Con la vista puesta en 2024, el precio de los papeles argentinos es tentador
La expectativa que abre el próximo ciclo político empieza a producir un fenómeno que la Argentina ya ha visto en el pasado: el crédito a favor del que viene empieza a dejar efectos positivos para el que se va. Le sucedió a Cristina Kirchner en 2015, cuando la sensación de que la renovación era inevitable se hizo sentir en los meses previos. Y le está empezando a pasar a Alberto Fernández y a Sergio Massa, porque los inversores que mantienen a la Argentina en el radar perciben que el sendero que debe recorrer la economía no es muy ancho. Podrá ser recorrido más rápido o más despacio, pero la meta no es muy distinta.
La mayoría de los análisis de los grandes bancos de Wall Street anticipa nubarrones entre agosto y diciembre. Pero eso no le quita el entusiasmo a los que buscan nichos de rentabilidad en los mercados emergentes. La preferencia pasa por activos de renta variable ligados a sectores que tienen un futuro atractivo en función de las correcciones que debería aplicar el próximo gobierno, o bien por su participación en los sectores más dinámicos de la economía. No es casual que los papeles que lideran las mejoras de todos los indicadores bursátiles pertenecen al sector energético.
En el primer cuatrimestre, el déficit primario alcanzó el 0,59% del PBIGobernadores discutieron la nacionalización del litio y citaron el caso chileno
Los números permiten ver el rumbo que han tomado los inversores. En lo que va del año, el S&P Merval medido en pesos sube 67%, más que duplicando la inflación acumulada (hasta ahora), que llega a 32%. En dólares el mercado también refleja una situación positiva: mientras el S&P 500 (el índice líder de la Bolsa de Nueva York) sube 9%, el S&P Merval avanza 17% en dólares. Nada mal.
Los únicos activos que no despiertan entusiasmo son los bonos soberanos. Es entendible: la capacidad de pago del Estado argentino es mucho más frágil que la del sector privado. Por eso el riesgo país no mejora, y difícilmente lo haga hasta el tramo final de la actual gestión, siempre y cuando la segunda vuelta no dé paso a alguna sorpresa electoral.
Cristina Kirchner repite que hay que rediscutir el acuerdo con el FMI, pero siempre aclara que rediscutir no implica dejar de pagar. Esa señal de alguna manera le quita ansiedad a quienes proyectan colocar algún capital financiero a corto o mediano plazo en la región. En ese pensamiento, los tomadores de decisiones perciben que ya sea con el apoyo de Estados Unidos o de China, el financiamiento que requiere el Gobierno va a aparecer.
Ese clima no anticipa una calma absoluta. Solo reconoce que los fundamentos no están rotos y que si el candidato oficialista es Sergio Massa, el menú de política económica para el 2024 mantendrá el mismo nivel de esfuerzo y los mismos criterios de racionalidad que ayudaron a estabilizar la coyuntura en los últimos meses.
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