Reseña del libro Islas de calor: los une el calor y el espanto
El termómetro no baja de los 40 grados y los incendios son cosa de todos los días. Las personas comienzan a vivir de noche y el toque de queda es la nueva forma de “contener” el desastre que generó el hombre luego de décadas de desidia y usura.
Lamentablemente, el panorama que pincela la chilena Malu Furche en los cuentos de Islas de calor no parece estar tan alejado de la realidad.
Algunas de las escenas que describe inteligentemente Furche recuerdan a El país de las últimas cosas de Paul Auster. ¿Qué pasa cuando ya no hay salida porque todo está roto? La autora no pretende responder esa pregunta, esa tarea será en todo caso para el lector. Furche describe historias posibles con personajes reales, pero no busca una resolución, quizás porque no la haya.
Este libro, de la editorial chilena La pollera (distribuido en Argentina por Big Sur) tiene cuatro cuentos. En el primero, dos mujeres que se acompañaron muy a su pesar toda la vida, quedan encerradas en una casona antigua en plena ola de calor. Afloran la necesidad, el odio, pero también ese cariño que dan los años.
El segundo cuento gira en torno a La Atacama, un bar de mala muerte al que van a parar todos durante la noche en busca de un refugio. Y no es precisamente del calor de lo que se refugian (eso es imposible), si no de la desesperanza.
En el siguiente relato los límites territoriales están bien claros: nadie puede mudarse al sur para apaciguar el calor. Las “fronteras” están cerradas para quienes buscan escapar del ardor contante. Sin embargo, los límites humanos sí se trastocan, casi como si fuese un contexto de guerra.
El último cuento relata la historia de una especie de bruja que concede deseos a cambio de agua, ron y comida. Todos piden salir del infierno (literal) que es caldeada realidad. La historia tiene momentos cumbre como cuando un rezo a la Virgen del cerro dice: “Imploro vuestro auxilio/ clamo por tu frío”.
Islas de calor retrotrae al lector inevitablemente a las recientes olas de calor vividas en Argentina. Es casi imposible no recordar qué sentía y pensaba uno cuando el aire espeso le entraba en el cuerpo y cuando no había ducha o pileta que calmara ese estado del alma, como cuando el cuerpo rechazaba la ropa por más liviana que fuera.
Esa realidad insufrible de un mundo que no termina de morir se vuelve constante en estas historias cortas al punto tal de que quienes amamos la temporada estival comenzamos a reparar en el daño que nos provocaría un “verano eterno”.
Paradójicamente, y sólo en materia de escritura, Islas de calor trae aire fresco.
- Islas de calor. De Malu Furche. Editorial: La Pollera. 137 páginas. $ 2.900
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