Miradas opuestas de la obra Casados con Hijos
A favor: los Argento son icónicos e incorregibles
Brenda Petrone Veliz
Desde que se anunció que Casados con Hijos llegaba a Córdoba, la obra fue un éxito total. Las entradas se vendieron como pan caliente y, en su debut, había más de 30 mil localidades adquiridas. Más allá de la popularidad que adquirió la serie con los años, este show es una gran oportunidad para ver en vivo a grandes figuras del cine y la televisión.
Guillermo Francella se lleva la mayor ovación. Pepe Argento es icónico y llegó a actualizarse para los tiempos actuales. Sin perder su esencia, el padre de familia sigue siendo igual de ácido y polémico que siempre, pero con un par de años más de experiencia.
Darío Lopilato es otra de las figuras del elenco cuyo personaje envejeció muy bien, pero en el fondo sigue siendo un adolescente terrible.
La revelación de la obra es Jorgelina Aruzzi. Quien conoce su trayecto da fe de que cualquier papel que adquiere tiene su verdadera impronta y se adecúa al escenario de la historia. Nadie más que ella podía terminar siendo una Argento/Fuseneco con todas las letras.
Azucena trae la satírica idea de “querer corregir a los Argento” con temas de actualidad con los que el público se ríe a carcajadas. Quien no comprenda el humor negro, no podrá apreciar el verdadero sentido de esta comedia.
Muchas personas y humoristas fueron deconstruyendo los tópicos de la risa para poner ciertos límites y luego pasarlos por encima con una motoniveladora. Eso es justamente lo que logró todo el elenco y la producción de Casados con Hijos y quizás ahí se esconde una de las razones de su éxito rotundo.
Otro de los puntos que tiene a favor la obra es cómo resolvieron la ausencia de Luisana Lopilato en el escenario cordobés. La actriz grabó algunas tomas previas y, en cada función, aparece su imagen en las pantallas led como si Paola hiciera una videollamada con sus padres. Quizás no sea la mejor forma de tener cerca, pero funciona. La interacción que tiene en vivo con el resto de los actores está tan bien ensayada que parece una llamada real.
En contra: descansaron en los laureles
Noelia Maldonado
Cuando comenzó, varios años atrás, la movida por el regreso teatral del elenco de Casados con hijos y se generó todo ese ruido en torno a Érica Rivas (la gran hacedora de María Elena) quedaron en el aire varias incógnitas.
¿Cómo iban a salir airosos Pepe y Moni a la deconstrucción de estos tiempos? ¿Había envejecido el producto? Rivas se manifestó al respecto, se alejó de la obra y -hay que decirlo- su ausencia dejó un hueco enorme más allá de la incorporación de Jorgelina Aruzzi con su talento indiscutible y su papel acertado.
Pero volviendo a lo que finalmente resultó este esperado regreso, es inegable que hay varias cosas para destacar y todas se pueden explicar a través de la carcajada incesante del público cordobés. La gente no para de reír desde que se encienden las luces hasta que los actores se despiden. Eso es verdad.
Sin embargo, también hay que decir que para que eso ocurra los guionistas y actores recurren a las herramientas que más tienen a la mano: los chistes ya probados, los latiguillos y los gags. Y en muchos momentos todo el peso de la obra cae sobre los hombros de Guillermo Francella (que saca lágrimas de risa) y sobre Florencia Peña (que lleva al extremo al personaje de Moni).
Esos recursos humorísticos efectistas ocupan el 99 por ciento del tiempo que dura la obra. No hay en la versión teatral de Casados con hijos grandes diferencias con ver el programa grabado y las innovaciones fueron aplicadas solo para resolver algo que a priori significó un problema para la obra.
La ausencia de Luisana Lopilato en persona (aunque sigue en la obra), la ausencia de Fatiga (que murió atropellado tiempo atrás) y la falta de María Elena fueron resueltas con maestría por el equipo que logró encontrarle la vuelta, sumar pantallas y hasta (alerta de spoiler) “embalsamar » al perro muerto.
Si hubiesen usado esa misma maestría para darle una vuelta de rosca a todo el producto el resultado no tendría fisuras y sería innovador. Muchos dirán que no tenían por qué hacerlo si la gente se ríe igual (lo cual es verdad) pero hacerlo hubiese significado un plus para la obra, un desafío para los actores y un regalo extra para el público que sigue enamorado del producto casi 20 años después a pesar de que los tiempos cambiaron.
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