La Voz del Interior @lavozcomar: Genniol, el “clown” de Sumo que estuvo preso en Siberia: No hay tragedia en la vida

Genniol, el “clown” de Sumo que estuvo preso en Siberia: No hay tragedia en la vida

Héctor “Genniol” Rosa hizo de todo y vive para contarlo. Algunos quizás lo recuerden por su pasado como clown y performer vinculado a Sumo. Muy pocos saben que también es responsable de un fragmento de La rubia tarada (el recitado que empieza con la mención al “pseudopunkito”) por el que peleó, demanda judicial mediante, luego de 30 años de olvido.

Por eso no quiere ni oír hablar de Divididos ni de Las Pelotas, otra de las bandas con las que se subió al escenario. “No les doy bola. Estoy separado hace años ya porque tuve que hacerles juicio para que pongan las cosas como son”, dice. Pero ese no es el suceso que lo marcó al punto de querer plasmarlo en un libro.

Cuando se cuente su historia definitiva, seguramente se lo vincule a los primeros hippies de plaza Francia que inventaron el rock argentino a mediados de los sesenta. También será una referencia clave para entender la mística de esa Buenos Aires de primavera democrática en la que nuevas sensibilidades se mezclaron con la música y el espíritu de época de la floreciente new wave. Todavía circulan por ahí afiches de Geniol con Coca, su banda, junto a Los Violadores o Los Redonditos de Ricota.

Pero después de todo eso, Genniol fue protagonista de la historia que se terminó convirtiendo en su primera novela. Un relato que parece el guion más delirante del cine de autor, pero es la vivencia explícita de un artista under acusado de contrabando en las ruinas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que terminó preso en Siberia durante dos años.

Patio de cuervos

En un bar ubicado en diagonal a una de las esquinas del parque Lezama, en Buenos Aires, Genniol cuenta su experiencia mientras comparte un café con su compañera, su editor y este cronista eventual. De alguna manera, cada frase suya tiene el halo de una pincelada de locura y genialidad. Con el olvido y el tiempo como cómplices, la ficción y la realidad no tienen un límite claro. La historia, las historias, van y vienen. Tal y como sucede en Patio de cuervos.

“Yo pienso que viví una experiencia muy fuerte y la tuve que volcar. Se me ocurrió. No es tanta vuelta para escribir un libro. Lo escribí porque lo sentí… no tiene una explicación muy grande. Escribí el libro porque tenía ganas”, dice cuando se le preguntan los motivos. También cuenta que no conoce a otros escritores o editoriales, y que por eso aceptó con gusto la idea de reeditar este volumen original de 2017 a través del sello Crack Up.

Tapa de

“Ideas sobran, pero ganas cada vez hay menos. Estoy para el descanso yo”, comenta sobre sus intenciones de seguir escribiendo, y antes de soltar una risa parecida a la de El Guasón. “Mi vida ya pasó, ya está hecha; lo que hice, hice. Hay muchas cosas muy buenas, muchas cosas muy malas.¿Qué puedo pretender más que vivir 75 años y ser un pendejo lindo, pintón, con guita y lleno de minas como soy yo?”, reflexiona con ironía.

“Tengo invitaciones de bandas de rock y no les doy bola. Ya estoy retirado. Yo no soy decadente, yo soy Genniol, un artista under. Un antihéroe, anticultura. Y este libro, aunque no parezca, es anticultura”, explicita.

–¿Por qué?

–Porque es anarquista, con finura y sin hablar mal ni mandar preso a nadie. Vos, cuando escribís un libro de la cárcel, casi siempre contás la tragedia de tu vida. Y no hay tragedia en la vida, uno la ve como tragedia o como otra cosa. Yo, para sobrevivir en Siberia, pensaba que estaba en la guerra y que los rusos me habían capturado, y que me la tenía que bancar. Pero después me di cuenta de que los rusos eran geniales. Qué gente linda, cómo los quiero.

Las vueltas de la vida

Años antes de ser detenido en el aeropuerto de Moscú tras ser descubierto en su intento de contrabandear mercurio a Austria, Rosa fue uno de los testigos ausentes de la muerte de Luca Prodan, con quien vivía. El cantante italiano y él compartieron un departamento sin agua caliente en San Telmo, y el trágico final del vocalista de Sumo tiene a Genniol como coprotagonista involuntario.

“Ese día yo no estaba. Si yo estaba, Luca no se moría. A él le llegó la heroína de parte de un amigo, y ese regalo de mierda lo mató. Se tomó la dosis que era para mí”, dice con la impunidad que dan las canas y un carácter tan impredecible como de colores diversos. Esa misma personalidad fue la que lo llevó a dejar todo para viajar a Europa por un negocio que parecía demasiado bueno para ser real. Y la jugada salió mal.

Así, luego de brillar con incandescencia en la noche porteña de los ochenta y de ser precursor en la peluquería punk (“arranqué pelándoles la cabeza a los chicos, pintándoles los pelos con acuarela o Voligoma”, recuerda), Genniol volvió a utilizar las tijeras, pero esta vez para surfear con estilo su experiencia más border: se convirtió en peluquero (y también fue cocinero) de la prisión siberiana en la que vivió a comienzos de la década de 1990.

Genniol junto a VIvi Tellas, la dramaturga que escribió el prólogo de

En Patio de cuervos, y mediante el alter ego Aníbal Poccá, Genniol narra libremente una peripecia con pasajes escalofriantes y otros entrañables.

Allí cuenta, por ejemplo, que hizo amigos peruanos y vietnamitas, y algún que otro enemigo coreano. Protagonizó bromas memorables, actuó para sus compañeros, se la rebuscó. Aprendió un catálogo de códigos carcelarios, a hacer té con prácticamente nada a mano y también algo de ruso. Vivió lo que se puede pensar como un infierno, pero su relato también tiene humor y absurdo a la altura de esa epopeya clown que protagonizó en cuerpo presente. Como el payaso que nunca dejó de ser.

Él, único argentino que se conozca que estuvo preso en el ocaso del comunismo soviético, pudo volver para contar una historia que parece de película. Pero no.

–Fuiste testigo del final de la URSS y también del desarrollo del rock argentino. Tuviste la suerte y el destino de estar en esos lugares y momentos. Es algo que te pasó mucho…

–Yo empecé en Remates musicales, el programa de Roberto Galán en canal 9. Ahí empecé con Los Iracundos cuando tenía 15, 17 años. Estuve con Spinetta, con Luca, con Miguel Abuelo, con Tanguito. Pero no es todo tan lindo y simple, ¿no? Porque cuando vos te metés en el entresueño (yo siempre me despierto y me quedo un rato en la cama mirando todo… y recuerdo), hay recuerdos de mierda. De la policía argentina, de los militares, de la gente que murió. Acá caminaba derecho, vos al Ford Falcon no lo podías mirar. O sea que no es todo color de rosa. Por eso te digo que en Rusia no la pasé tan mal.

“No hay como la vida de preso”, dice Genniol en varios momentos de la charla y en diferentes intensidades. Lo repite en Patio de cuervos y uno casi que le cree.

Para leer

Patio de cuervos, de Genniol

Editorial Crack Up, 2022

208 páginas

$ 3.990

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