Las pantallas pueden enfermar a nuestros niños
Nuevos estudios destacan la vulnerabilidad de niños y de adolescentes al uso intensivo de los dispositivos tecnológicos que implican pantallas, como el teléfono celular y las tablets.
No sólo porque pueden acceder a contenidos impropios para su edad o ser engañados por adultos que finjan ser pares, y así sufrir situaciones de acoso o manipulación. Lo que está en juego es concretamente su salud, según los especialistas.
La máxima autoridad en Salud Pública de Estados Unidos informó sobre el riesgo que las redes sociales representan para la salud mental de niños y de adolescentes, ya que las utilizan “casi constantemente”.
Puede parecernos una exageración, pero no lo es. La Sociedad Argentina de Pediatría cuenta desde hace tiempo con una subcomisión para estudiar cómo impactan en la salud de los menores las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).
Esta entidad comprobó, por ejemplo, que los jóvenes no suelen relacionar en las consultas médicas sus síntomas físicos y psíquicos con el uso de las redes sociales. Pero cuando el profesional indaga sobre la cuestión, se advierte un uso indebido que causa innumerables e importantes trastornos.
En ese listado se destacan alteraciones visuales, dolores articulares, cefaleas, cambios de humor, alteraciones del comportamiento, hiperactividad, fallas en la socialización, conductas de aislamiento, cuadros de depresión o de ansiedad, y algunos síntomas vinculados al sedentarismo, como sobrepreso o trastornos del sueño.
Es innegable que las redes sociales nos ofrecen, a todos por igual y sin importar nuestra edad, inmensas posibilidades de compartir aspectos de nuestra vida con otros. Pero no todos somos conscientes de que en las redes se publica tan sólo lo que uno quiere mostrar al mundo, que son exclusivamente cosas buenas. Cuando un usuario no puede percibir eso, tiende a pensar que el otro es más feliz, que le va mejor en la vida, lo que puede producir baja autoestima o angustia.
Por supuesto, la prohibición nunca es la solución. Lo que se sugiere es, además de estar atentos a las modificaciones de comportamiento de los chicos, estipular un uso diario de las pantallas por tiempo limitado, poder reflexionar con ellos sobre las interacciones que estimulan las redes y proponerles actividades por fuera de las pantallas.
Con todo, el punto clave seguimos siendo los adultos, que somos quienes ponemos las pantallas en sus manos. Hace unos meses, circuló una encuesta realizada en España que describía el cuadro con bastante precisión: casi el 90% de los padres de menores de 18 años afirmaron que los chicos tienen una adicción a las pantallas; adicción generada por los padres, respondió casi el 90%, que se las entregan para distraerlos; pero no sería el caso de los propios encuestados, porque casi el 100% toma medidas para limitar a sus hijos el uso de las pantallas.
Obviamente, es un resultado imposible: casi todos los padres o las madres encuestados quisieron creer que ellos habían obrado bien; serían los demás quienes se equivocan y enferman a sus hijos.
Si no encaramos el tema con total sinceridad, no le encontraremos una solución adecuada.
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