El retorno de la geopolítica
Las imágenes parecen de un documental de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo por las caravanas de tanques y de tropas. También por los edificios destruidos en ciudades bombardeadas.
Las imágenes muestran una guerra del siglo 20, con invasión de países y ocupación de ciudades, porque la concepción de liderazgo imperante en la cabeza del hombre que desató este conflicto quedó anclada en el siglo 20.
Por cierto, hay otros proyectos de expansión territorial en el mundo que muestran que el ciclo no terminó con la ocupación iraquí de Kuwait. Pero nadie esperaba verlo en Europa, donde el expansionismo territorial causó las catástrofes bélicas que marcaron el siglo pasado.
Vladimir Putin modernizó el armamento y desarrolló tecnología militar de avanzada, pero no adecuó al siglo 21 la visión sobre liderazgo mundial. Mientras la lucha por la vanguardia global hoy se da casi de modo exclusivo en el terreno de la tecnología productiva, el jefe del Kremlin actúa desde un ultranacionalismo de origen zarista y desde teorías geopolíticas que imperaron el siglo pasado.
De hecho, la geopolítica perdió valoración como ciencia en el último medio siglo porque se valieron de ella los liderazgos fascistas y napoleónicos abocados a las guerras de expansión territorial.
El poder de los continentes
El geógrafo alemán Friedrich Ratzel aportó en la segunda mitad del siglo XIX argumentos a los liderazgos adictos al expansionismo territorial, al plantear conceptos como el de “fronteras vivientes”, que alimentarían las teorías “organicistas” del Estado adoptadas por concepciones fascistas del poder mundial.
Quien acuñó el término “geopolítica” fue el sueco Rudolph Kjellen, de la Universidad de Upsala, mientras que el estratega naval norteamericano Alfred Mahan, con su teoría del dominio de los mares, tuvo una influencia decisiva en la doctrina marítima de Estados Unidos, que orientó decisiones como la que llevó a la guerra contra España, en la que la incipiente potencia continental americana se convirtió en potencia de ultramar al imponerse en Cuba, en Puerto Rico y en Filipinas.
El salto norteamericano hacia el liderazgo mundial, acercándose al Reino Unido y su oceánico “imperio en el que nunca se pone el sol”, daba la razón a Mahan, hasta que irrumpió la teoría del “heartland”, con la que el británico Halford Mackinder reorientó la geopolítica y marcó su gravitación sobre los mayores y más trágicos conflictos del siglo 20.
El heartland que señaló Mackinder es la “isla mundo”, o sea, la mayor masa territorial del planeta: Eurasia. Allí está el bastión geográfico inexpugnable que quisieron conquistar desde Napoleón hasta Hitler, precisamente por lo que implicaba como fortaleza territorial desde donde liderar el orbe.
El enfoque del geógrafo británico que valoró el poder de los continentes por sobre el poder de los océanos influyó sobre Alekansdr Duguin, el autor de la “cuarta teoría política” y principal impulsor del “euroasianismo” como fundamento geopolítico de Rusia elevado a nivel de ideología.
Fuerza y debilidad
Antes de que escribieran sus teorías MacKinder y Duguin, los zares rusos convertían esas concepciones en la cultura política de Rusia. Por eso el ultranacionalismo ruso es zarista, aunque use ropajes republicanos.
El ultranacionalismo ruso es paneslavista, sitúa a Rusia en el rol de liderazgo de los demás pueblos eslavos, concibe la política como el ejercicio de un poder concentrado en las manos de un solo hombre y mide su éxito o su fracaso con los mapas. Si al cabo de su gestión el territorio creció, fue exitoso; si no creció, fue mediocre, y si decreció, fue un fracaso.
Los zares que crearon el Estado ruso lo hicieron expandirse desde un primer momento. En el siglo XV, Iván III Vasilievich inició la guerra en Novgorod, y al morir había cuadruplicado el territorio del Gran Ducado de Moscovia. Su nieto, Iván IV, al que llamaban “el Terrible”, comenzó su reinado anexando los kanatos de Kazán y de Astrakán, y al morir, Moscovia llegaba al mar Caspio, por el sur; a los montes Urales, por el este, y a las aguas heladas del Báltico, en el norte.
En la historia rusa, los zares destacados son quienes, como Pedro el Grande y Catalina II, expandieron el territorio. Y la Unión Soviética fue un logro geopolítico por el fenomenal hinterland de 14 países que constituyeron un muro geográfico durante siete décadas.
Putin libró guerras de conservación territorial (Chechenia) y de expansión hacia el Cáucaso (Georgia). Ahora emprende la expansión hacia el oeste, con una guerra modelo siglo 20 que puede llevar a Rusia a un fracaso.
Podrá vencer al Ejército local y adueñarse de Ucrania, luego de lo cual apuntaría a la conquista de Moldavia, pero difícilmente pueda vencer a una resistencia ucraniana que le planteará una guerra irregular de desgaste, que se volverá una carga insoportable para Rusia, debilitándola para competir en los verdaderos terrenos donde se dirime el liderazgo mundial de este tiempo.
* Periodista y politólogo
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