La inflación, un drama que amenaza con agravarse y que dejó al Gobierno entre metáforas e internas
La pospandemia y la guerra en Ucrania recalentaron la marcha de la inflación en todo el mundo, y claro que el drama tomó mayor dimensión en la Argentina, donde los precios se encaminan a cerrar otro año con una carrera acumulada superior al 50% y en el gobierno buscan soluciones entre declaraciones de “guerra”, “diablos” y “terapias de grupo”.
Alberto Fernández aseguró que su prioridad, tras resolver el conflicto de la deuda con el FMI, es resolver el fenómeno inflacionario. En las últimas semanas se intensificaron las discusiones y las acciones oficiales, pero en el Frente de Todos tienen distintas miradas sobre cómo actuar.
A mediados de marzo, el Presidente prometió a los cuatro vientos que iniciaría una “guerra contra la inflación en la Argentina” para “terminar con los especuladores”. Pero la cruzada bélica contempló apenas un par de medidas ya conocidas para retrotraer los últimos aumentos de precios, principalmente en los alimentos.
El Jefe de Estado recurrió a otras metáforas: habló de “diablos” formadores de precios y pidió acercamientos entre las partes involucradas para buscar soluciones en una suerte de “terapia de grupo”.
Sin embargo, recientemente quedó en evidencia que la proclama de Fernández tampoco sirvió para encolumnar y superar las crecientes diferencias en la coalición oficialista Frente de Todos. El dilema de la inflación potenció hostilidades entre los albertistas moderados y los kirchneristas que exigen una gestión de gobierno más proactiva y menos sujeta a los equilibrios en las relaciones de poder.
La incapacidad para resolver el drama de la inflación, que este año superaría el nivel récord que dejó Mauricio Macri (53,8% anual en 2019, el salto más elevado desde 1991) y se ubicaría por encima del 54%, preocupa en el kirchnerismo donde se jactan de haber garantizado acuerdos salariales superiores al salto de los precios al consumidor, entre 2003 y 2015. Es una premisa exagerada, pero que sirve para contrastar con la gestión de Cambiemos, cuando el “salario real cayó 20 puntos”, según recordó el presidente Fernández días atrás.
Marzo, cruel en las góndolas
Por lo pronto, en el Gobierno reconocen que el número de marzo también será malo. Lo dijo el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, quien también empezó a diferenciar su responsabilidad en el combate contra la inflación y aclaró que “no hace milagros”.
El Indice de Precios al Consumidor (IPC) de marzo, que elabora el Indec, plasmará la verdadera dimensión del efecto Ucrania, que apuntaló los precios de los commodities internacionales, fundamentalmente en los sectores de la energía y los alimentos. En febrero, el IPC se ubicó en el 4,7%, el máximo nivel en la era de Alberto Fernández al frente de la Casa Rosada.
En esa suerte de “terapia de grupo” que emprendió el gobierno nacional con referentes empresariales y sindicales, se alcanzaron puntos en común respecto a las variables que mueven los precios.
“La inflación es hoy la combinación de problemas internos y de la escalada inflacionaria internacional y expresa un desafío para evitar que ello se traduzca en mayores dificultades para los ingresos de la población y la competitividad de las empresas”, dice el documento que días atrás firmaron representantes del Gobierno nacional, la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación General del Trabajo (CGT).
Asimismo, el acta plantea que “es necesario redoblar los esfuerzos para afrontar esta problemática de manera coordinada entre el gobierno y los sectores empresarios y sindicales, para poder arribar a soluciones consensuadas que propongan soluciones diferentes a las instrumentadas en el pasado”.
El panorama es complejo, porque el gobierno acordó con el FMI dejar de lado ciertas herramientas que le sirvieron de ancla inflacionaria, como el congelamiento de tarifas. Por eso hay economistas, como Marina Dal Poggeto, que ya se animan a anticipar que la inflación terminará el año más cerca del 60 por ciento.
Como si fuera poco, se sabe que la inflación también responde a un problema con las expectativas, difícil de resolver cuando se apela a ambigüedades, se producen contramarchas y en el Gobierno nacional reconocen que no logran ponerse de acuerdo para enfrentar el drama.
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