada a nadie.
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