La Voz del Interior @lavozcomar: Sucio y peligroso como un recién nacido

Sucio y peligroso como un recién nacido

Comerse a su propio dios todos los domingos es una práctica religiosa que continúa llamando la atención aun dentro del amplísimo repertorio de las creencias y de los ritos humanos.

En sus ceremonias, los fieles católicos beben la sangre y comen la carne de su dios en el sacramento de la eucaristía. La teofagia, una particular gastronomía celestial, era practicada también por los aztecas antes de la llegada de los conquistadores, cuando construían figuras gigantes de su dios Vitzliputzli hechas con una especie de mazapán, que luego de ser bendecidas repartían en porciones a todos los fieles.

Antes de ellos, describe James Frazer en La rama dorada, también eran teófagos los arios de la antigua India, cuyos brahmanes realizaban la transubstanciación por la que convertían mágicamente unas bolas de arroz en la carne y en los huesos de sus dioses, que luego distribuían para ser deglutidas con devoción.

Una ducha espiritual

Existe otra ceremonia religiosa naturalizada con el paso de los siglos, que es el bautismo de los recién nacidos. Mary McAleese, quien fue presidenta de Irlanda entre 2007 y 2011 y es licenciada en derecho canónico, sostuvo que bautizar a los niños “viola sus derechos humanos”. El bautismo, señaló quien fue la primera vicerrectora católica de la Universidad de Queens, en Belfast, convierte a los pequeños en conscriptos con obligaciones de obediencia durante toda su vida. No puedes imponer obligaciones a personas que tienen dos semanas de vida, afirmó.

PAPA. Durante el bautismo de Giulia (AP).

En marzo de 2023, en tres diócesis del sur de Italia comenzaron a suprimir la presencia de padrinos y madrinas en los bautismos simplemente por el hecho de que estas figuras perdieron su sentido. Un paso más allá, es fácil comprobar que esta costumbre cristiana y familiar de sumergir o mojar a los recién nacidos para limpiar pecados que habría cometido un personaje mitológico en el inicio de la humanidad, ya huele a retrógrada.

Los budistas no bautizan a sus hijos, porque lo consideran innecesario: ya nacen en una familia budista. Los hindúes también creen en la reencarnación; por lo tanto, el bebé no es un ser nuevo que necesite aseo espiritual, sino sólo un alma que está comenzando otra etapa de su viaje hacia el Nirvana. En el Islam, el bautismo no existe y, en su lugar, cuando nace un niño, un familiar le recita al oído frases del Corán.

Bautismo y derechos del niño

La Convención de los Derechos del Niño, firmada en 1989 y a la que hoy adhieren casi 200 países, establece con claridad que debe respetarse el derecho de cada chico y chica a la libertad de conciencia y de religión; es decir sus padres no tienen derecho a imponerles una creencia, más cuando hace apenas horas que estos bebés fueron expulsados del útero materno y carecen de un mínimo raciocinio y de la consiguiente posibilidad de elección.

Derechos del niño

Cualquier juez de Familia hoy sabe que el interés del niño está por encima de preferencias, gustos e imposiciones religiosas que quiera aplicar cualquier progenitor.

Un bautismo es imponer un credo, con su complejo entramado de culpas, responsabilidades y pecados, a un pichón de ser humano que todavía no sabe ponerse de pie ni controla esfínteres.

Es la imposición de una cosmovisión ajena, el injerto cerebral de un manual de instrucciones para observar la naturaleza y el mundo. Manuales sagrados que ya demostraron muchas veces tener capítulos desactualizados.

Nos escandalizamos por la extirpación de clítoris que todavía se practica en países africanos y árabes, porque esa acción mutila la sexualidad de millones de niñas, pero continuamos naturalizando la imposición de una religión a recién nacidos, que mutila su libertad de elección. La religión no debería ser una imposición de padres a hijos. Para eso, al menos en Argentina, ya existe el fanatismo por los clubes de fútbol.

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