Las enseñanzas que deja el voto cordobés
En una sociedad desesperanzada como la Argentina, el voto cordobés abre una ventana de optimismo.
Es un voto que escapa de la grieta que nos enferma como sociedad.
Quiebra la hegemonía de un partido que gobierna la provincia desde hace más de 20 años.
Hasta hoy, el Poder Legislativo funcionaba como una escribanía del Poder Ejecutivo. Ningún proyecto era tratado ni menos aprobado si no contaba con el visto bueno del gobernador. Era una Legislatura invisible, con legisladores obedientes al Ejecutivo.
Por primera vez tendremos un Poder Legislativo con un equilibrio de fuerzas que exigirá negociaciones democráticas para la sanción de las leyes.
Además, estas elecciones quizá logren –si se confirma el escrutinio provisorio– que el Tribunal de Cuentas de la Provincia funcione como un verdadero organismo de control externo de los gastos del Poder Ejecutivo.
Hasta ahora es dominado por militantes del partido gobernante, que aprueban a libro cerrado los gastos del Ejecutivo. Los sobreprecios y los sobrecostos en la obra pública en los servicios públicos son la principal matriz de la corrupción en la Argentina.
Un llamado de atención
El voto cordobés del 25 de junio es un llamado de atención sobre lo peligroso para la sociedad que significa la permanencia prolongada en el ejercicio del poder de un partido o de una persona. Mucho más grave es el caso de las provincias feudales, donde el empleo público impone militancia política a favor del gobierno. Y para quienes dicen que el voto popular es ilimitado, ello es falso. Los derechos humanos son el límite del voto popular, y entre ellos está el de la periodicidad en el ejercicio del poder.
Es muy positivo también el duro castigo que el pueblo de Córdoba ha dado a los dos fascismos que se presentaron en estas elecciones. Al kirchnerismo y a Javier Milei. 2% de votos. Más que un castigo, suena a desprecio.
Y cuando hablo de fascismo, aludo a Julio Cortázar, que en la revista Crisis lo definía como sinónimo de “prepotencia, soberbia e intolerancia”. Más allá de izquierdas y de derechas.
El tsunami de Milei no se ha visto en Córdoba y tampoco se ha visto apoyo alguno a la lucha de multimillonarios contra el neoliberalismo.
Nos queda por analizar a los “jueces del poder” que también aparecen en estas elecciones.
Es toda una ingenuidad creer que los responsables del desastre en el cómputo de los votos sean las empresas contratadas. Los cordobeses aún no sabemos quién gano y quién perdió.
El Tribunal Electoral es el que las contrata y debía controlarlas. Pero el Tribunal Superior de Justicia es la cabeza del Poder Judicial y de él depende el Tribunal Electoral. Allí está la verdadera responsabilidad.
Y todo nos lleva a lo mismo. Esos gobernantes con tiempo excesivo en el poder inevitablemente buscan jueces que garanticen obediencia. Esos son los “jueces del poder”. Lo que no entienden los gobernantes es que esos “jueces del poder” siempre, pero siempre, traicionan.
Rechazo a la grieta
El voto cordobés quizá sea el voto anticipado de una sociedad muy lastimada, que quiere cambios en serio.
Es un voto que va más allá de Luis Juez y de Martín Llaryora.
Rechazo absoluto a la grieta, y de modo especial a los dos fascismos. El de la Cámpora y el de Milei. Rechazo a que a un gobernante lo suceda su esposa o su hijo. Eso es nepotismo y baja calidad institucional.
Medidas económicas, monetarias o fiscales de nada sirven si van aisladas de reformas estructurales. Y la primera reforma estructural es de la Justicia, para cambiar una política criminal que castigue a los delitos del poder y no un simple cambio de “jueces de poder” por otros “jueces del poder”.
La riqueza de las naciones en el siglo 21 pasa por la riqueza de sus instituciones. Y ello significa jueces dignos, gobernantes con autoridad moral y empresarios y sindicalistas con manos limpias. Y recién luego un sólido programa económico, que sin duda será de ajuste para el poder político, económico y sindical.
* Docente de la Universidad Católica
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