Armonía de las religiones: el ejemplo del Comipaz
Fue el siglo 20 el más tumultuoso de la historia, el que consolidó un concepto materialista de la realidad. Realidad tal que generó los conflictos graves conocidos. Pero después de las grandes crisis, vinieron las victorias de la espiritualidad, se vio colapsar a los sistemas colonial e imperialista del siglo XIX, y la nueva centuria fue testigo del auge y la caída de los totalitarismos.
Hacia finales del siglo 20, no parecía probable un resurgimiento de la religión. Sin embargo, ocurrió, por una profunda corriente de ansiedad y descontento, debido al vacío espiritual que produjo tanto materialismo. Tal renacer dejó un positivo legado, que fue la concientización planetaria del reconocimiento de que Dios es uno, el Único, llámese Jehová, Yahvé, Alláh. Es al mismo Dios a quien oramos y amamos en todo el mundo.
En Córdoba, en 2001, encontramos un comité interreligioso embrionario, que intentaba poder armonizar las religiones, con el concepto básico de encontrar lo que las unía, en vez de magnificar las diferencias de forma que se podían encontrar.
En este contexto, la asamblea espiritual de los Bahá’ís de Córdoba apreció integrarse al comité interreligioso naciente, que en su reglamento aceptaba el ingreso de todo credo que comulgara con el principio de la unicidad de Dios.
La solicitud derivó en encuentros con el imán Mounif el Sukaría y el pastor Daniel Annone, se presentaron los principios centrales de la fe, y se evacuaron dudas y consultas. Así se aprobó nuestra participación como credo adherente.
El objetivo de La Gloria de Dios (Bahá’u’lláh) nos invita a asociarnos con todos los pueblos y las razas de la Tierra, aclarando que la Revelación Divina es un proceso continuo y progresivo, que todas las grandes religiones del mundo son del mismo origen divino, que sus principios básicos están en completa armonía y que sus enseñanzas no son más que facetas de una sola verdad.
También que sus funciones son complementarias, que sólo difieren en los aspectos no esenciales de sus doctrinas y que sus misiones representan, para nosotros, etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana.
Lo importante es reconciliar antes que acentuar las divergencias de los credos en conflicto, las que desintegran a la sociedad presente. El propósito de La Gloria de Dios, lejos de menospreciar la posición de los mensajeros anteriores o de empequeñecer sus enseñanzas, es reafirmar las verdades básicas que comparten.
Estas verdades se revelan de acuerdo con las necesidades de la edad en que vivimos. Estas convulsiones que estamos viviendo deben ser asociadas con el presente de un ser humano en su etapa de adolescencia, que lo están preparando dolorosamente para alcanzar la madurez y anuncian la aproximación de la Edad de Edades, en que las espadas serán forjadas en arados, en que habrá sido establecido el Reino prometido por nuestro Señor Jesucristo, y asegurada de manera definitiva y permanente la paz del planeta.
* Representante ante el Comipaz de la comunidad Bahá’ís de Córdoba
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