La madre en cuestión: el cóctel aterrador y amoroso de Donald Antrim en “La vida después”
La vida después arranca por el final. Louanne, la madre del autor estadounidense Donald Antrim, murió en agosto del año 2000, en una cama especial ubicada en algo parecido al living de su casa, custodiada por tubos de oxígeno, al cabo de varias hospitalizaciones.
Había dedicado buena parte de sus años a beber como una cosaca y a fumar toneladas de cigarrillos. El alcoholismo de Louanne, cuenta el hijo en pasajes que la retratan con una crudeza matricida, alcanzaba un rango operístico, se expresaba en cimas dramáticas y descensos que la incapacitaban para casi todo en materia de vínculos y deberes familiares.
En noches que eran como pesadillas, multiplicaba los efectos colaterales de la guerra conyugal que sostenía con el padre de dos criaturas, Donald y su hermana, quienes soportaban como podían las radiaciones maternas.
En varios de los cuentos reunidos en Otro Manhattan (Chai Editora, 2020), la escritura elegante y las sondas de exploración psíquica con las que Antrim deleita y asusta se posan en quienes viven aferrados a un vaso, siempre de vuelta o en camino a algún desastre.
En La vida después, una autobiografía dislocada del (auto) homenaje y de la operación de barrer bajo la alfombra, el autor se narra a sí mismo como un neurótico de antología, un obsesivo que resulta cómico hasta un extremo casi inverosímil, tensado por sentimientos aberrantes y marcado para siempre por una historia en la que “madre”, “enfermedad” y “deterioro” son prácticamente sinónimos.
La trama se desliza hacia otros miembros de la constelación familiar e incorpora a un novio que Louanne conoció en Alcohólicos Anónimos después de que el matrimonio con el padre de Antrim se hubiera desecho, vuelto a armar y roto por segunda vez y para siempre.
El ritmo narrativo es como una salida nocturna que no da respiro y deja de cama. Una ironía congénita recorre el libro de punta a punta.
Los poderes aterradores de esa señora que nadaba en alcohol, desestabilizada, paranoica, entregada a un comportamiento social extravagante y a sesiones de intercambio de mensajes con figuras míticas o entidades religiosas como la Virgen María, diseñadora de prendas que eran como la materialización de una pintura de Arcimboldo que sólo podría usar una extraterrestre, se mezclan en un cóctel que incluye también una dimensión de ternura que conmueve, hace reír y, en algún sentido, libera.
La historia de cómo sobrevivir a Louanne encuentra en La vida después las dosis exactas para envolver (algo que también logra, por ejemplo, Apegos feroces, de Vivian Gornick) a la figura de la madre sin mutilar una corriente de amor de ida y vuelta, los sentimientos grises, los pozos existenciales donde la tragedia, pese a todo, puede resultar fortificante y deliciosa.
- 204 páginas. $ 1.600.
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