El Cronista @cronistacom: La política le robó el foco a la economía

La política le robó el foco a la economía

Las internas políticas, las definiciones de alianzas y candidatos, las elecciones provinciales, y los recientes hechos de violencia en Chaco y Jujuy han sacado la economía del centro de atención de la opinión pública.

Mientras esto sucede, sin la cotización del dólar en los zócalos de los programas de TV o sin los principales medios de comunicación ocupándose del día a día de la inflación, la macro mantiene sus dinámicas previas. Y otro tanto hace el Gobierno, que sigue apostando a que el tiempo le juegue a favor, sin tomar ninguna medida que le permita frenar la inflación y la pérdida de reservas.

La inflación de mayo, más allá de la reducción respecto del mes previo, se mantuvo en su nuevo escalón del orden del 8% mensual, acumulando en los primeros cinco meses del año un 42% en el nivel general. La tasa de inflación anual se ubicó así en el 114,2% con la inflación núcleo apenas por debajo del promedio (110,3% anual), lo cual indica que son la mayoría de los precios y no sólo algunos precios los que impulsan el promedio general.

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Si bien la inflación en mayo se desaceleró respecto de abril (y estuvo por debajo de las estimaciones privadas) no hay mucho para festejar.

En efecto, la gestión del Ministro Sergio Massa, desde agosto de 2022, acumula una inflación del 89,4% en diez meses, ocupando el séptimo lugar entre los ministros con mayor inflación desde la vuelta de la democracia y el cuarto lugar si tomamos en cuenta a los ministros que duraron al menos diez meses. Es paradójico que un ministro con estos resultados pueda proponerse como candidato presidencial.

Aunque por otra parte puede ser lógico que lo haga en tanto y en cuanto mantener viva la posibilidad de una candidatura le da un margen de poder mayor al que de otra manera tendría. Un aura de poder fundamental para un ministro que sólo puede esgrimir en su favor sus habilidades políticas, aunque ellas, claramente, no aseguran buenos resultados en materia económica.

En materia de divisas, el Ministro Massa también pretende hacer valer esas supuestas habilidades. Las jugó para que el gobierno chino le permitiera activar el swap y utilizar yuanes para comerciar en dicha moneda; pero no le sirvieron para conseguir el apoyo de Brasil y del banco de los BRICS. Tampoco parece estar sirviéndole para alcanzar un acuerdo con el FMI.

Si bien no habría un antes y un después de un acuerdo, la falta de avances podría llevar a que la Argentina entre en atrasos con el Organismo. Se corre el riesgo de que tal evento se convierta en el gatillo que coordine expectativas y acelere el tránsito hacia la fase final de la crisis.

Tanto el Gobierno como el Fondo son conscientes de ello y es de esperar que encuentren una solución de compromiso. Aunque las dificultades ya son visibles ante una postura más rígida de los técnicos del Organismo en favor de una corrección cambiaria. Pero atención, una devaluación no creíble, sin un plan de por medio, es probable que termine en otras devaluaciones y en una inflación más alta de la que hubiese habido si no se producía el salto cambiario.

Para ser exitosa, una devaluación tiene que ser vista como la única y no como la primera de muchas. Por lo que la devaluación por sí sola difícilmente pueda hacer algo para estabilizar o para frenar la pérdida de reservas.

Además de la posibilidad de que no se llegue a un nuevo acuerdo con el FMI, hay otros factores que podrían convertirse en el gatillo de la fase de corrección final: una definición traumática de las candidaturas del oficialismo primero y las PASO después.

Ambas podrían generar un nuevo round de incertidumbre y una caída de la demanda de pesos, lo que terminaría de acelerar la inflación y la cotización del dólar en los mercados no oficiales.

En síntesis, es muy probable que volvamos a escuchar en estos tiempos de convulsión política, el viejo mantra (recitado por una gran cantidad de actores políticos y analistas políticos locales) de que el problema de la Argentina es político y que la economía se arregla con política.

Ojalá que el ejemplo Massa haga ver que ello no es así. Que no hay viabilidad política sin viabilidad económica. Y que corregir la macro, estabilizar y revertir las dinámicas de crisis demanda mucho más que cintura, apoyo y gestos políticos. Sólo la proximidad de las elecciones y las chances de que su resultado implique un cambio de signo político parecen jugar a favor de una contención de las mismas.

Pero seis meses, bajo las condiciones actuales, es mucho tiempo y pueden ser más que suficientes para que la crisis gane en intensidad y encuentre un desenlace que difícilmente resulte virtuoso.

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