Chile vota una nueva Convención Constituyente
Este domingo 7 de mayo, Chile votará por una nueva Convención Constituyente. En el plebiscito de septiembre del año pasado, un 62 por ciento de los votantes rechazó el texto propuesto por la convención que había sido elegida en 2021.
Por ese resultado, la Constitución vigente es la que impuso la dictadura de Arturo Pinochet, que fue reformada en más de una oportunidad; la más reciente, en 2005, durante la presidencia del socialista Ricardo Lagos.
Pero el crítico discurso político y social imperante en Chile tras el “estallido social” de 2019, la deslegitimó casi por completo, al punto que casi nadie valora las reformas practicadas desde que retornó la democracia en 1990.
En ese contexto, las fuerzas políticas acordaron un nuevo proceso constitucional, aunque con diferentes reglas de juego que el anterior. Por un lado, el punto de partida no ha sido una elección popular de convencionales, sino la designación, a cargo del Parlamento, de una comisión de expertos encargada de escribir un borrador, que luego deberá ser revalido por los convencionales que se elegirán el domingo.
Además, por otro lado, tanto la comisión de expertos como la Convención deben respetar las “Bases Constitucionales” que los partidos consensuaron en diciembre del año pasado.
Cambios moderados
Por todo ello, y más allá de los resultados de esta elección, todo hace prever que la próxima Constitución será más parecida a la actual que al proyecto que se rechazó en 2022.
Con todo, su valor diferencial radicará en su legitimación a través de la participación de la ciudadanía. Por eso es que la votación del domingo cuenta con el sistema de voto obligatorio, lo que despierta muchas expectativas ya que no es lo usual en Chile.
De hecho, la primera incógnita es si se repetirá el altísimo nivel de participación que se registró en el plebiscito de septiembre del año pasado (un 85 por ciento del padrón). Entonces, se vivía un momento de alta efervescencia política. Ahora, en cambio, domina la apatía: hace unas pocas semanas, algunas encuestas señalaron que la redacción de una nueva Constitución apenas le interesaba a un tercio de los chilenos.
La segunda incógnita es cómo repercutirá el resultado en el gobierno del presidente Gabriel Boric. Por su involucramiento en el plebiscito anterior, fue inevitable que el resultado se leyera como un rechazo de su gestión, a escasos seis meses de haber asumido.
Es que Boric pretendía “cavar la tumba” del neoliberalismo en Chile y refundar el país, idea con la que se identificó el proyecto constitucional rechazado.
“Almas” opuestas en la alianza gobernante
Con números tan contundentes, la izquierda del gobierno (Frente Amplio y Partido Comunista) perdió puestos relevantes a manos de la centroizquierda (el Partido Socialista y sus aliados, los partidos Liberal, Radical y por la Democracia).
Estas “dos almas” del oficialismo han mantenido una férrea disputa desde entonces, al punto de que Boric las llamó al orden y les pidió literalmente una “tregua” para que el “fuego amigo” no siguiera dañando la imagen del gobierno, y la suya en particular.
El punto es que, a la hora de conformar las listas de candidatos para el domingo, estas “dos almas” no se pusieron de acuerdo en una lista única, pero tampoco se alinearon de acuerdo con sus posiciones previas: el socialismo y los liberales se aliaron al frenteamplismo y al comunismo, mientras que los radicales y los PPD se unieron con la opositora Democracia Cristiana para representar en soledad a la centroizquierda.
Previsiones negativas para el oficialismo
De ese extraño ordenamiento deviene una dificultad intrínseca para leer los resultados que obtenga cada “alma” en las urnas. En cualquier caso, las previsiones de los analistas son negativas: de las 50 bancas en juego, el oficialismo rondaría apenas las 20, en el mejor de los escenarios.
Cuanto más se aleje la realidad de ese pronóstico “ideal”, más se agitará la interna del gobierno a partir del lunes, en uno u otro sentido.
Por su parte, la disputa en la derecha es la tercera incógnita: las fuerzas tradicionales de centroderecha se han posicionado más al centro y han mostrado disposición a dialogar y a consensuar un texto constitucional con la centroizquierda, mientras que la extrema derecha (el Partido Republicano) ha ratificado su oposición al proceso y tratará de hacer pesar los constituyentes que obtenga para trabar los consensos.
Por sumatoria, la gran incógnita que envuelve a las anteriores es quiénes serán los líderes de la nueva Convención que podrán sumar sus respectivas fuerzas para sacar a Chile de tanta incertidumbre política y sentar las bases de un esquema que satisfaga al conjunto de la sociedad.
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