Sin votos, acuerdo útil y pasajero con el FMI
Todavía no están los votos en el Congreso para aprobar el acuerdo con el FMI, un pacto que de una u otra manera la Argentina terminará cerrando, como sea, para evitar el default. Un convenio pasajero, de mala calidad, que puede alcanzar para evitar un desastre si algo de lo firmado se cumple; evitar el precipicio de la inflación y la devaluación descontroladas. Pero claramente insuficiente para recomponer la confianza del mundo económico y financiero en el país. Puede estabilizar un poco al dólar como viene ocurriendo, y evitar que la inflación se dispare a niveles más riesgosos que los actuales. En ese punto es útil, sobre todo si la política también frena un poco el despilfarro. Difícil que ayude a que regresen capitales para inversión, producción y empleo.
Las escaramuzas políticas en el oficialismo y en la oposición contra el proyecto que comenzó a tratarse ayer en Comisiones de Diputados revelan las dificultades concretas que tendrá la administración de Alberto Fernández para administrar el ajuste. Porque el acuerdo anunciado, además de un tarifazo y un impuestazo al sector privado, también obliga a emitir menos, subir las tasas de interés, y girar menos discrecionalmente fondos a provincias y empresas del Estado. Límites al gasto político y a los subsidios para capturar votos, que será la batalla de estas horas y que habrá que revisar cada tres meses. La revisión del FMI y también la de Cristina y el Instituto Patria.
Ante las malas noticias para el electorado, la oposición endureció su estrategia y ahora estaría dispuesta a votar una ley a favor del acuerdo, pero con un artículo único, apenas para autorizar la refinanciación de los vencimientos firmados por Mauricio Macri. El plan original de Elisa Carrió que ahora respalda el propio ex presidente y los halcones del PRO. Se verá si los radicales se suman a ese plan para no quedar tan pegados al Gobierno, sobre todo porque prometieron no votar nuevos impuestos. Se rechaza de este modo el proyecto de la Casa Rosada, que intenta sumar a la oposición al costo político del ajuste. Mucho más desde que Máximo y Cristina Kirchner se manifestaron en público y en privado con muchas objeciones al acuerdo en forma cada vez más elocuente y sin ninguna disposición para acompañar al Presidente Tanto el lavagnismo como los 4 de Córdoba avisó que podrían abstenerse y quieren ver los números. Y en el Senado el jefe del bloque cristinista, José Mayans declaró que no votarán a libro cerrado.
Todo parece indicar que tarde o temprano el acuerdo será celebrado, aunque más no sea con un artículo para evitar el default. Incluso habría espacio para flexibilizar las fechas si el país avanza en la negociación. Vale recordar a esta altura el viejo chiste del médico que le anticipa a un enfermo 3 meses de vida. Pero como el paciente no le podía pagar…»le dio tres meses más».
Mirando lo que viene en los mercados y en la calle, según opinan los economistas más confiables para este columnista, –profesionales como Ricardo Arriazu, Carlos Melconián, Rodolfo Santangelo, Diana Mondino, Daniel Artana, Gabriel Rubinstein o Fausto Spotorno entre otros–, el acuerdo es positivo porque contribuye a evitar que se acelere en forma peligrosa la inflación y la devaluación. Pone un límite a los delirios macro económicos de quienes en la coalición oficialista proponen seguir profundizando el déficit y la emisión para revertir en 2023 la derrota electoral del año pasado. La inflación va a seguir, elevadísima, entre 60% y 70%, porque el déficit y la emisión continúan. Se frenan un poco por los mayores ingresos que tendrá el Estado.
De bajar el gasto, solo promesas, como siempre. Porque el acuerdo es un doble ajuste: el impuestazo de la inflación contra salarios, jubilaciones, planes e ingresos de la población; y los sablazos a la clase media con el aumento de tarifas por retiro de subsidios más el impuestazo inmobiliario. En las gateras, anotar las propuestas de otra ronda de impuesto extra a la riqueza y algunos puntos adicionales de retenciones si siguen volando como estas horas los precios del petróleo y los cereales.
Es finalmente un ajuste, seguramente el peor de todos porque va contra el bolsillo del sector privado, pero como ajuste al fin puede significar un poco menos de emisión, al menos en el corto plazo. Si bien los subsidios van a continuar y ahora incluso aumentar por la disparada en los precios de la energía, algún alivio llegará por los aumentos de tarifas. Que no serán lo significativos y parejos que se necesitan, tampoco el tope de 20% que reclamaba La Cámpora.
El otro ajuste más violento de lo que se presenta es el impuestazo inmobiliario que se quiere esconder con el proyecto del revalúo de inmuebles en todo el país. Se considera que la valuación fiscal promedio en la Argentina es 3 o 4 veces menor que los precios de mercado. Lo cual por supuesto no significa que a los propietarios de esos inmuebles les hayan aumentado sus ingresos en dólares en la misma proporción. Si se avanza con la iniciativa pactada con el FMI, no solo se triplicaría el impuesto inmobiliario. También afectaría en la misma proporción al impuesto a los bienes personales. Y por cierto a las tasas municipales. Nación, provincias y municipios, triple Nelson impositiva contra los contribuyentes. Si la valuación fiscal se coloca a precios de mercado, quedará muy licuado otra vez el mínimo no imponible, que para segunda vivienda en bienes personales se había aumentado a $ 6 millones (u$s 30.000). Se calcula, según el especialista en impuestos Jorge Haddad, que podrían caer en la volteada unas 600 a 800 mil viviendas en todo el país.
Está claro que el anuncio del acuerdo con el FMI planchó al dólar. Trascendió que lo conversado con Washington no incluye un salto devaluatorio brusco en el dólar oficial, y crece la percepción en lo inmediato de un ajuste en el déficit que provoque menos emisión. A la vez hace ya varias semanas que el BCRA salió decidido a subir las tasas de interés, ofreciendo a los bancos e inversores alternativas atractivas para colocar a tasa variable los miles y miles de millones de pesos de la bola de nieve de años de déficit y emisión. A propósito del dólar planchado a 200 pesos y lo atractivo que resultaron los bonos y colocaciones en pesos durante el verano. También la semana pasada el periodista Pablo Wende informó de un acuerdo tal vez más importante que el negociado con el FMI. Se trata del pacto con los fondos de inversión Templeton y Pimco, tenedores de bonos en pesos por unos 4000 millones de dólares, a los que por segunda vez se les ofrece canjear sus papeles en pesos por bonos en dólares a 10 años que se suscriben al valor del dólar oficial. Se quedan con el doble de lo que tienen a cambio de esperar y no salir en puerta 12 a disparar el Contado con Liquidación ¿Un ensayo de la medida que algunos tienen en la cabeza para terminar con el tsunami de Letras en pesos indexadas que tarde o temprano irán contra la estabilidad del dólar?
Nada extremo por ahora, para eso está el acuerdo con el FMI. Pero todo extremadamente volátil también por las consecuencias nefastas que al comercio mundial y a la economía le significarán la guerra desatada por Rusia contra Ukrania. En un mundo claramente peor y por cierto deprimente, con un asesino armado hasta los dientes destruyendo ciudades y matando familias desde el Kremlin, sin liderazgo en occidente para detenerlo.
Las sanciones económicas podrían ser efectivas, pero solo en la medida que se profundicen y se mantengan sin fisura por meses y tal vez años, hasta ahogar el régimen que lidera Putin. Pero es difícil creer que la cohesión de EEUU y Europa se pueda sostener durante tanto tiempo. Rusia no solamente provee 30 % a 40 % del gas y petróleo mundial, también es un mercado de consumo para las manufacturas y empresas de servicio occidentales. La quiebra de la economía Rusa, la imposibilidad de hacer pagos por el sistema bancario también significa impagos a todas las empresas y proveedores de todo el mundo que hacían negocios con Rusia. Por duro que parezca, por ahora parece más efectivo tirar abajo edificios y puentes con misiles, que tirar abajo los bancos con una corrida financiera. Final abierto.
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