La Voz del Interior @lavozcomar: La estrella del ‘78, entre la épica y el mito: a 45 años del primer Mundial ganado por Argentina

La estrella del ‘78, entre la épica y el mito: a 45 años del primer Mundial ganado por Argentina

Hace 45 años, la selección argentina consiguió su primer Mundial en medio de un contexto barroso, donde deporte y política se mezclaron en un solo combo. Un gran equipo que ganó su título en la cancha para desatar un festejo sin precedentes.

El capitán Daniel Passarella alzó el trofeo de oro y el país desbordó de alegría en una movida que enseguida se definió como “la fiesta de todos”, un calificativo imposible de rebatir en esos días de júbilo pero que, sin dudas, no contempló la realidad de una minoría ajena a semejante “banquete”.

En aquella tarde invernal de 1978, fuimos muchos más quienes salimos a las calles a celebrar el impacto inmenso de una conquista sin precedentes en la historia del deporte argentino.

Argentina y Holanda, en una de las imágenes de la final del Mundial 1978 jugada en el estadio de River Plate.

Hoy, a 45 años de distancia, es justo reconocer que pocas veces la gente ganó las calles con tanta felicidad como ese domingo 25 de junio de 1978, cuando la selección argentina venció a Holanda 3-1 para coronar un sueño que, hasta entonces, parecía irrealizable. Claro, tampoco debe obviarse que muchos de los participantes de esa algarabía generalizada teníamos vendados los ojos impidiéndonos percibir el contexto político que rodeó a nuestra primera estrella.

El Mundial ‘78 quedó para siempre asociado a los mitos, las mentiras, las sospechas y al momento histórico imperante fuera de la cancha. Como ninguna otra edición -ni siquiera la de Italia ‘34 con Benito Mussolini en el poder- al torneo jugado en nuestro suelo le resulta casi imposible centrarse en lo ocurrido dentro del rectángulo de juego. Porque fue el vehículo de propaganda de los usurpadores del poder, pero también de quienes lo combatían. De los que estaban a favor, y de quienes estaban en las antípodas.

Un lastre injusto

El éxtasis detonó el día de la victoria sobre Holanda, en la final del Mundial, y nos escondió una tragedia que muchos desconocíamos o negábamos ver. Confieso haber sido uno de quienes pegamos esas calcomanías con el color de nuestra bandera y la inscripción de “los argentinos somos derechos y humanos”. Pecado de juventud.

Así, la competencia deportiva “perdió por goleada” ante el contexto de época y, mal que nos pese, hoy parece requisito obligatorio e indispensable citar al dictador Jorge Videla o al terrorismo de estado antes que a Mario Kempes o César Menotti, un lastre injusto cuando pretendemos analizar solamente el lado lúdico de la conquista. De los tres títulos conseguidos por Argentina, el del ‘78 es el único que quedó condenado a responder cuestionamientos, a pesar de haber sido logrado sin jugada polémica alguna en su desarrollo y al que menos favoreció el azar del bolillero.

Es que el certamen que Argentina albergó entre el 1º y el 25 de junio de 1978 quedó preso de una contienda que excedió a lo futbolístico. Fue el Mundial de la mentira repetida convertida en “verdad”, el de los mitos, de las confabulaciones y el de acusaciones sin pruebas.

¿Cuántas fantasías rodean al 6-0 conseguido ante Perú para alcanzar la final? Infinitas, la mayoría de ellas sin peso y ridículas y absolutamente todas sin pruebas.

Eso sí, aparecieron con efecto tardío y después que cayó la Dictadura: fue cuando le endilgaron a los militares genocidas la fábula del arreglo para sumarle otra acusación, por más que ésta sea insignificante al lado de las atrocidades ya cometidas y probadas.

Derribando mitos

El peso de la verdad cayó sobre mitos como el del famoso “cargamento de trigo” que el gobierno de facto envió a Lima poco después del Mundial, como supuesto pago al favor de la “entrega”, cuando en realidad era una ayuda que se realizaba periódicamente desde el año anterior.

Tampoco tiene sustento la teoría de que la Junta organizó el calendario de manera de jugar “a resultado visto” ante Perú. Esa era una ventaja que la Fifa les concedía a todos los organizadores desde 1966 a 1982 y que estaba fijada desde seis meses antes, cuando se hizo público el sorteo.

Imagen del partido que Argentina le ganó 6 a 0 a Perú (Foto: La Voz / Archivo).

A decir verdad, la goleada sobre los peruanos no tuvo ninguna arista distinta a cualquiera de las que rodea a esos partidos desequilibrados en el marcador.

Si cada “paliza” levanta sospechas, habría que investigar si Alemania envió salchichas a Brasil después del 7-1 del 2014 o si Holanda mandó tulipanes a España tras el 5-1 en el mismo torneo. Nadie le pide permiso a la lógica a la hora de golear.

Los peruanos, reconocidos por su buen fútbol y rendimiento irregular, mantuvieron la base del mismo plantel hasta el Mundial siguiente, incluido el acusado arquero Ramón Quiroga -era rosarino y jugó como naturalizado para los incaicos-, volvieron a comerse una goleada en 1982, cuando Polonia los barrió al marcarle cinco goles en tan sólo 21 minutos.

Lo concreto es que Argentina, como en 1986 y 2022, ganó como consecuencia de ser el mejor en la cancha a raíz del primer trabajo serio, racional y a largo plazo, sostenido por un entrenador que revolucionó el fútbol argentino no sólo en lo futbolístico, sino con una mirada más abarcadora también desde lo conceptual, donde el aporte federal fue decisivo.

Kempes celebra una conquista en el Mundial 1978 con Luque y Bertoni.

Después del Mundial ‘74, en Alemania, el fútbol argentino parecía haber tocado fondo y las distancias con Europa parecían ser siderales e irreversibles. En apenas cuatro años, Argentina se volvió a trepar al mapa para dejar de ser “campeones morales” y quedarse con una chapa mucho más redituable: “la de campeones reales”.

Para llegar al final feliz, la selección debió transitar por “el grupo de la muerte” de la primera fase (con Francia, Italia y Hungría), el penal no sancionado contra Américo Gallego que derivó en circunstancial derrota ante los italianos, la dura batalla ante Polonia, el “atajadón” de Ubaldo Fillol a Kazimierz Deyna y los tiros en los postes del peruano Juan José Muñante y del holandés Rob Rensenbrink, episodios infartantes que pudieron cambiar la historia del torneo. Demasiados matices de suspenso como para pensar en un torneo “arreglado”.

Más para leer por los 45 años de Argentina campeón en el Mundial 1978

https://www.lavoz.com.ar/deportes/futbol/la-estrella-del-78-entre-la-epica-y-el-mito-a-45-anos-del-primer-mundial-ganado-por-argentina/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/deportes/futbol/la-estrella-del-78-entre-la-epica-y-el-mito-a-45-anos-del-primer-mundial-ganado-por-argentina/

Deja una respuesta