La idea, de Cruz del Eje, cumple 100 años: historia del último periódico impreso en plomo en Argentina
Hay días y días en la vida de una persona. Y están aquellos que se recuerdan con fecha, hora y detalles mínimos. Y en la vida de Carlos Ubelino Castro Cuello (78), el 26 de enero de 1956 es una de esas marcas en el almanaque que quedaron grabadas a fuego en su memoria.
En la mañana de aquel lunes, su padre lo acompañó hasta el taller de La Idea, el periódico de Cruz del Eje. Aquel niño de 14 años se deslumbró al ver una docena de operarios trabajando a destajo, bajo el ruido de las máquinas que imprimían la historia de la ciudad desde los tipos de plomo que antes habían acomodado con paciencia otros “obreros de la palabra”. Lo que no sabía aquel día era que pasarían 67 años y él se convertiría en el único sobreviviente de aquella época de oro de la industria gráfica de Córdoba.
Con una cabellera rebelde, frondosa y blanca, Carlos Ubelino Castro Cuello es el último exponente de una raza de hombres de la tinta impresa con el plomo de la tipografía, en el último periódico que sigue imprimiéndose de ese modo en el país, y quién sabe si en el mundo.
En tiempos en que la letra impresa le deja paso a la noticia en la mano, en teléfonos inteligentes, don Castro persevera en darle forma a este modo artesanal de informar sobre las cosas que pasan en su pueblo. La imprenta está a la vuelta de su casa y es la misma a la que ingresó siendo un adolescente, un aprendiz, hace casi siete décadas.
100 años de plomo
Este 9 de julio se cumplen 100 años de la aparición del primer ejemplar de La Idea, un diario que nació en Cruz del Eje a la luz de las ideas de su propietario y primer director, Nicolás Pedernera. Él era el dueño de una de las dos imprentas que casi nunca frenaban sus máquinas en la laboriosa Cruz del Eje de principios del siglo 20.
Pedernera quiso llevar al papel impreso sus ideas anarquistas y por eso fundó La Idea, que fue cambiando su contenido editorial al tiempo que lo hacía su director y propietario. Fue así que Pedernera ingresó a la política y se transformó en un ferviente seguidor de Arturo Umberto Illia, mucho antes de que el médico del pueblo llegara a ser el presidente de todos los argentinos.
Preservar y comunicar
Graciela Gonano es una de las historiadoras más reconocidas de la ciudad. Cuando se jubiló, hace algunos años, junto con otras docentes de su misma condición decidieron hacerse cargo de una tarea titánica: recuperarlos archivos de La Idea, ese relato viviente de la historia de Cruz del Eje y la región.
Graciela afirma que, como muchos periódicos de su época, La Idea nace a tono con el pensamiento de su fundador, Nicolás Pedernera, que por los inicios de la década de 1920 era anarquista.
“Por el tenor de los trabajos editoriales fue anarquista hasta 1930, cuando se vuelca a las filas del Yrigoyenismo. Temístocles, su hijo y continuador de La Idea, se encolumnó detrás de Arturo Umberto Illia en la UCR del Pueblo, hasta que muere en los 2000. Y asume ‘el Tuti’, quien trata de darle un tinte más imparcial”, detalla la historiadora.
“Hay muchísimas fotos de Pedernera con Illia, y el diario en una época fue una especie de boletín del partido radical”, suma.
El diario de Illia
A Carlos se le dibuja una sonrisa cuando recuerda aquellos días.
“Cuando asumió Illia, hicieron una edición especial que cargaron en un camión y llevaron a la Plaza de Mayo”, asegura.
“Y dicen que cuando llegaron allá, el Chino Balbín les dijo: ‘Esto sí que es una quijotada del periodismo de tierra adentro’”.
Aquel día, unos 20 mil ejemplares se cargaron en un camión de un vendedor de frutas de Cruz del Eje y recorrieron los kilómetros que separan a esta ciudad del interior del interior con la Capital Federal, para que Don Arturo leyera el diario del pueblo del que surgió como dirigente político.
De quijotada en quijotada
Germán Baigorri es el presidente de la Asociación de Amigos de La Idea. Se hace tiempo entre su trabajo como contador y sus tardes de radio en una emisora local para estar al frente de un grupo de vecinos que quiere preservar el legado de uno de los diarios más añosos de Córdoba y quizás el único en el mundo que continúa imprimiéndose con tipografía de plomo.
“La Asociación funciona desde 2014. Esto siempre fue privado; y cuando don Pedernera fallece, lo toma un abogado de Cruz del Eje, Dreifo Omar Álvarez, quien decide continuar de una manera desinteresada y busca algunos colaboradores”, indica.
Álvarez murió en 2013 y al año siguiente sus amigos, colaboradores de La Idea, le dieron forma a la asociación.
“Decidimos armar esta asociación para darle un marco jurídico que nos permita continuar”, dice Germán. Y agrega: “A este edificio se lo habían donado a Pedernera y empezamos a hacer los trámites para que pase a manos de la asociación. Y ya estamos a un paso de eso”.
El sueño de “los amigos” tiene cuatro universos paralelos: que la casa donde se imprime el periódico sea un museo viviente, que el diario se siga editando del mismo modo que hace 100 años y que el patio de La Idea se transforme en un centro cultural. El cuarto paso es la digitalización del diario, algo que está en proceso a partir de la tarea minuciosa de Graciela Gonano, Cristina Cafure y Sonia Pinat.
“Con un trabajo de hormiga ya digitalizaron el diario hasta la década de 1970″, afirma Germán Baigorri, quien destaca el apoyo de la Universidad Nacional de Córdoba.
Para Graciela, el aporte de la Escuela de Archivología ha sido muy valioso en este proceso que lleva ya varios años. “Se sumaron dos profesoras con las que veníamos una vez por semana a acomodar y a limpiar. Y como hubo muchos robos en este edificio, nos llevamos los archivos a un lugar más seguro”, expresa la historiadora.
Graciela no quiere dejar pasar el profundo compromiso de la directora de la escuela, Andrea Giomi y Liliana Pereyra, en esta tarea de recuperar lo que ya prácticamente estaba perdido.
“Ahora, en el archivo hay cuatro carpetas que se están restaurando”, sostiene la mujer, que agrega que durante muchos meses su tarea y la de sus compañeras fue “tipear y tipear”.
“Lo que hicimos y seguimos haciendo es tipear. Ahora me dijeron que pare porque hay un sistema que permite escanear sin destruir la hoja”, dice Graciela.
La promesa de un heredero
Hasta hace poco tiempo, no había muchas esperanzas de que alguien tomara el legado de Carlos. Pero desde hace unos meses, Mateo Castro, el nieto que creció entre las resmas de papel de diario, los tarros de tinta y el ruido de estas añosas máquinas, empezó a aprender de su abuelo el viejo oficio del obrero gráfico.
“Yo crecí en la imprenta y viví en este mismo edifico cuando era chiquito durante algún tiempo”, asegura Mateo, parado al lado de un abuelo pícaro y tierno que fuma un cigarrillo detrás de otro y toma mates acodado en una de las mesas de trabajo.
“Estoy aprendiendo mucho de mi abuelo, que es un luchador y bancó siempre al diario, aunque no se vendiera, aunque perdiera plata”, dice el joven, que es la esperanza de la Asociación de Amigos de La Idea para darle continuidad a esta manera artesanal de informar a la comunidad.
“Mi padre también colaboraba en el reparto en bicicleta, moto o en camión. Yo también fui canillita y todo esto es parte de nuestras vidas”, cuenta Mateo.
“Más allá de que soy de la generación que lee noticias en el celular, tengo ganas de seguir con este oficio que ya no se aprende en ningún lado”, indica.
El mismo proceso de toda la vida
A Carlos le quedó el doble apellido de Castro Cuello de sus años como árbitro oficial de básquet. El diario de algún pueblo vecino lo anotó así en sus páginas, con el apellido de su madre, para diferenciarlo del otro referí que se llamaba igual. Un vecino de La Idea pasó a los pocos días y le gritó: “Cómo le va, Castro Cuello”. Y así quedó para siempre.
Y como pasó siempre desde que tiene 14 años, los colaboradores de La Idea le envían sus artículos periodísticos en letra de máquina y hasta en manuscrito.
Y él se pone a armar las páginas letra por letra, en un tiempo sin tiempo en la vieja casona de La Idea.
–¿Cuánto tarda en armar cada página?
–Depende de los estados de ánimo. Una página me puede llevar un día y medio o dos días. Las letras están algo redondas, gastadas. Armo letra por letra. Siempre fue así. Nosotros no cambiamos nunca. Pedernera no pudo o no supo tecnificarse. Todo cambió mucho y rápido, y este trabajo con una computadora se hace más lindo y de manera veloz.
–¿Nunca tuvo otro trabajo?
–Entré y quedé. Y nunca me fui. No sé hacer otra cosa que no sea esto.
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