La falta de insumos, otra pandemia para la producción de granos
Más allá de que en Argentina la escasez de gasoil es un problema estructural que se agudiza desde hace más de 15 años, en cada arranque de cosecha, la agricultura mundial también atraviesa, aunque de manera coyuntural, una restricción de insumos básicos.
Si bien en el país la falta del combustible es un interrogante que crece a medida que las máquinas y los camiones intensifican su labor en los lotes, también comienza a serlo a nivel global la disponibilidad de fertilizantes para la nueva campaña, que ya obliga a ajustes.
Los primeros en tirar el achique fueron los farmers del cinturón maicero estadounidense. Por tercera vez en la historia (antes había sido en 1983 y 2018) van a sembrar, en principio, más hectáreas con soja que con maíz.
Según los analistas del mercado, las razones hay que buscarlas en la fuerte suba en el precio de fertilizantes, que en el caso de la urea se encareció más de 70% desde principios de marzo, cuando comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania. Es que en esa zona del Mar Negro se concentran los mayores exportadores mundiales de nutrientes nitrogenados y los segundos de potasio.
En Estados Unidos, el maíz requiere cuatro veces más cantidad de fertilizantes que la soja para expresar su potencial, por lo que los productores han decidido darle en la próxima cosecha más superficie a la oleaginosa.
En Córdoba, el trigo 2022/2023 también obliga a los productores a mirar de cerca los números de los fertilizantes y a ecualizar una sintonía muy fina en un escenario de márgenes brutos más acotados.
Si bien es la cantidad de agua disponible en el suelo el factor que termina decidiendo la siembra triguera, en esta campaña el valor de los fertilizantes tendrá más peso específico dentro de la estructura de costos.
Según un análisis realizado por la Bolsa de Cereales de Córdoba a comienzos del mes pasado, el gasto en nutrición para el cultivo representa en la nueva campaña casi la mitad de todo el costo directo del cereal. La composición varía según cada departamento de la provincia, y su incidencia aumenta hacia los que están ubicados en el este, donde la necesidad de los fertilizantes crece por los planteos que apuntan a mayores rendimientos.
En Miami, en una reciente cumbre latinoamericana de empresas vinculadas a los fertilizantes, de la que participaron alrededor de 500 representantes del negocio en la región, el desenvolvimiento del mercado para la actual campaña fue tema de análisis.
Allí, Mario Sufritti, gerente comercial de Profertil (una sociedad entre la canadiense Agrium e YPF, la mayor empresa productora de fertilizantes nitrogenados del país), admitió: “El mercado argentino de los fertilizantes es diferente a otros de América latina. Un año puede crecer 5%, pero eso no asegura que vaya a seguir en ese ritmo al año siguiente. La variabilidad es alta y las compañías tenemos que estar preparadas para enfrentar esa realidad”. Al mismo tiempo, advirtió que nadie puede prever las consecuencias en el actual contexto.
Argentina es el segundo exportador mundial de maíz y un jugador titular también en el mercado global del trigo. Y la urea es clave para la productividad de ambos cultivos.
Seguir produciendo alimentos en este escenario de mayores costos y restricciones de insumos es el gran desafío que tiene por delante el agro.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acaba de diseñar en Quito, durante la 37ª Conferencia Regional para Latinoamérica y el Caribe, la agenda 2030 para la actividad.
Se trata de un protocolo que aboga por la transformación de los sistemas agroalimentarios para lograr mejoras en la producción, la nutrición, el medioambiente y la vida de las personas.
Más allá del acuerdo, en la reunión quedó patente la fuerte preocupación de los países por el alza de los precios de alimentos y fertilizantes debido a la coyuntura mundial, lo que llevó a la FAO a establecer una serie de recomendaciones.
El consejo principal fue que los países busquen proteger a sus agricultores, mantener el comercio abierto, evitar distorsiones mayores en los precios (vía retenciones) y buscar modelos de gestión de los fertilizantes para evitar las faltas de suministro. Una tarea que va a exigir de políticas de Estado y de gestión por parte de la iniciativa privada.
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