Laspina, referente económico de Bullrich: Cuanto más se postergue la salida de este modelo, más grande será la explosión
“Argentina tiene que salir rápido de este modelo que está colapsando, y cuanto más postergue la salida, más grande va a ser la explosión”, sostiene Luciano Laspina, diputado nacional del PRO y economista “estrella” de la precandidata presidencial Patricia Bullrich, desde sus oficinas en el microcentro porteño.
En una entrevista a fondo con este medio a días de haber lanzado su libro Desenredar la Argentina (Editorial Sudamericana), el economista explica qué harían en un futuro gobierno con la inflación, el acuerdo con el FMI, el cepo cambiario, las retenciones al campo y Aerolíneas Argentinas.
A grandes rasgos, ¿cómo describe el plan económico que quieren implementar?
Nosotros planteamos que hay que cambiar la organización económica argentina, lo que implica volver a generar incentivos para invertir, crear empleos y exportar. Y para eso tenemos un programa de leyes muy definido, concentrado en tres grandes rubros: una ley de protección y promoción de inversiones; una ley de modernización de las leyes del trabajo, para pulverizar la industria del juicio; y un paquete de regulación para desmalezar, desburocratizar y liberalizar muchos mercados que hoy en Argentina funcionan muy mal, desde el aeronáutico hasta las telecomunicaciones y los trenes. Esos serían los grandes paquetes de reformas estructurales “pro crecimiento” que vamos a tomar desde el primer día, junto con una ley de promoción para las pymes, sobre todo para nuevas empresas, que tome los modelos de Uruguay, Chile y España. Ese es el principio de un largo camino para desenredar la Argentina.
En materia de inflación, ¿cuál es la meta a alcanzar en cuatro años?
Primero Argentina tiene que atravesar una fase de salida del populismo, un período de sinceramiento de las variables como paso previo a la estabilización. Si esa transición es rápida, la estabilización puede llegar antes. Va a depender de la decisión de los argentinos y de la política, qué tan rápido nos ponemos en el camino del crecimiento y la estabilidad. Decir cuándo y cuánto va a bajar la inflación me parece irresponsable a esta altura, y creo que la credibilidad del próximo gobierno se va a basar mucho más en decirle la verdad a la gente que en generar promesas, porque las promesas hoy en Argentina valen muy poco porque la gente está muy decepcionada con la política. Nosotros vamos a ofrecer resultados, y sobre la base de los resultados vamos a construir una reputación. Tenemos la gran ventaja esta vez de que probablemente, si la gente nos apoya, tengamos mayoría o casi mayoría en ambas cámaras, lo cual hace mucho más fácil avanzar rápidamente en reformas que van a dar resultados. Si uno las posterga, la creación de empleo, las inversiones y las exportaciones van a tardar en llegar. Entonces, cuanto más rápido podamos ir, más rápido se van a ver los resultados. Las reformas hay que hacerlas desde el inicio para que rindan frutos.
¿Eso sería una política de shock?
Adjetivar respecto a las políticas es muy complicado, porque la verdad es que la definición de shock o gradualismo depende mucho de los tiempos en los que se hable. Argentina tiene que salir rápido de este modelo que está colapsando, y cuanto más postergue la salida, más grande va a ser la explosión. Hay que animarnos a salir, a ser un país normal, a estabilizar, y para eso se necesita dejar atrás todo este modelo. Eso puede generar algunas turbulencias a corto plazo, pero yo creo que los argentinos están dispuestos a pasar rápido ese mal trago que es dejar atrás el populismo con la esperanza de normalizar el país. Y creo que una lección importante es que postergar, barrer los problemas debajo de la alfombra los amplifica, no los reduce. Entonces, al final del día, el gradualismo termina siendo un gran shock. Es mejor atacar los problemas cuanto antes. Venimos de un gobierno que ha estado cuatro años barriendo los problemas bajo la alfombra y que en el último año, además, los ha ido agrandando violentamente. No podemos seguir con la misma práctica.
Volviendo a la inflación, ¿qué proponen para bajarla?
Hacer lo que nunca se hizo, que es tener equilibrio fiscal y un Banco Central independiente. Para eso hay que reformar la Carta Orgánica dándole independencia al Banco Central. Se necesita acuerdo del Senado para remover al presidente, que hoy está a tiro de decreto. Le vamos a prohibir prestarle el Tesoro y le vamos a prohibir ponerle el cepo cambiario. ¿Por qué? Porque el cepo es el default de la moneda. Y cuando el cepo está a tiro de decreto, se generan profecías autocumplidas, como le pasó a Macri, que como se venía el gobierno y podía poner el cepo, tuvimos una corrida antes. Con esta receta, Latinoamérica venció el proceso de altísima inflación a principios de este siglo y finales del siglo pasado. Si la Argentina se estabiliza, el contexto externo es tan positivo que vamos a tener la chance de empezar a crecer muy rápido y a generar empleo muy rápido en sectores que hoy están ansiosos por venir a invertir en Argentina, cosa que no pasaba, por ejemplo, entre 2016 y 2019. El mundo nos está renovando una enorme oportunidad. Si nosotros estabilizamos y ponemos las reformas que mencioné antes sobre la mesa, la oportunidad de que lleguen inversiones reales muy rápido a la Argentina, que generen empleo y expansión económica, es muy fuerte, como no se había visto nunca antes.
¿El acuerdo con el FMI es inflacionario, como dice Cristina Kirchner?
Nosotros lo dijimos cuando vino el primer acuerdo, el de (Martín) Guzmán: dijimos que era inflacionario y que iba a generar una bomba para el próximo gobierno, y todo eso se cumplió. La pregunta es que qué alternativas le quedaban al FMI con un gobierno tan irresponsable como este. Probablemente no sean muchas. Lo que creo que hizo el Fondo fue privilegiar que Argentina no entrara en default con el Fondo y hacer control de daños. Y creo que en esa tesitura sigue el Fondo, no me parece incorrecto. El programa que hizo Guzmán terminó en la crisis que implicó la llegada de Massa, y Massa tenía que tomar una decisión histórica en ese momento, si empezar a trabajar para solucionar los problemas de los argentinos o trabajar para la próxima elección, y decidió trabajar para la próxima elección. Lo que ha hecho es alargar un poquito la mecha de una bomba que es cada día más grande.
¿Y qué harían ustedes con el acuerdo con el FMI?
Es una gran pregunta. El próximo gobierno necesita arrancar con un nuevo acuerdo desde los primeros días con el FMI para ganar credibilidad. Una de las cosas que no va a tener el próximo gobierno, de cualquier signo político, es credibilidad, porque el país carece de toda credibilidad. Entonces, un acuerdo con el FMI que valide un sendero de reformas y de correcciones y que eventualmente apoye a la Argentina sería sumamente importante. El Fondo puede ser parte del problema o parte de la solución, según como se use. Si el Fondo es el instrumento como para postergar los problemas y pedirle plata sin generar soluciones, le estamos haciendo un pésimo favor a los argentinos. Si el Fondo se alinea detrás de un programa de cambio estructural y de estabilización y apoya al gobierno, puede ser parte de la solución y eso es lo que nosotros esperamos.
¿Será necesaria una devaluación?
La devaluación ya está ocurriendo: el Gobierno no para de emitir pesos para financiar un agujero fiscal descontrolado, y lo único que está haciendo es postergar en el tiempo la devaluación que ya causó. Hoy por hoy muy pocos argentinos tienen acceso al dólar oficial de $270, los que lo obtienen a veces lo hacen por medios “non sanctos”, y hay una parte cada vez más importante de la economía que ya empieza a referenciarse en el dólar paralelo. De modo tal que el Gobierno lo que está haciendo es dilapidar las reservas del Banco Central para sostener un tipo de cambio totalmente artificial, y como en tantos otros temas, lo único que está haciendo de esta forma es amplificar los problemas futuros, porque cada vez hay más pesos en la economía y menos dólares en el Banco Central. Nosotros vamos a tener que generar condiciones para que retornen los dólares, para lo cual hay que salir del cepo, generando confianza con un nuevo gobierno en el marco de un plan serio, con acuerdo con el FMI y corrigiendo la principal causa de todos los desequilibrios que hoy tiene la Argentina, que es el déficit fiscal. Argentina no tiene un problema de falta de dólares, tiene un problema de exceso de pesos y exceso de desconfianza. Y eso proviene de un gobierno absolutamente descarriado que el único instrumento que tiene a mano es utilizar el “plan platita” imprimiendo más billetes, generando más inflación y más devaluación futura.
¿Cómo terminarían con el cepo cambiario, y en qué tiempos?
Hay que salir rápidamente, pero no ingenuamente. Hay que salir con un plan, y cuanto más rápido salgamos del cepo, menos dolorosa va a ser esa salida. Cuanto más posterguemos la salida, menos reservas habrá en el Banco Central y más pesos circulando por ahí, y más difícil será hacer la salida del cepo. La pregunta no es por cuánto tiempo queremos dejar el cepo, sino cuánto tiempo podremos sostener un cepo que es insostenible, porque el Banco Central se está quedando sin reservas. Y de hecho el Banco Central se ha empezado a gastar parte del respaldo de los depósitos del sistema bancario para sostener un dólar artificial, así que yo veo que ni por conveniencia ni por capacidad el cepo puede durar por mucho tiempo en la Argentina.
¿Qué harían con las retenciones al campo? ¿Es posible llevarlas a cero?
Nuestro acuerdo con el sector agropecuario es eliminar todas las retenciones y las restricciones cuantitativas que tienen las economías regionales y proponer una reducción por ley de los tres principales cultivos que explican el 90% de las retenciones: trigo, soja y maíz. Y hay que hacer una escalera por ley. Nos tenemos que poner de acuerdo con el sector respecto a la pendiente y la velocidad de esa reducción.
¿Y cómo compensarían esa y otras rebajas impositivas?
Argentina duplicó el tamaño del sector público en los últimos 20 años. Tenemos que recuperar un principio de austeridad republicana para empezar a bajar el gasto que carga sobre las espaldas del sector privado, porque se mantiene con impuestos y con impuesto inflacionario, que es el más regresivo de todos los impuestos. Por eso no proponemos eliminar las restricciones de un plumazo el primer día; estamos proponiendo una reducción gradual. Argentina va a tener que, primero, reducir el peso del gasto público con medidas estructurales que mejoren la eficiencia de las empresas públicas, la eficiencia del gasto, que eliminen programas que no son prioritarios para focalizarse en los temas más prioritarios, que son la primera infancia, la pobreza más estructural. Y tenemos que ir a un esquema más racional de tarifas para que el que pueda pagar la tarifa la pague y el que necesite un subsidio reciba apoyo social, pero no mezclar la política tarifaria con la política social. Y después va a haber que mantener en el tiempo un principio de austeridad republicana que haga que a medida que la economía va creciendo, en lugar de seguir acompañando y aumentando el tamaño del Estado, el Estado vaya siendo cada vez más eficiente y gastando menos, y eso va a ir reduciendo en el tiempo el peso del Estado y así podremos reducir en el tiempo también los impuestos. Argentina tiene que pasar una primera parte de reformas que logren estabilizar y bajar la inflación lo más rápido posible. Y después, en un camino más gradual, empezar a hacer todas las reformas microeconómicas que se necesitan para mejorar la eficiencia, la productividad, promover la innovación, generar empleos, etcétera. Y ese es un camino gradual, no es un camino que se haga mágicamente con una sola ley, requiere muchos años de gestión seria, responsable, que es lo que Argentina no ha tenido, salvo los cuatro años de Mauricio Macri.
Por último, ¿qué harían con Aerolíneas Argentinas?
No tenemos ningún prejuicio ideológico respecto a la privatización o estatización, lo que sí decimos es que no podemos gastar un peso más de los argentinos en sostener una empresa que compite con otras empresas del sector privado y que presta los mismos servicios, con lo cual lo que pase con esa empresa va a depender de la buena o mala gestión de la aerolínea. Lo que no podemos hacer es gastarnos 500 millones de dólares al año, que salen del IVA de los más pobres, para financiar desmanejos de una empresa de aviación. Eso es inmoral, es insostenible, y Aerolíneas debe ser una empresa eficiente, privada o pública (no lo sé), pero eficiente y que compita con el resto, que preste mejores servicios y que no se adueñe del mercado en beneficio propio, y mucho menos en beneficio de los sindicatos, sosteniendo esos privilegios con impuestos de los más pobres. Es un ejemplo muy importante donde el próximo gobierno se juega mucho.
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