Otra manera de aprender: la historia de Hikari Oe
Entre los avances pedagógicos que la segunda mitad del siglo 20 introdujo, se encuentra el impulso de nuevas formas de aprendizaje. Se dejaba atrás la idea dominante de que todos los niños y niñas aprendían de la misma manera y, por lo tanto, quien enseñaba tenía un solo objetivo: impartir una lección para todo el grado, sin importar las diferencias de cómo el alumnado procesaba esa información.
Las escuelas no se acomodaban entonces a las necesidades individuales de ciertos niños, y todo niño que no encuadrara en un modelo preestablecido no entraba: las discapacidades, ya físicas o mentales, no se incluían en las aulas.
Se mantenía que siempre habría un grupo más adelantado que el resto. Ahora se sabe que esos eran niños estimulados desde temprana edad, que eran más expuestos a nuevas vivencias dentro y fuera de la casa, que poseían más materiales educativos: libros, cuadernos, crayones, lápices de colores, masilla, etcétera, y que estaban rodeados de adultos que enfatizaban la educación como un medio para desarrollarse como personas.
La mayoría de niños lograba alcanzar los objetivos y los docentes sonreían cuando después de las pruebas comprobaban que siempre había más aprobados que aplazados.
Al mismo tiempo, había un pequeño grupo que con frecuencia, año tras año, era rezagado a sólo sobrevivir a la escuela. Eran los mal llamados pésimos, adjetivo tan negativo como la connotación que acompañaba. Eran niños que tenían dificultades para leer, para hacer simples cálculos matemáticos y para escribir. Que iban a docentes particulares para que los hiciera practicar mil veces lo mismo. Esos niños la remaban gracias a su propia voluntad y a los esfuerzos económicos de sus padres.
Cambios necesarios
Hoy sólo los materiales educativos cambiaron. En el siglo 21, los niños deben tener acceso a computadoras, laptops, celulares que faciliten la adquisición y producción de conocimientos para no ser digitales y tecnológicamente analfabetos. Pero las otras tres condiciones siguen siendo determinantes del éxito educativo de cualquier niño o niña, en cualquier ámbito, en cualquier ciudad del mundo: padres involucrados en la educación de los hijos, estimulación dentro y fuera de la escuela y acceso a diferentes materiales, no sólo pedagógicos.
Sin embargo, en el presente se avanzó mucho en la incorporación educativa de niños con capacidades diferentes en establecimientos comunes. La escuela debe garantizar no sólo la igualdad en el acceso, sino también la inclusión de todos los niños.
Se observó que muchos niños eran más susceptibles a aprender visualmente; otros, auditivamente, y otros de manera kinética (a través del movimiento). Se descubrió que el lenguaje escrito u oral no es el único válido para comunicar ideas. Que los dibujos, las diferentes producciones artísticas o la expresión corporal transmiten ideas de manera tan creativa como la palabra. Y que las escuelas deben acomodar esas diferencias aunque signifiquen mayor esfuerzo para todos, incluidos docentes y padres.
La cuestión del autismo
Abril fue el mes del autismo. Cada vez más niños son diagnosticados con esta afección. Una afección a veces invisible, a veces sin signos físicos. Y con chicos excepcionalmente capaces en algunas áreas cognitivas (música y memoria, por ejemplo) y sorprendentemente deficitarios en otras. Sus familias tienen una oportunidad de insistir en su pedido a la sociedad de la necesidad de aceptar nuevas formas de aprendizajes y de evaluaciones, lejos de las tradicionales aceptadas por todo el mundo y dentro de todas las escuelas.
La historia del premio Nobel de Literatura japonés Kenzaburo Oe, fallecido en marzo de este año, y la historia de su hijo Hikari Oe deberían ser mostradas a todos los padres o futuros padres, para aprender que los dones con los que nacen los niños, sean pocos o muchos, deben ser alentados desde el primer día, incluso desde el mismo nombre (Hikari significa “la luz” en japonés). Ese niño, a quien los propios médicos no daban muchas esperanzas de sobrevivir, no sólo sobrevivió sino que se convirtió en compositor.
Y todo comenzó cuando sus padres notaron que el niño identificaba el sonido de cada pájaro que escuchaba en discos de sonidos; sí, los viejos longplays. Y luego estaban sus clases de música, con mucho esfuerzo y una gran paciencia de su profesora. Y al final, la sorpresa cuando presentó su primera composición. Su padre lo narra en primera persona en el libro Una cuestión personal.
Hikari Oe tuvo unos padres como tantos otros, que desoyeron los consejos bienintencionados sobre las capacidades limitadas de su hijo y lo estimularon y le brindaron un espacio a principio de los años 1960, lo cual permitió que un niño no sólo sobreviviera sino que desarrollara el talento con el que vino a este mundo.
¿Cuántos niños y cuántos talentos no son revelados, visibilizados ni desarrollados aún en el presente?
* Licenciada en Sociología
https://www.lavoz.com.ar/opinion/otra-manera-de-aprender-la-historia-de-hikari-oe/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/otra-manera-de-aprender-la-historia-de-hikari-oe/