Sobrevivir: la dura realidad de aquellos que no llegan a fin de mes
Cuando todo parece indicar que los argentinos terminamos acostumbrándonos a vivir en una constante crisis económica con altos índices de inflación y suba de precios hay un gran porcentaje de la población que aún la tiene más difícil.
“Siempre nos golpean las crisis, se nos ha hecho carne”, reconoció Fabián Heinz, presidente de una cooperativa de trabajo en barrio San Jorge, al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Salir a pelearla es un denominador común para muchos cordobeses y cordobesas que han adoptado diversas estrategias de supervivencia algunas desde hace más tiempo, otras recientes, con el fin de estirar el bolsillo lo más posible. El problema no es tanto la falta de trabajo, sino que lo que se gana trabajando no alcanza.
César Caminos tiene 41 años y vive junto a su esposa y sus cuatro hijas adolescentes en una casa que alquilan en Villa Azalais. De lunes a lunes trabaja en una despensa que funciona en la casa de sus padres en General Mosconi y hace una semana comenzó un curso de reparación de celulares para sumar otro oficio. Su esposa lo ayuda con un emprendimiento de estética que realiza en una habitación de la casa.
Caminos sabe reinventarse. Estudió Tecnicatura en Refrigeración pero no pudo dedicarse por falta de dinero para comprar las herramientas. Luego trabajó como repositor en dos empresas de bebidas, pero por reducción de personal o cambio de dueño se quedó sin empleo. Lamentablemente él no ve un cambio en el corto plazo. La despensa no está en un área comercial y buscar trabajo en relación de dependencia no es una alternativa por los salarios que ofrecen y su edad.
“La inflación es un dolor de cabeza, se enoja el cliente, se enojan los proveedores y te da bronca”, sostiene.
Preocupa el avance de la droga
Para Heinz, la consecuencia más grave de la crisis y la falta de oportunidades es el avance de la venta y el consumo de drogas entre adolescentes. Hace poco tiempo instalaron un quiosco en la esquina de su casa donde vive junto a su familia. “Lamentablemente algunos de los chicos que acudieron al merendero Abracitos del alma, hoy los ves y son soldaditos”, reconoce. Sin embargo, lejos de desanimarse, planifica junto a otros vecinos desarrollar una escuela de boxeo para contenerlos.
En barrio San Jorge funciona una cooperativa que le da trabajo a 35 personas en empleos de seguridad, gastronomía, diseño textil y reciclaje urbano. Además 70 familias participan de distintas actividades sociales como apoyo escolar, cursos de oficios y talleres de salud, recreativos, deportivos y culturales.
“En el barrio nos conformamos con poco y sabemos que le vamos a encontrar la vuelta. Creo que los que más sufren esta situación son los de clase media, que ya queda muy poca”, expresa Heinz.
La misma preocupación por los jóvenes es la que tiene Silvia Quevedo, referente social, coordinadora de Somos Barrios de Pie, que ve además de la problemática económica en sí, una “dispersión de la familia”: “Nosotros hemos tenido una familia que nos contenía. Ahora muchos chicos tienen a su papá preso, su mamá trabajando, los cría la abuela, un hermano adolescente o se crían solos, en una plaza. Falta contención y cariño, de adolescente ese chico no tiene empatía por nadie”, reconoce.
“Muchas madres llegan a nuestra cooperativa a pedirnos que por favor le demos una tarea a sus hijos para que no los capten las organizaciones criminales en el barrio”, dice Silvia.
Alimentación y vivienda
En cuanto a lo económico, la referente detecta dos situaciones concretas: el recorte en la alimentación y el déficit habitacional. “Hay mucha gente que come una sola vez por día y ya no puede pagar el alquiler. Conocemos casos de gente trabajadora que alquilaba su casita y que ahora se han tenido que ir a ocupar un terreno porque no les alcanza para pagar. Es muy triste”, agrega.
Para Silvia, no ha habido una crisis como ésta, tan profunda y compleja. “Vemos los rostros de angustia, de desazón. Cuando ya no hay esperanza es difícil pararse para salir adelante. Hemos perdido la cultura de trabajo y tenemos que buscar alternativas desde la economía popular. Las ‘recetas mágicas’ que proponen algunos políticos ya fracasaron”, afirma.
En la organización que conduce, con sede en la calle Humberto Primo al 700 funciona un taller textil y uno de panificación donde trabajan decenas de personas, en su mayoría mujeres.
Noelia Lazarte tiene 36 años, vive en un monoambiente que alquila en barrio Ituzaingó junto a su pareja. Cada uno tiene dos hijos de parejas anteriores que también usan la casa. “Comemos sólo a la noche. Mis hijos, que van al secundario, desayunan, almuerzan y meriendan en comedores, sino no podría darles de comer”, cuenta con pesar.
Su pareja es albañil, tiene trabajos informales, “changas”. Ella trabaja en una cooperativa por la que cobra el plan Potenciar Trabajo. “Pero no nos alcanza. Ya no sabemos de dónde sacar. Pero si tengo que trabajar 14 horas para que mis hijos puedan estudiar lo voy a hacer. No quiero que pasen lo mismo que yo, que soy la mayor de siete hermanos y no pude estudiar porque tuve que cuidarlos”, asegura.
La subsistencia del día a día
“La llevamos como podemos. Yo ahora estoy desocupada porque como todos los días aumentan las cosas el restaurante donde trabajaba sólo daba pérdidas, no podían pagar los sueldos y tuvo que cerrar”, cuenta Nora Bonano (56), que vive en barrio Palmar junto con sus hijo de 12 años.
Su familia se compone además de su marido, que en este momento no vive en Córdoba con ellos, y de su hijo mayor que con 26 años, afortunadamente trabaja y puede cubrir sus gastos.
“Mis hijos antes podían hacer deportes, podía sacarlos una vez al mes y ahora no. Pero igual a mi hijo más chico nunca le hago faltar nada, hay días que yo no como porque no tengo para los dos, entonces como madre lo priorizo a él”, explica.
Por su parte, Walter Ledesma (48) intenta ahorrar algo de dinero comprando en la zona del Mercado Norte, lugar que recorre de la mano de su hijo pequeño. “Nos tuvimos que ajustar en todo un poco, los gastos del colegio, el calzado, la comida. Tratas de ahorrar en el súper haciendo una sola compra al mes porque comprar de a puchitos no te sirve”, detalla.
“Yo soy gastronómico, trato de trabajar 10 o 12 horas y por ahí la diferencia es que en este rubro se recibe una propinita con la que se llega a fin de mes. Después el otro 50% está la pareja que ayuda”, expresa.
Para él la situación es crítica y piensa en el futuro de sus otros hijos adolescentes, para quienes no ve futuro en Argentina. “Toda la política está llena de mentiras y perdés la confianza, ya no sabés a quién elegir”, cierra.
Favio Ledesma es electricista y junto con su esposa también cuentan la complicada situación que viven luchando por mantener a 7 hijos. “Con lo que se puede juntar con los trabajos particulares que hago no llego a la semana y al mes menos. Vivimos el día a día, no se puede planear a futuro”, comenta.
“Antes podíamos comer a la mañana y a la noche, ahora es una sola vez al día. Tampoco podemos sacar a los chicos a pasear porque todo es un gasto terrible. La escuela, las zapatillas, los libros se los compramos un mes a uno y otro mes a otro porque no llegamos con todos”, agrega su esposa.
Norma es una vecina de la ciudad de Córdoba que lamenta haber tenidoiar que dejar de estudiar hace años por imposibilidad económica. Hoy lo que más desea es es conseguir un trabajo: “Quiero vivir dignamente para poder mantener a mi hijo más chico y no no tener que pensar si al otro día voy a tener un plato de comida para darle”, razona.
Sobrevivir a la crisis es un trabajo del día a día para miles de cordobeses y cordobesa. Las familias se tienen que sentar todos los meses y elegir qué van a pagar este mes y qué postergarán para el mes próximo. El panorama no presagia una mejora, coinciden todos, por lo que la desazón va ganando terreno en los ánimos de muchos hogares.
Aún así, en los barrios más humildes destacan los esfuerzos de las organizaciones sociales para llevar un poco de alivio, ya sea a través de un plato de comida o de un taller donde se puedan encontrar con otros vecinos y vecinas, y hacer frente a la crisis en forma colectiva.
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